22 de diciembre de 2015

-Vuelta al siglo XIX en El tren-

                    Me marchaba a Madrid por Navidades, así es que tomé el tren a las 15.30 en la estación                                             de A Coruña.
El vagón iba medianamente lleno, sobre todo de familias con padres de mediana edad. Había también alguna mujer mayor, muy bien acicalada. Y también un caballero que se negaba a apagar la pipa desoyendo las órdenes de su mujer.
“¿Verdad que aquí no se puede fumar?”, le preguntó la señora al revisor.
“No, no se puede, apague la pipa por favor”, contestó la autoridad.
Iba asimismo un grupo de jovencitas a cual más mona.

Entonces fue cuando llegamos a un tunel.
El tren se introdujo en el mismo...

Y al salir. No lo podía creer: Mis compañeros de vagón habían sufrido una total metamorfosis: Insinuados corsés. Las señoras peinadas con el pelo recogido en moños altos con grandes volúmenes. Féminas con una palidez natural. Acicaladas como cupletistas. Algún que otro “abrigo de ópera”. Faldas dejando al descubierto los tobillos.
Y allá en el fondo estaba “la vampiresa” de labios rojos, vaselina en los párpados y sombras oscuras.
Las espaldas tenían un punto erótico con sus grandes escotes.
Aunque muchas vestían desenfadadamente con blusa y falda.

Desde que salimos del tunel todoas/as se fijaron en mi con mucha extrañeza.
Pero no se atrevían a dirigirme la palabra.
Mis Nike deportivas y mi sudadera eran para ellos como ropa de marciano.
Pronto las oí hablar: En español, pero utilizando unos giros y palabras como de otra época. Que tontería eran de otra época.
El señor de magníficos bigotes iba leyendo un periódico: "El Debate", con un formato completamente obsoleto, anticuado e incómodo.

Y en esto llegamos a otro tunel. Nos sumergimos en él.
Y al salir...

Todo volvía a ser normal: Siglo XXI.
Deportivas, sudaderas, cazadoras, gritos y bocatas. En fin.
Llegué a mi destino y se lo conté a mi mujer, quien obviamente no me creyó, “No debes leer y escribir tanto”, me espetó. Desde ese día siento una pasión desenfrenada por los túneles.                 por kikovacanillas

18 de diciembre de 2015

-Teclado “surf”-

                                                No tenía ningún sentido lo que me proponía.
Era una idea esquizoide y más teniendo en cuenta que llevaba una semana sin salir, sólo viendo a la chica de la limpieza. La cual me decía: Kiko, debes salir a la calle. Te vas a volver loco entre tanto libro y ordenador.
Y así ocurrió.
Me volví loco.
La idea nació del supuesto de que todo se puede lograr mediante la escritura: Crear mundos artificiales, que no carecen de consistencia.
Así pues me propuse volar con el teclado.
Primero daría una vuelta por el barrio, montado en el teclado como si fuera una tabla de “surf”. Y luego iría al paseo marítimo.
De vuelta a mi barrio seguiría al autobús 12 por Ronda de Nelle, hasta Ecos do Sur. Pero no bajaría por no darles el susto de su vida.
Todo estaba claro. Entonces a las 7.30, justo antes de que viniese María -la doméstica-, me abrigué y abrí la puerta de la terraza. Puse el teclado en el suelo y me subí encima. Nada...
Pensé que sin mi ayuda mi nueva tabla de “surf” no se activaría.
Entonces fue cuando cogí el objeto y me abracé al mismo.
Salí a la terraza y me alcé sobre la barandilla. Todo esto sin soltar el teclado ni por un momento.

Lo demás ya se sabe: “Estaba claramente desequilibrado desde que tuvo ese terrible accidente de coche que le dejó minusválido”.

Ahora bien yo le diría a mis detractores: ¿Cómo fui capaz de escribir lo que escribo ahora?.

Es más, podría describir sin ningún tipo de dudas la sensación que experimenté al volar con mi teclado.
Y es que, queridos amigos, ciertamente la imaginación es ese teclado. Y nada. Ni la muerte la puede detener.

17 de diciembre de 2015

-Gora Eta_

Me dirigía en tren desde A Coruña a Santiago. Sentado y leyendo un libro de Josep Pla (“Cuaderno Gris”) vi como una pareja de policías nacionales iba revisando el compartimento, fijándose en cada uno de los pasajeros.
Y en esto llegaron a mí...
“Gora ETA”, les dije sin saber por qué.
“Su DNI por favor”, me contestó con gran educación y cortesía.
“Gora ETA”, repetí.
“Por favor acompáñenos”, dijo el mayor de los dos, al tiempo que me cogió por el brazo izquierdo.
Una vez me levanté (o me levantaron, diría yo) ambos policías me condujeron a la puerta de salida del tren y me dijeron: Tendrá que acompañarnos a la comisaría. No podrá viajar en este tren.
“Gora ETA”.
Ya sentado ante una mesa de fornica y flanqueado por los dos policías...
“Gora ETA”.
“¿Es usted abertzale?”, preguntó el más joven
“Lo que es: Gilipollas. Y no sabe que hay cosas con las que no se juega. Todos los policías de cierta edad hemos perdido a compañeros a manos de los terroristas”, sentenció el más maduro.
“Y te hago saber que si vuelves a decir eso te calzo una ostia”, añadió.
“Gora ETA”. Y ostia.
Sangrando por la boca, traté de cavilar qué es lo que me había pasado.
Yo nunca había sido proetarra ni jamás había tenido contacto con ellos.
Entonces cuál era el motivo de mi obsesiva frase. Y más ante las principales víctimas...
Y cuando eran ya una docena de golpes los que sufrí: “¡Soy un enfermo!. Estoy a tratamiento psiquiátrico. Y ello explica mi comportamiento”.
“¿Puede facilitarnos el teléfono de su psiquiatra?”.
“Claro. Llamen al Hospital Xeral de Santiago y pregunten por el doctor José Manuel Cornes Iglesias..Soy su paciente”.
Yo no era paciente del doctor Cornes, pero sabía con seguridad que él me ayudaría.

Así es que llamaron y tras hablar con Jose Manuel me dijeron que podía irme a casa. Y que procurase no volver a dirigirse a un agente en esos términos.
Yo me fui a casa. Y al día siguiente llamé al doctor Cornes, quien me dijo que sospechaba algo así y que por eso les dijo a los policías que yo era un neurótico compulsivo.
“Aún así deberíamos analizar tu comportamiento. Y por qué te dirigiste a agentes en esos términos tan ofensivos. ¿Habías bebido o consumido alguna droga?” “No, de veras.”

16 de diciembre de 2015

-Arde la cocina-

Vino mi hija Julia a pasar unos días desde Madrid, donde vive; a casa: en A Coruña, donde vivo yo.
Como yo iba a pasar el día fuera le dejé instrucciones para cocinar sin problemas. ¡Acuérdate siempre de apagar la vitro!-
El caso es que Julia se dispuso a cocinar, sobre las dos, unos espaguetis.
Todo fue bien hasta que acabó. Y...
¡No, se había dejado un fuego encendido!
Con tan mala suerte que estaba sobre el hornillo un trapo, que no tardó en prender.
El fuego actuó sobre la campana extractora. Y cuando Julia se dio cuenta ya estaba declarado un incendio
Desesperada Julia intentó apagarlo, pero al ver que no era posible trató de llamar a mi mujer por teléfono: No contestaba.
Entonces volvió a entrar a la cocina, pero el espeso humo hizo que desistiese de la tarea de apagar el fuego. Y no sabía el número de los bomberos.
Tras inhalar humo de nuevo calló inconsciente a la puerta de la cocina.
En ese momento Jose, el portero, había subido alarmado por un vecino. Y pudo rescatar a Julia, que fue trasladada al hospital Materno-Infantil.
Julia se recupera sin problemas, pero el piso duplex...

Así pues, Julia si no quieres que ocurra una desgracia acuérdate de apagar bien los fuegos.
Y por favor ten siempre a mano el teléfono de los bomberos y el del hospital.

Mi imaginación es sin duda excesiva, pero así conjuro que nada pueda pasar.
Porque no va a ocurrir lo que yo he escrito horas antes.
¡Destino yo te reto!.

15 de diciembre de 2015

-El hombre mono

Estaba yo ese martes en la plaza de Pontevedra de A Coruña esperando el bus 14, cuando de repente lo vi venir al lado del banco: Andaba como muy suelto, iba sin afeitar. Y sus orejas estaban claramente en exceso separadas de su cara.
Según avanzaba hacia mi, su bamboleo incrementaba. Los brazos acompasaban el ritmo de las caderas. Y su mirar era adusto y juguetón.
Según se acercaba a mi se fue deshaciendo de su ropa. Primero la americana, que arrojó hacia los coches. Luego la corbata, la camisa...Y a trotes, los pantalones.
Yo no veía la reacción de la gente pues sólo me fijaba en lo que a todas luces era un simio.
Cuando estuvo a mi lado exclamó: “Ta,ta,ta..”, que claramente era: “Plátano”.
Y yo sentí de veras no tener esta fruta para dársela.
Pero si quieres comer algo te invito en ese bar.
A lo que me contestó: “Uggh...”. Que claramente quería decir: “Sí, gracias”.
Entonces entramos al bar, sin que la apariencia de mi simiesco amigo llamase la atención en absoluto. “Una caña y un batido de plátano”, “¿Sería posible?”, pregunté
“Ahora mismo”, respondió el “waiter”.
Tomó el batido de un trago. Y me indicó con gestos si podía tomar otro.
“Por favor otro batido. Y que sea doble”.
Acabada la bebida salimos del bar y con su “Uhhhh, uhhh...”, se despidió.

Ciertamente mi imaginación no tenía límite: Todo fue porque mientras estaba en la parada del 14 se me acercó un sujeto que tenía cara y apariencia de simio: Y al aproximarse a mi me espetó: “Acaso tengo monos en la cara para que me mire usted así y se ría de ese modo”.

Sin duda tiene usted mucho de mono, pero no sólo en la cara.
Y con éste era ya el cuarto día que tuve que ir a ver a mi médico Pablo Vaamonde para que me diese puntos de sutura en las heridas infringidas por tan insensibles sujetos. 
                                                   por kikovacanillas

14 de diciembre de 2015

-Arrojado al Nirvana-

           Me estaba desplazando en tren desde A Coruña a Madrid para pasar la Navidad con mis hijos. Recuerdo perfectamente que iba leyendo -releyendo obsesivamente- un libro de la Promoción Poética de los Cincuenta.
Entonces el revisor comenzó a gritar: “Le he dicho que se levante inmediatamente”. Y comenzó a pegarle a un pasajero.
¡Va a bajarse del tren inmediatamente!, le espetó.
“Si le juro que tenía billete, pero no sé donde lo he metido!.

En ese momento, sin poder evitarlo me levanté y le dije al revisor: “Cójale los datos de su DNI y al llegar a Chanmartín comprobará si miente delante de la policía”.
“Tú para que coño te metes dijo el revisor al tiempo que sacaba un revolver de debajo del jersey”.
“Tranquilícese”, le rogé.

“Bueno pues ya son dos los que se bajarán del tren en macha: Uno por tratar de viajar si billete y otro por listo”, destacó el encargado.

Y en ese momento, ante el estupor de los demás usuarios me descerrajó un tiro en una pierna.

“Andando a la puerta”, señaló.

El pasajero que viajaba sin billete y yo nos dirigimos a empujones a la puerta de salida, la cual abrió el revisor. Comenzaba a anochecer.
“Tú por tratar de viajar gratis: A la puta calle”, dijo al tiempo que empujaba al susodicho.
Estupefacto me quedé al comprobar como se empotraba contra un poste.
“Y ahora el listo samaritano”, dijo al tiempo que me asía por un brazo y me empujaba al vacío.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx RIP.

Y sin mediar dolor alguno me vi rodeado de gente con heridas de gran consideración.
“¿Dónde estamos?, le pregunté a mi compañero”.
“¡Otro que no creía en el más allá!. Pues sí existe el más allá. Y estamos en el Nirvana. Aquí todos son muertos en la Tierra”.
¿Existe un Dios que nos juzgará?, pregunté.
“No, Dios es una creación del hombre, de ahí su antropocentrismo. Pero existe el Eterno en el cual tu mismo te juzgarás: Si te has comportado mal cargarás con tu arrepentimiento eternamente: Ese será tu infierno”, sentenció mi vecino.

11 de diciembre de 2015

-La eterna caída-

Todo amanecía con absoluta normalidad ese martes 15 de diciembre. Me desperté a las siete -tras sonar el despertador- y encendí el ordenador. Desayuné café y galletas de fibra y me dispuse a leer la prensa por Internet. Lo cierto es que ya había notado cierto desvanecimiento pero lo ignoré.
Así pues salí a la calle a tiempo para mi clase de “Ciencia para los Ciudadanos” en la Senior.
Pero justo cuando iba a subir por las escaleras de la universidad para mayores, el mareo se repitió pero mucho más fuerte, hasta tal punto que, aunque agarrado del pasamanos, caí desvanecido.
En un principio, yo aún consciente, los demás alumnos no me hicieron caso alguno. Hasta que yo, con voz muy debilitada dije: ¡Socorro!.
Entonces se acercó un compañero de clase y me preguntó si quería que avisase a una ambulancia. “Sí, por favor”, le contesté.
Al cabo de veinte minutos llegó la ambulancia justo en el momento en que yo parecía recuperarme.
Aún así le pedí que me llevase al hospital “Chuac” y así lo hizo.
Cuando llegamos fue a la entrada de Urgencias y allí me dejó. Yo salí por mi propio pie, pero al andar veinte o treinta metros volví a caer muy mareado.
Estaba en el pasillo de entrada, medianamente consciente. Lo suficiente para observar como los médicos y pacientes me ignoraban por completo.
“Auxilio”, exclamé.
Un grupo de médicos que entraban en ese momento en el servicio de Urgencias alzó las piernas para pasar donde estaba yo caído sin detener la marcha.
Y así permanecí tendido durante una hora aproximadamente...

“Es muy habitual que tengas estas pesadillas. Todos los minusválidos las soléis tener. Son fobias y miedos irracionales que se somatizan en pesadillas y alteraciones de la conducta. Si quieres probamos si es posible mejorar con psicofármacos, pero yo soy contrario a ellos en casos como el tuyo".
Gracias Pablo, sobreviviré. 

10 de diciembre de 2015

-Venganza-

Me hicieron borrar dos relatos de “Tustextos.com” porque se reconocían los personajes. Y no querían publicidad que pudiera atentar contra su intimidad y/o causarles problemas.
Estaba yo sumamente irritado contra lo que yo calificaría de un atentado a la Poesía. Además soy periodista: Y dónde queda la libertad de expresión. En fin, baje a tomarme una cerveza y a invocar a tres de mis preferidos personajes: Lois Pereiro, Leopoldo María Panero y Reynaldo Arenas.
Así pues cuando subí a casa estaban los tres enfrascados en una violenta discusión sobre “El malditismo de Rimbaud”.
Cuando yo llegué no me hicieron caso excepto Lois quien me pidió una cuchara...
No tardé en comprender para que necesitaba la cuchara: Colocó sobre ella el “caballo” y lo preparó aplicándole fuego con un mechero.
Entonces tomó la palabra Panero y me dijo: No te preocupes porque hayan castrado tu creatividad: La Poesía siempre fluye. Y se manifestará de algún modo.
Fue en ese momento, en el que estaba a solas con L.Pereiro cuando oí fuertes quejidos provenientes de mi cuarto. Y al entrar en él: Reynaldo estaba sodomizando a Panero.
Los dejé hacer, pero yo quería una tertulia literaria y ésta se hacía imposible por imposibilidad de aplicar un mínimo de disciplina.
Una vez hubo terminado con Panero, Reynaldo anunció que había quedado con Jose para tomar unas cañas, el portero, y que se tenía que ir. “Pero si es hetero”, anuncié yo. “Nunca se sabe”, replicó. Así es que el escritor cubano fue a despedirse de los demás, que en ese momento estaban haciendo una tarta de hachís en la cocina, mientras vaciaban “el aguardiente blanca del policía”.
Al tiempo que engullían sus inmensas porciones de tarta, Lois y Panero recitaron poesía: Entre otros Pessoa, Rimbaud, José Hierro...
Yo me limité a limpiar todo. Y aún así no me arrepentí de haber conjurado a los tres personajes -fallecidos ya- a compartir su preciado tiempo y Poesía conmigo.
Dijeron que volverían cuando me hiciesen falta.

4 de diciembre de 2015

-Mis dos muertos que me acompañan-

Volvía yo del bar de Modesto de tomarme un vermú y un pincho de tortilla, cuando al subir al           ascensor...
Lo reconocí en seguida.
Pero Leopoldo tú no estabas muerto.
“Y así es”, me respondió. “Madrid 1948- Gran Canaria 2014”.
“Hijo de Leopoldo Panero y de Felicidad Blanc”, señaló.
-“Eres y serás siempre un “maldito de Rimbaud””, destaqué, sin extrañarme el hecho de que estaba hablando con un muerto.
“Sí pero fui nombrado clásico por la editorial Cátedra”, observó el maldito.
Dime Leopoldo -¿Qué opinas de la nueva derecha de Rivera y de Alberto Garzón, de IU?.
“Yo siempre fui de la izquierda radical, por eso mi voto,caso de estar vivo, sería para Garzón. Rivera es un fascista yogurín al que deseo que violen en el metro”.
Sabes Leopoldo que soy periodista, así que permíteme unas preguntas: -Elige tres palabras que resuman tu obra.
“Autocontemplación, Destrucción y Disgregación de la conciencia”, respondió.
-Leopoldo resúmeme tu experiencia en los psiquiátricos..
En los años setenta comenzé a tener problemas mentales. En los ochenta ingresé en el psiquiátrico de Mondragón. Y finalmente hasta mi muerte en el de Las Palmas de Gran Canarias
-Dime tres obras que definan tu trayectoria literaria...
“Por el camino de Swan” (1968), “Poesía 70-95” y “Danza de la muerte” (2004).
Bien Leopoldo, antes de que te vayas, -¿Me podrías hacer un favor?.
-Claro.
-Conéctame con Angel González.
-”Te está esperando en casa”, dijo Leopoldo, quien se fue al igual que había venido.

“Hola soy Ángel González (Oviedo 1925-Madrid 2008).
-Creo que estuviste muy unido a tu padre...
Si la muerte de mi padre marcó mucho tanto mi obra como mi vida.
-Tu familia está marcada por el drama, porque también perdiste un hermano a manos de un falangista...
Así es. Pero hablemos de otra cosa. Mis influencias por ejemplo.
-Bien, ¿cuáles son tus influencias en cada etapa de tu obra?.
Mi primera etapa, cuando apenas era un corrector de estilo, ya estaba marcada por Barral, Gil de Biedma y J.A.Goytisolo.
-Sí pero también por Hortelano, Celaya y Caballero Bonald...
Sí y ahí nació “Sin esperanza, con convencimiento”
-A partir de entonces serás incluído en la Promoción Poética de los 50. Y comenzarán tus charlas en la universidad de México.
-Dime, ¿Te gusta la obra de Leopoldo María Panero?.
Es un dios. Y como tal tiene sus destemplanzas.
Por cierto, señaló, “¿De quién son esos dos cuadros maravillosos que están sobre mí?”.
De Vidal Souto, señalé. Y cuando acababa de pronunciar el nombre Ángel González desapareció.  por kikovacanillas

3 de diciembre de 2015

-”Mismidad” en puente-

Este puente lo iniciaré con un desayuno con galletas de fibra y bizcocho. Leeré en Internet la prensa (La Voz de Galicia, El País, La Opinión y El Mundo) y acto seguido recibiré a Ana: Mi profesora de Gallego, quien me traerá libros en la lengua de Rosalía, sólo el sábado.

Según acabo mis clases, sobre las 12.00 horas, me dirijo al gimnasio, donde hago pesas y bicicleta hasta la una aprox..Luego me dirijo a casa -pasando si es necesario por el ultramarinos- y cocino algo sencillo: Pasta o verdura. Como y reposo viendo los telediarios (La cuatro, Telecinco, La Gallega y La Uno).

Por la tarde suelo ir al cine, aunque echando mucho de menos las pelis en Versión Original de Madrid. Si no hay nada bueno me doy un paseo largo.
Por la tarde escribo.
Y sueño...
Hablo con Kiko: Mismidad. Comunión espiritual.

Dedico también una hora a hablar por teléfono con gente querida: Mis primos, mi padre y mis hermanos.

Además estoy esperando la llamada de Keka que me ha prometido una cena cuando nos veamos. Bueno la he obligado. Vive en Madrid, pero es gallega.

También es posible que algún día del puente me vaya a Santiago a ver a mi padre e incluso es posible que me quede a dormir.

Desde que estoy separado adoro mi intimidad y mi soledad. Hay realmente poca gente que eche de menos. Soy un cocón asocial. Ya lo era, pero es que soy simpático y suelo quedar bien. Pero eso ya poco importa.

Me olvidaba de mis conversaciones con José: El portero; y con Modesto, el propietario del bar del barrio con la mejor tortilla de A Coruña.

Este será mi puente de diciembre, fecha próxima a la desmesura navideña, que aborrezco hasta la médula. En fin...Os invito a que cada uno de vosotros sea su propio invitado este puente y que os améis intensamente, pues el amor del prójimo no siempre es factible. Y es claramente mejorable -con el propio-.

2 de diciembre de 2015

-Fernando...¿Dónde estás?-

                  Lo conocí como alumno de español en las clases que damos en la ONG Ecos do Sur.
Portugués.
Pronto supe por Alfredo que era seropositivo y alcohólico.
Después de clase se sentaba en la ONG a pedir dinero para una copa de coñac.
Estaba viviendo en un piso de ayuda al Sida, pero lo echaron. Con lo cual acabó en la calle.
Con la ayuda de la ONG, y sobretodo de Alfredo, conseguimos que lo admitiesen en un refugio, donde duró poco por mal comportamiento. Llegaría borracho.
La última ve que lo vi estaba durmiendo en un cajero 4-B.
Un día que lo acompañé al comité Antisida, me fue contando su vida: Tuvo un amor: Toxicómana como él, que se le murió de Sida. “Ya no me queda ni un amigo”, me decía Fernando -que ya rondaba los 54 años-. Pasó por la cárcel. “Ese refugio era como una cárcel, se quejaba del centro de Amancio Ortega del que lo echaron.
Y es que los “sintecho” lo último que aguantan son los horarios y la disciplina.
No se someten. La libertad es de lo poco que le queda,
Pero el caso es que hace ya más de un me que no veo a Fernando por la calle, desde que lo vi en su hotel 4-B. Ha desaparecido.
Y para colmo coincidiendo con unas noches de un frío atroz.
¿Muerto?.
No, no creo. Fernando es inmortal. Ha sobrevivido al Sida y al alcohol. Al hambre y a la sed. A las palizas que le daban en la calle, “Mira como me ha puesto la cara un moro cabrón”, me dijo una vez que llegaba a clases de español sangrando y magullado.
Una vez quiso acompañarme a casa y no lo dejé. Mantengo a mi familia y mi hogar al margen de la gente que conozco en la ONG.
Pero lo que sin duda tendrá todavía -o eso espero- es el libro de Neruda que le regalé para hacer más llevadera la noche.
O igual lo ha vendido para pagarse un trago. Yo es lo que haría.

1 de diciembre de 2015

-Navidades con Santi en Madrid-

Es un egocéntrico: Le doy gusanitos para los peces del lago del Retiro.
                                  Les entrega dos y se come ocho.
Bueno, por fín. El día 21 de diciembre me cojo el tren A Coruña-Madrid y me voy a un hotel cerca de la casa de mi ex-familia política. “Promoción Poética de los Cincuenta” en la bolsa y alguna novela, que luego serán tres libros de poesía y dos de narrativa. Y eso que mi suegro y su familia siempre me regalan libros en Navidad, porque saben que así no fallan.

Veré a mi hija Julia que empezó a estudiar Derecho y está muy autónoma y disfrutando mucho del piso que tiene con unas amigas

Las fiestas navideñas siempre me han deprimido enormemente. Quizás por provenir de una familia desestructurada: Padres separados, con el tiempo.
A mi es que me jode eso de tener que ser feliz en unas fechas concretas.
Recuerdo con ternura unas Navidades que me pasé en la Puerta del Sol bebiendo con unos quintos andaluces.

Yo en Navidad me dediqué a viajar: Estuve en Alemania con mi novia brasileña. Con la que aprendí palabras guarras en portugués.

Luego pretendo ver en Madrid a Keka, antigua compañera de mi ONG Ecos do Sur, a quien me declaré como veinte o treinta veces.
Acaba de tener un hijo. Y me ha dicho que a ella también le apetece verme.

Aunque sea para hablar de pañales iré encantado. El restaurante: “Méjico Lindo” donde procuraré actuar sobre su lívido dándole cientos de margaritas.
Ahora en serio es un encanto y me apetece mucho verla.

Como siempre que voy a Madrid veré a mi primo-hermano Kikón -profe de Derecho-, al que le propuse emborrachar a mi hija Julia para hacerla hablar de Madrid: Carrera, amigos, novios, música, teatros, museos...”Pobrecita”, dijo.
Y también veré a su mujer: mi novia: Vicky y a su hija magistrado: Amaya.

El tren me gusta mucho, aunque era mejor cuando viajaba en segunda con una empanada de vieiras.

A Enrique (Kikón) le llevaré algo de comer: Marisco, y vino. Si no no me deja pasar.

Lo que más me cuesta es tener que compartir mi existencia con seres ajenos a mi: ex-familia política, debido a que si ya lo era, ahora mucho más: Asocial, aunque no se me note, porque soy de natural simpático. En fín...
Y, como siempre, diré que lo que más me duele de la capital es ver a tanto inmigrante mendigando vestido de Papá Noel. Ellos lo han comprendido todo: “Businees Cristmas”.

30 de noviembre de 2015

-12.000 X 20= 240.000 Euros, para Santi-

Mi hermano Javier: “Si tu hijo Santi -Síndrome de Down- te sobrevive 20 años necesitará: 1.000x12=  12.000x20= 240.000 euros”.
Y mi Poesía.
Lo sé de Poesía no se come.
Pero se lleva con dignidad el ayuno.
Y además Santi es magnífico. Y aunque con dudas confío en el mundo: Nadie dejaría que pasase hambre.
Y le gustan las Campurrianas: Sabedlo; porque el día que yo no esté nadie sabrá cuales son sus galletas preferidas.
240.000 euros, ¡Qué barbaridad!, gracias Javi.

Pero yo lo amo mucho más que 240.000 euros. Mucho mucho más. Ya sé: Me prostituiré, robaré, asesinaré, desfalcaré. Y todo ello para que mi hijo Santi pueda seguir comiendo Campurrianas “ad eternum”.

Y cuando me haya muerto encontraré el sistema para seguir cuidándole. Reviviré como cuidadora de niños, como médico, como compañero de clase...

El Amor es inmortal.

240.000 euros, ¡Qué barbaridad!.

Y cuando yo me acabe ¿a quién dará besos en los morros Santi?. ¿Quién le hará el ogro? ¿Quién verá con el Play House Disney?.
Pues sabeis lo que os digo: No me muero nunca antes que él, y no porque él vaya a vivir poco. ¡Qué va!. Sino porque mi Amor hará que yo viva un mínimo de 120 años, la edad justa para cuidar a mi pequeño en sus últimos días.

Y si para ello es necesario vender mi alma al diablo: ¡Tómame Belcebú!.
Mi alma por la compañía de Santi. Mi más dulce condena.

240.000 euros. ¡Qué barbaridad!.

27 de noviembre de 2015

-El día que me convertí en un Imbécil-

                               Como todas las mañanas: Me desperté a las siete y bajé a desayunar.
Como algo muy extraño -pues siempre se levanta más tarde- mi hija Julia bajó de su cuarto -del duplex- y se dispuso a tomar también el primer alimento del día.
“Buenos días princesa”, le dije.
Por toda respuesta tuve un gesto como de asco.
No le di importancia. Me duché y salí a la calle.
Al pasar junto al portero: “Hola José, ¿Cómo che vai?”. Y nada: Gesto de desprecio.
¡Inaudito!.
Salí a la calle y subí al 14.
Al conductor le di mi tarjeta del bus porque no me la leía: Yo no se la paso, lo siento.
Pero no tengo dinero, ¿Y si viene el revisor?...
Llegué a mi ONG Ecos do Sur. Y como siempre saludé: ¡Hola guapas!.
Silencio absoluto por respuesta.
Intenté falar galego con Mila pero...”Perdona estou liada”.
Entonces cogí el teléfono que sonaba y...”Ponme con algún compañero”.

Era trágico. Todos estaban como confabulados.
Ya no era el chico simpático que había sido toda mi vida. Y la gente como que me rehuía.

Ya sé era un montaje...Una broma...

Partiendo de ese supuesto todo fue mejor. Incluso parecía que ya me trataban mejor.
Y a la noche de ese agotador día: Un mendigo me paró y me dijo: “Hay días que son especialmente malos ¿verdad?.”
“Sí respondí, pero tú y yo le vamos a poner remedio”.
Paré un taxi y le pedí que nos llevara al restaurante mexicano “Tamarindo”, de unos amigos
Allí fuimos muy bien recibidos, a pesar del pésimo aspecto de mi compañero.
Comimos hasta hartarnos y bebimos “pisco” y “magaritas”. De postre dos “Cielito lindo”. Y para rematar dos copas de Tequila.

Y con el último trago de licor, el “fatum” murió para siempre. “Chao nena”, le dije a Ines -propietaria y camarera-.

26 de noviembre de 2015

-Cajero 4-b-

                     Hay que asegurarse de que todo el mundo ha pasado ya a efectuar sus operaciones.
Cuando la intimidad está asegurada, me introduzco en mi nueva casa. Me aseguro de que los cartones estén bien colocados. Y dejo el "brick" de vino en el altar.
Me tumbo, repaso mi ropa. Tengo más en mi bolsa, así que si es necesario me cambio. Pero la verdad es que está toda igual de sucia
Extraigo del bolsillo de mi roído abrigo el librito de “Estefanía”.
“Espero que no vuelvan esos hijoputas”, reflexiona mientras se va quedando dormido.
Y es que la semana pasada, cuatro niñatos con el pelo en punta y decorados con “cruces gamadas” le dieron una solemne paliza,
Ya entornando los ojos mira finalmente la lucecita del monitor y recuerda la luz del puerto que se veía desde su cuarto del piso en el que vivía en A Coruña con su familia. Buenos tiempos. Aún no habían empezado el alcohol y el juego.
“Quien si quiero que venga es ese chico Evangelista. Me trae libros y leche caliente”.
“El que también echo de menos es a Kiko, que insiste en traerme libros de la Promoción Poética de los 50 y también algo de comida. Comida para el espíritu, dice alzando los libros. Y unas barritas de chocolate para el frío”.
Como habeis podido deducir vivo en un cajero 4-B. Me han echado del "Refugio" por beber. “Y cómo no voy a beber con la vida que llevo”.
“Beberé hasta que un buen día...”.
Amigos, Mujeres, Trabajo, Salud, Juventud, no caben en mi mundo.
Y antes de cerrar los ojos imagino: Un mundo sin pobreza, sin alcohólicos, sin mendigos, sin enfermos, sin tanta tanta mierda...
Y por la mañana me dará el desayuno Kiko y acto seguido vendrá el encargado del banco a advertirme que van a abrir y que debo buscarme otro sitio, pues a los clientes les incomoda mi presencia.
Soy molesto, sucio, incómodo. Pero amigos sigo siendo persona.
Tengo deseos, hambre y sed, ilusiones -aunque pocas-, esperanzas -aunque cada vez menos-, sueños. Y sobretodo mucha hambre. "Cada días tarda más Kiko en traerme el desayuno".

25 de noviembre de 2015

-Mi nuevo Fax-

   Todo comenzaría el día tres de octubre de 2015 cuando me senté en el watter del cuarto de baño del piso inferior de mi duplex: Ví que en el rollo de papel higiénico que reposas sobre la calefacción había algo escrito. “Buenos días Kiko...Estaremos en contacto”.
No sé porque pensé instintivamente en los tiempos en que llegaban a la redacción todas las noticias por Fax, no como ahora por e-mail.
Bueno, pero me que dé estupefacto. ¿Quién podía haber escrito eso?.
Les pregunte a mi mujer y mi hija. Y Julia respondió entre bromas: “Ha sido Santi”(Síndrome de Down).
Pero justo cuando conseguí que bajaran a ver lo escrito desapareció como por arte de magia

“¿Ya tan temprano bebiendo?”, dijo Ana a modo de broma.
Pero el caso es que las noticias siguieron viniendo con antelación a las de los periódicos, la rádio y la televisión.
Así predije los atentados islamistas en París y el derribo del avión ruso.

Pero me dí cuenta de algo terrible: Imprimía mi papel higiénico antes de que los hechos hubieran ocurrido. ¿No suponía eso una dramática predestinación?.

Con ayuda de mi primo profesor Kikón, profesor de Derecho e intelectual, juntamos en su casa a varios genios populares, y entre todos analizamos la situación.

La conclusión fue la siguiente: “No estábamos predestinados, sino que simplemente el Fax se adelantaba al tiempo, no lo condicionaba, lo preveía”.

Y a todo esto yo seguía recibiendo los Fax higiénicos allá donde estuviere, no sólo en casa.
Supe con antelación de la película “Una pastelería en Tokio”. Y asimismo sabía con antelación de novedades editoriales.

No tardé en darme cuenta de que debería sacar provecho a mi nuevo Fax, así es que edité una revista “Rúa” de cultura y arte, en la que tenía primicias en cada número. Si bien debido a su limitada edición la magia no transcendía demasiado.

24 de noviembre de 2015

"Sin billete en el bus".

No llevaba la tarjeta del bus, pues la había dejado en otra cazadora. Y suelto sólo llevaba para el café que me tomaba todos los días a las 11.00 horas. Así es que decidí colarme en el bus.
Llego el 14 y subí. Hice como si tuviera el bono en la mano y lo pasé por el lector. Ni cuenta se dio el conductor de mi farsa.
Acto seguido me dirigí hacia el final del transporte urbano.
Y cuando llegamos a la plaza del Pájaro todo cambió. Subió un revisor, con cara de pocos amigos.
“Buenos días” le dijo al conductor.
“Su billete, por favor”, le espetó a un pasajero.
“Bien, gracias”.
“Billete..”. “Billete...”
Y cuando llegó a un adolescente...Éste le dijo: “No tengo billete. Me he colado”.
Entonces el revisor abrió la bolsa que llevaba adherida a su cuerpo y extrajo una ametralladora.
La cargó y le dijo al conductor: “Para, que éste se baja”.
El conductor obedeció, paró y abrió la puerta. Lo echó del autobús y cuando estaba en la calle le disparó una ráfaga que le abrió varios boquetes en la frente.

A esto yo permanecía entre el estupor y el pánico al final del bus.
De nuevo el revisor continuó su chequeo. Ya con la metralleta en bandolera.
Todos tenían billete. Y al llegar a mí...

¡Perdone pero no sé dónde he puesto el bono bus!.
No coló.
Me asió de los pelos y con la metralleta apuntándome me conminó a bajar del bus.
Ya en tierra rogué a dios que no me diera una muerta ta absurda.

Pero...disparó...Y...

Éste fue un capítulo de ensoñación que sufrí el día que decidí colarme en el bus.
Ni que decir tiene que no hubo metralleta ni muerto, pero la imaginación es libre. Y más todavía cuando está sometida a presión.

23 de noviembre de 2015

Un trago con algunos de mis muertos.

                                                             Este fue un sueño buscado.
Muy joven, de veintitantos, era David cuando la muerte vino a buscarlo. Era alpinista y claro...En los Alpes franceses se quedó.
Recuerdo de él escenas entrañables del viaje que compartimos alrededor de la India. Era muy culto y aficionado al Arte. Andaba siempre con gente rara (marginales y demás). Su compañero de cordada en su última ascensión era un ex-presidario.
Me tomaría con él una birra “Cobra” fría y un arroz indio con Chapati.

También se me marcho mi madre Paca.
Era inteligente y sensible, como buen Cabanillas.
Le gustaba la buena mesa y el lujo.
Era elegante y de buena familia -lo cual llevaba con gran orgullo-.
Con ella me tomarías un gazpacho y un rodaballo al horno.

Un “Cointreau” es lo que sin duda me tomaría con mi fallecido tío Pepe, que acostumbraba a tomar al final del día, cuando se relajaba en la terraza de su gran casa malageña.
Aprendió alemán en su casa sin ayuda de ningún profesor. Al igual que informática. Era un autodidacta.
Listo como un ajo. Y muy culto en aquello que le interesaba.

Trataba mucho con gente popular.
A mi tío Luis le gustaba el buen comer y el vino de su “A Estrada”.
Tenía muchos amigos.
Era muy querido por el pueblo y sabía distinguir perfectamente entre un buen pescado y otro excelente. Un buen vino país, tinto sería lo adecuado.

Lo quería un puñao. Era mi hermano, aunque en realidad fuese mi primo.
Ante todo un Cabanillas.
Era médico aunque sin MIR. Trabajaba como facultativo sanitario en un circo, lo cual a mi me causaba grandes risas. Cuidó a Pepe hasta el final.
Y se murió -cáncer de pulmón- de un modo elegante y sin miedo.
Con el me bajaría un batido de helado de Crema Catalana. Muy entendido en literatura clásica.
Delicado y sensible. Era un sol.


Por Kikovacanillas.

20 de noviembre de 2015

-El día que me convertí en perro-

Me desperté, como todos los días a las siete de las mañana. Me picaba un costado, así es que me          rasqué. Pero...Con una pata.
Debo estar soñando, que es todo este pelo...
Salí del cuarto cuya puerta estaba entornada.
Al salir me encontré a mi hija Julia, quien me acarició. Hola guapo!.
Corrí, a cuatro patas para verme en el cristal del despacho. Efectivamente era un perro. Y es más era Xeito, el perro de la familia.
Bajé a desayunar comida de perro. Y asqueado le pedí a Ana que me diese unas galleta..
“Por cierto Julia ¿has visto a Kiko?: Ha debido salir a correr”.
Pero pasó el tiempo y el “pater familia” no aparecía.
Y yo no sabía como hacer para que se dieran cuenta de quién era realmente.
Como gesto desesperado me puse sal lado de mis libros de poesías y con la pata pasé unas páginas.
“Claro Xeito, quieres leer”, me dijo Julia entre bromas.
Pasó toda la mañana y Kiko no aparecía...

Mi inquietud ahora era saber en qué se había convertido Xeito. Porque así quizás desvelaría el entuerto.
Y cuál fue mi sorpresa cuando observé que nuestro periquito se rascaba como Xeito.
Lo saqué de su jaula, con grandes dificultades.
Y una vez liberado por sus movimientos descubrí que efectivamente era nuestro perro.

Pero cómo podía deshacer el entuerto. Si no podía hablar.
Y así fueron pasando los días sin que nada variase.
La policía estaba alertada. Y los vecinos también.
Kiko no aparecía y no aparecería jamás.
Yo no pude sino habituarme a mi nueva vida. Y lo peor de todo es que tenía una amiga medio “meiga” que seguro que podría ayudarme.

Un día vio a casa. Y yo la miré directamente a los ojos. Traté de comunicarle lo que acontecía.
Y ella dijo: “Dejarme un momento a solas con Xeito”.
Fueron muchas las palabras que dijo. Y salió un momento a coger al periquito.
Y cuando por fin abrió la puerta allí estábamos todos: Kiko, Xeito y el periquito.

19 de noviembre de 2015

-Sumidero-

        Por indicación de mi mujer, y siguiendo las instrucciones del fontanero que había venido a casa a montar la ducha, me dispuse a sacar los pelos que atoraban el baño.
Tal como me había indicado el técnico cogí un destornillador de tres puntas. Y desatornillé la tapa. No sin gran esfuerzo retiré la pieza y la coloqué a mi diestra. Quedó al descubierto la que extraje con sumo cuidado, hasta dejar al descubierto un profundo hueco.
Todo estaba cubierto de pelo, tal como había pronosticado Ana. Retiré el cabello y lo tiré por el water.
Coloqué las extraídas junto a la tapa y justo en ese momento solté la goma, que protegía el artefacto, al interior. Sin pensarlo dos veces introduje la mano por el hueco tanteando en busca del objeto perdido. Pero...Nada.
Fue entonces cuando sentí que una mano me agarraba el antebrazo presionando con fuerza.
Intenté retirar mi extremidad pero...¡Imposible!. Estaba atrapado.
No había nadie en casa, aún así grité por si me oía la vecina.
Y en ese momento surgió la voz, que dijo: “¿Quien te ha dado permiso para entrar en mi hogar?”.
No podía creerlo, alguien hablaba desde el interior del sumidero.
“Perdona, no lo volveré a hacer. Pero suéltame”, dije.
“Que así sea”, dijo la voz de ultratumba.
Ya libre respiré aliviado...
Y en ese momento llegaba Ana de las calle.
“¿Has retirado el pelo del baño?.”, me preguntó
“ Sí pero que sea la última vez”.
“¿Y eso?...”.
No te lo creerías si te contara lo que me pasó, pero jamás en mi vida vuelvo a meter la mano en un sumidero.
“En fin Kiko. Tú y tus cosas”. Y por cierto hay que comprar otra goma de protección. Pero yo no la instalo.

18 de noviembre de 2015

-Bricor. Atrapado-

              Me acompañaron mi hermano Javier y mi padre -del mismo nombre- al centro comercial “Espacio Coruña” a comprar una ducha, con la que pensaba sustituir la bañera, que por mi minusvalía me resultaba incómoda para ducharme.
Nos atendió la encantadora Antía, quien nos recomendó un suelo antideslizante, que compramos sin duda alguna. Como estaban muy liados de pedidos tardarían dos meses en instalarla.
El precio era elevado -250 euros mensuales, durante un año- pero me lo podía permitir. Y mi padre me pagaba la mitad.
Así es que un buen día, por la fecha acordada llegaron dos obreros a casa. Y en tres días -con trabajos previos de albañilería para retirar la bañera- me instalaron la ducha. Al cabo de dos días vinieron los fontaneros y finalmente trajeron la mampara.
Ya tenía ducha nueva. Y me disponía a estrenarla. Así es que hice unas flexiones y abdominales para sudar un poco y me introduje en la ducha.
Cerré la mampara -¡en buena hora!- y abrí el agua caliente. Cerré para enjabonarme y un chorro abundante me retiró el champú que sobraba.
La toalla estaba fuera, así es que intenté abrir la mampara. Entonces...
Estaba atascada. Y no abría.
¡Calma!. No hay que ponerse nervioso.
De nuevo, comedidamente, traté de abrir, pero me fue imposible.
Así estuve intentándolo como media hora. Finalmente perdí los nervios y traté de romper la mampara. Con el trágico resultado de golpearme la cara con la susodicha.
Ya sé por arriba. Pero debido a mis 117 kilos no podía subir.
Bueno, ¡esta situación es absurda!.
Ya sé a las 10.00 horas llega María -la doméstica- y ella me sacará.
Sin embargo...Ya debían ser las 10.00 horas y no llegaba.
¡Ah, claro hoy es miércoles, justo el único día de la semana que no viene!.
Ya llevaba más de tres horas en un ambiente muy húmedo, por lo que había comenzado a enfriarme.
Entre estornudos comencé a rezar...
Pero no me sabía el padrenuestro entero. Y además yo no era creyente.
Tuve que dormir en la bañera, muerto de hambre.

Y cuando al día siguiente llegó María, el ruido de la puerta me despertó y...
Todo había sido una pesadilla. Una terrible pesadilla. 

17 de noviembre de 2015

-La huida del kamikaze-

París se tiño de rojo aquel viernes de Noviembre de 2015. Fueron 129 víctimas mortales en venganza por la participación de Francia en la guerra de Siria.
Raúl era uno de los kamikazes en cargados de hacer estallar su carga entre el público asistente a un partido de fútbol. Para ello había sido debidamente adoctrinado.
La única pieza que no encajaba en el puzzle fatídico era Carla: Su novia gallega, hermosa como una madonna.

“Danos nombres o no saldrás de aquí con vida”, le espetó el policía parisino al tiempo que le propinaba una patada en los testículos.


Con sus padres iba todos los domingos a la mezquita. Él era musulmán como sus ascendentes pero parisino de nacimiento y con mucha familia en Madrid -de ahí su nombre-.
Especialmente su padre le había introducido en el Estado Islámico. Y siempre le decía que cuando llegase el momento del martirio no tenía nada que temer porque pasaría a mejor vida.
Un auténtico “come cocos” ejercían sobre el en su casa y sus amigos, quienes se mostraban orgullosos de que Raúl hubiese sido elegido por el Estado Islámico para un reciente atentado, del cual obviamente no sabían nada. Que no tuviese antecedentes policiales jugaba a favor de la nueva encomienda.

Le habían colocado una manta muy fina sobre la boca. Estaba atado a una silla. Y vertían agua con una palangana sobre su boca, impidiéndole respirar. Cuando estaba a punto de fallecer por asfixia le retiraban el agua.
¡Dinos quienes son tus jefes!.

Todo había comenzado cuando movido por su padre y amigos se ofreció para irse a Siria para defender allí al Estado Islámico.
Finalmente se echó atrás, lo cual enojó sumamente a sus tutores. Quienes no dudaron en encomendarle la referida nueva tarea.

Y es que cuando se vio libre de sus vigilantes entró al estadio por una puerta y en vez de inmolarse salió por la entrada contraria. La imagen de su novia presidía toda la operación. Ello unido al hecho de que morirían decenas de inocentes. Ningún dios podía querer eso...Justo al abandonar el estadio la policía le detuvo al percibir un sospechoso bulto bajo su camisa. Efectivamente eran los explosivos.

La batalla había acabado mal. Muy mal, aunque su padre no estaría de acuerdo y le diría que era un orgullo ser mártir de la causa musulmana.
“Carla, ayúdame”, trató de decir al tiempo que se obstruían definitivamente sus vías respiratorias.
                                                      por kikovacanillas
   

16 de noviembre de 2015

“Mi otra vida con el Estado Islámico”.

          Era viernes 13 de Noviembre del 2015. Y a la noche escuché en la televisión que París sufrió un atentado islámico que había provocado 150 víctimas mortales, que luego fueron 129.
La autoría recocida fue del Estado Islámico, que trataba de vengarse de la participación de Francia y Bélgica en la guerra de Siria.
En un principio se habló de un español fallecido. Pero luego pasó a hablarse de cuatro. Y finalmente sólo de uno.

El caso es que yo había estado a punto de viajar por aquellas fechas a París, para asistir a una exposición de Van Gogh en el Louvre, pero al final desistí.
El atentado había sido triple: Tres kamikazes en el Estadio de Francia, en la Sala de Conciertos Bataclán, y finalmente en varios bares y restaurantes.

Cuando estaba bajo el efecto desconcertante de las noticias de París, sonó el timbre de la puerta.
Con buena presencia y un corte de pelo continental, nada en su aspecto me hizo desconfiar. Así pues lo deje pasar y le pregunté: “¿Con quien hablo?”.
“Soy Belcebú y vengo a hacerte una oferta que no podrán rechazar. Bueno a imponerte”, me dijo.
“Perdona pero no estoy para bromas”, señalé al tiempo que cerré la puerta.
“Tu madre quiere hablar contigo kiko”, gritó.
Volví a abrir la puerta y le dije que esa broma carecía de sentido. Y que mi madre había muerto hacia cuatro años.
"Sí, lo sé. ¿Quieres hablar con ella?...Bueno luego".

Verás Kiko tengo el poder de rebobinar vuestras vidas. Y lo que puedo hacer es enviarte a París. Hay en este momento tres españoles muertos que aparecerán en breve. Pero luego se verá que se trataba de un error. Mi oferta es la siguiente: Véndeme tu alma y yo haré que tu seas uno de esos españoles resucitados. Niégate y sólo resucitarán dos.

Por cierto no existe dios. Tan sólo el espíritu, pero no está capitaneado por ninguna figura religiosa, ni Alá, ni Yahvé ni Dios.

Además que sepas que si me vendes tu alma podrás pedirme todo lo que desees en esta vida y te será concedido, dentro de límites razonables, y sin que intervengan terceras personas.

Acto seguido sometí a mi invitado a pruebas que atestiguasen que efectivamente venía del más allá. Y pasó las pruebas con sobresaliente.
Para concluir tan sólo diré que me convertí en un auténtico sabio y que tanto yo como mi familia vivimos rodeados de riqueza y conocimiento.
Yo además conseguí darle la vuelta a la tortilla: Logré que mi ONG contase en sus filas con el “daimon”, aún sin saberlo.
“Bueno y ahora ¿puedo hablar con mi madre?. 

13 de noviembre de 2015

-Entro en el Nirvana-

                “Kiko no te preocupes eres perfectamente capaz de coger un avión. Es sencillísimo: Localizas el cartel que reza “Madrid” y lo sigues. Llévate una bolsa y así no tienes que facturar. Hace ya más de veinte años que tuviste el accidente. Y estás plenamente recuperado”, me dijo por teléfono mi hermano Javier.
“Sí pero también desde hace veinte años tengo una minusvalía cognitiva y de movilidad. La teoría es muy fácil: En fin, me atreveré”, respondí.
Así pues llegué en autobús al aeropuerto de A Coruña -pues desde mi accidente no conduzco, y mi religión me impide los taxis-...Estaba lloviendo.
Iba, según el consejo, con una bolsa por todo equipaje. Entré y me fijé en los carteles: A Coruña-Madrid, sale en veinte minutos.
No hubo ningún problema.
Me acomodé y estaba volando destino a la capital
Pasé un fin de semana maravilloso en casa de mi primo Enrique. Y pude asistir al congreso de ONGs, lo cual era el verdadero motivo de mi viaje.
Llegó el domingo y, aunque mi primo me quiso acompañar, fui sólo al aeropuerto.

Cómo cambiaba todo. De entrada había que dirigirse a “Salidas”, edificio que era idéntico al de “Llegadas”. Una vez dentro todo eran carteles luminosos e indicaciones digitales.
Cuando me dí cuenta estaba rehuyendo las indicaciones por puro pánico. Paseaba la vista por ellas sin intención alguna de leerlos.
Me comí las uñas: Los dedos también.

Y de repente vi un duende de gorrito rojo que me decía: Por aquí Kiko. Ven por aquí, abriendo una pequeña puerta que comunicaba con las pistas de aterrizaje.
Ese es tu avión. Y este cochecito te llevará hasta él.

“¿Sabes cómo se llama esta puerta?”, me preguntó el duende.

“Nirvana”, se respondió a sí mismo.

Como os podéis imaginar ni el duende, ni el Nirvana...Y el servicio de atención psicológica del aeropuerto fue muy eficaz. Ni que decir tiene que perdí mi vuelo...y temporalmente mi salud mental.

11 de noviembre de 2015

-Hablar a una planta-

Llegué a A Coruña ayer, después de pasar un fin de semana en Madrid, con mi mujer y mis hijos. Espléndido.
Antes de subir me tomé un par de cervezas, para entonarme, que acabaron tres “bocks”.
Y cuando llegué al piso dieciseis en el que vivo, fueron apareciendo todos mis amigos: Los duendes, los muertos, los enemigos, los inmigrantes...
Así es que entré en la casa. Y allí estaba ella... Haciendo su justa función clorofílica.
Verás “lechuga” -así la llamo- vengo triste por haber tenido que dejar a mi hijo Santi en la capital.
Estaba tan guapo como siempre o más. Sigue prácticamente sin hablar el muy cabrón y ya va a hacer trece años. Comprendo su postura existencial. Pero no hay que ser tan radical.
Pues si “lechuga” he pasado seis días si escribir y lo hecho muchísimo de menos.
Y a ti...¿Te ha regado bien María?.
En fin que el retorno del separado siempre es fuerte. Mi ex estaba preciosa. Y fuí a cenar a un mexicano con mi “hija-mujer ya” a un restaurante mexicano: “Méjico Lindo”, donde pude comprobar horrorizado como el camarero le echaba los tejos a Julia.
Verás “lechuga” no es que me importe que se quieran ligar a la joven, lo que me disgusta es la “futilidad existencial”. No hace nada la estaba paseando en carrito por el paseo marítimo.
Me refugiaré como siempre en la lectura. Ella nunca me falla.
Y cómo no platicaremos largo y tendido tú (lechuga) y yo.
Hoy, según acabe en el médico: Me lesioné una costilla en una caída que tuve antes de irme a Madrid, comenzaré a trabajar en Ecos do Sur. Mi nueva familia son los inmigrantes.
Además tiene la inmensa ventaja de que todos ellos están mucho más jodidos que yo. Lo cual alivia.
Y ahora sin coña: Los quiero muchísimo: Son mi gente.

10 de noviembre de 2015

-Caída vía tren-

Iba de finde a ver a mis hijos a Madrid, así es que cogí un tren que, desde las 22.30 horas hasta las 8,05 horas, me tendría inmerso en un contexto metálico y ruidoso en el cual sin duda alguna miles de ideas pariría mi alma. Como siempre llevaba mi libretita de cuero y un boli dispuesto a registrar todo cuanto pudiere surgir.
Como ya sabeís soy un recién separado y estoy por ello francamente inestable.
"Tren destino Pontevedra, Vigo, A Coruña, número 158, embarquen por vía 7", rezaba el cartel.
Me dirigí a mi compartimento, pero antes de subir nació en mi un relato, así que cogí el boli y la libreta y me dispuse a escribir. Anoté la idea central, y cuando ya me iba a disponer a guardar la libreta y el boli, un movimiento en falso hizo que mis notas cayeran a la vía.
¡No, mi relato!, dije al tiempo que saltaba a los railes. Cogí la libreta y cuando me disponía a subir me dí cuenta de que no era en absoluto fácil el ascenso.
 ¡Dame la mano!, me dijo un señor. Me asió con fuerza. Y...cayó de cabeza a la vía.
Acto seguido el individuo salió aupándose con las dos manos. Yo no podía hacerlo por mis 117 kilos.
¡Señor que viene un tren, salga de ahí!, me increpó un pasajero.
Me quedé petrificado. No veía por que vía circulaba el tren. Y por lo tanto no sabía donde me debería poner para evitarlo.
¡Piiii....!. Mis hijos...Mi ex...Mis hermanos...Mis inmigrantes.
Y el tren pasó subitamente por la vía de al lado. Acto seguido vino un ordenanza con una escalerilla. Y pude salir de ese infierno.

9 de noviembre de 2015

-Separado en Madrid-

Mi primer fin de semana de padre separado en Madrid transcurrió con total normalidad.
A Coruña quedó atrás y tuve el privilegio de acudir con mi hija Julia -de 18 años- a “Bodas de sangre”, de Lorca, en el teatro independiente Karpa. Una maravillosa cena en un restaurante mejicano con mi hija en la que el camarero, cuando fui al baño, le entregó a Julia una tarjeta con su teléfono.
Y yo comprendí que la niña con la que paseaba por el Paseo Marítimo de A Coruña ya había muerto para dar paso a una fantástica mujer.
La magia del tren, esta vez ya en coche cama, y el vermú de barril, fueron también parte de la magia de este viaje.
Y para concluir el viaje fuimos mi mujer, Santi y yo, a la cuesta del Mollano, donde compré tres libros por veinte euro: Poesía japonesa, uno de Alfonso Reyes y Poesia surrealista francesa.
Aunque me trato de maravilla, sentí unos inconmensurables celos de mi suegro, quien de la noche al día se ha quedado a vivir con toda mi familia. Y sobre todo con Santi, a quien para colmo le paga toda la comida. Aún si fuera un “ijoputa” me lo pondría más fácil. Pero que va se preocupó el buen hombre de que tuviese en la mesa un plato de Migas Extremeñas, que me gustan más que mi vida.
No pude ver a mi primo-hermano Enrique porque se le está muriendo el suegro. Y tuvo que atender tanto a su suegro como a su mujer, quien naturalmente estaba muy baja de ánimo.

4 de noviembre de 2015

“Informática para todos/as”.

En el primer fin semana de octubre decidí viajar a Madrid a celebrar mi cumpleaños en compañía de mi mujer -separada- y mis hijos -Santi y Julia-. Saldría el viernes por la mañana y volvería el domingo a la noche.
Mi mujer me dijo que no me preocupase porque me haría llegar los billetes por “mail”.
¡Que no me preocupase...! ¿Cómo coño se sacan unos billetes que te envían por “mail”?.
Ya sé, se subraya todo y luego se abre el Open Office y se da el Copiar y Pegar. Yo creo que la teoría es esa.
Así es que el jueves por la tarde, cuando me comunicó mi mujer por mensaje en el móvil que ya me había enviado los billetes, de ida y vuelta, para el viernes y el domingo, me dispuse a imprimirlos.
Encendí el ordenador. Y de repente un cartel: “Enciende el altavoz besugo”.
Hice caso al misterioso mensaje y encendí los altavoces...
“Bien ganso -dijo la voz del altavoz- te daré instrucciones: Localiza el mensaje de los billetes y subrayaló todo. Copialó. Ahora minimiza y abre el Open Office. Abre texto”.
“Ya estamos acabando -prosiguió-, pero espera que me voy a tomar un café. Mientras no toques nada”.
Al cabo de diez minutos... “Colócate en el texto de Open Office y Pega -botón izquierda-. Ya te ha quedado el texto en un documento Open Office, que puedes imprimir cuando quieras”.
“¿Te resultó muy complicado?”, me dijo el duende.
“No, me resultó muy sencillo, siguiendo tus instrucciones. Pero ahora tengo una dependencia informática sólo de mi mujer sino de un duende. ¿Cómo explico yo esto a mi familia y amigos?.
Oye y también ¿me puedes ayudar a redactar?. Sería fabuloso y nadie conocería mi secreto”.
“Ni lo sueñes. El Arte de escribir lo has de buscar dentro de tí. Yo te ayudaré en operaciones cotidianas y absurdas desde el punto de vista espiritual”, sentenció.

Al final fue todo más fácil. Imprimí los billetes desde Archivo. Y ya está. Y tu duende vete a marear a tu puta madre.

-Asegurando mi vida.

Estaba haciendo un trabajo de presupuestos para asegurar los locales comerciales y pisos de le empresa inmobiliaria familiar, cuando de repente, tras cuarenta minutos de trabajo leo: -”Si su mujer le abandona nos hacemos cargo. Y de los niños también”.
-“Bueno de los niños no haría falta -pensé- pues se han ido con la madre”.
Pero...”Qué hago hablando de un tema tan personal con un ordenador”, reflexioné.
-“No te preocupes Santi está yendo a uno de los mejores centros educativos que hay en España para Síndrome de Down. Y Julia triunfará en su carrera de Derecho”.
-”Tienes razón. Y además yo tengo libertad y tiempo para escribir”, maticé.
-Pero, ¿qué hago?...
-Estoy hablando con un ordenador.
-“Sí, estas conversando conmigo”, dijo. “Pero no me digas que no te gustó cuando Julia te dijo que había salido de copas por Malasaña. Y que había ido al Reina Sofía”.
Julia está en un piso con tres amigos y pasará probablemente los mejores años de su vida. Además se está formando en Derecho...
-“Bueno plástico. Y tu que opinas de que estudie también Periodismo, en una doble titulación”, pregunté.
Acto seguido la pantalla se cubrió con esta respuesta: -“Periodismo es una carrera muy fácil. Y Julia tiene capacidad más que de sobra para estudiar las dos, pero...También está estudiando la carrera de la vida. Y debe tener tiempo para ir a museos, cines y teatros. Así como para aprender idiomas y viajar. Que ponga en orden sus deseos y si tiene tiempo que estudie Periodismo. Pero no como prioridad”, me dijo el Samsung.
-“Coincido plenamente contigo. Y así se lo haré ver a mi hija”, afirmé.
Y en ese momento miré la hora. Y eran las cuatro de la mañana, cuando me dí cuenta de que llevaba treinta minutos absorto mirando al ordenador...Y me había imaginado que éste me hablaba. Pero en realidad era un soliloquio conmigo mismo. Y sobre todo mucho cansancio.
Bueno, lo pactado; escribo para la familia, leo poesía y me voy a trabajar a Ecos do Sur, donde esperan ansiosos mi habitual comunicado para colgar en el blog.


2 de noviembre de 2015

-El cuarto mágico-

                   Lamas (Santiago de Compostela). Puente de Octubre de todos los Santos.
Llamo a mi padre y me autoinvito a pasar unos días en el cuarto de invitados de la planta baja de su hermosísima casona gallega. El primer día que llego -en tren desde La Coruña- me instalan con total comodidad y paso el día leyendo con mi pater familia en la sala de lectura ubicada en un cuarto adyacente al comedor. Hay dos sillones para leer: Uno con un flexo maravilloso -el de mi padre- y otros con una lámpara rústica y suficiente.
Casi dos horas de lectura, visionado de la televisión. Y a dormir a las 23.00 horas.
Me despierto y en un duermevela trato de encontrar el despertador. Fracaso.
No sé donde estoy ni que hora es. Al tocar la cama continua a la mía descubro que no estoy en casa de La Coruña.
Según me voy despertando, caigo: Estoy en Lamas.
Toco la pared en busca del interruptor...Nada.
Me levanto y recorro con la mano la pared granulosa en busca de la luz.
Así palpo más de diez metros. Pero...No salí de la habitación. ¿O sí?.
Sospecho que estoy en el pasillo pues siento al tacto los cuadros que éste alberga.
En esto, encuentro un manubrio y se abre una puerta. Paso dentro.
Muebles. Sospecho que estoy en el “Cuarto mágico”; donde, según María -la doméstica-, ocurren episodios fantásticos promovidos por las meigas.
Dejo atrás el mobiliario y entro en un espacio vacío.
Hay una cama. Toco un cuerpo.
Una luz velada se enciende...”¿Quién es usted?”, me pregunta un hombre de grandes bigotes
“Soy el hijo del propietario de esta casa”, contesto.
“Yo soy el propietario y no tengo hijos”, replica.
“Vuelva usted por donde ha venido o llamo a la policía”, me amenaza.
“Y así fué”. "Regresé".


29 de octubre de 2015

“Santiago Suárez-Vence Pérez”

                                                              Tu tamaño. Lo que ocupas.
Olor a niño bueno.
Sabor a galleta.
Andas como Charlotte y ríes como Sarnoso.
Querido por tus amigos.
Y yo me seguiré declarando una y mil veces.
Porque me gustas todo: Tu pañal, tu nariz, tu boca, tu sentir, tus amores, tus perros, tus helados...
Pero lo que más. Lo que más: Santiago Suárez-Vence Pérez.
Un reto. Un amigo.
Formarás parte del “Club de los diferentes”.
Crecerás y me harás viejo y sabio.
Y cuanto más sabio más cuenta me daré de lo fundamental que es quererte.
Eres “Santi” famoso en el barrio entero por tu espontaneidad y simpatía.
En las tiendas cuando voy contigo me regalan constantemente productos.
Y tu, aún sin darte cuenta, les brindas una sonrisa.
Aumentas la temperatura ambiente allá donde fueres.
Te haces querer y obligas a todo el mundo a vivir con amor.
Triunfas en toda reunión familiar en la que fueres.
Tus temas son los fundamentales. Y comparados con ellos todo es futíl y prescindible.
Casi no hablas pero te haces entender. Gesticulas, imitas.
Y ya de mayor seguirás siendo maravilloso.
Te librarás del pañal. Hablarás mejor. Te harás querer más a cada día que pase.
Y sobre todo seguirás siendo mi hijo. El hijo de Kiko y Ana. Hermano de Julia.

28 de octubre de 2015

-”Mail” desde la muerte-

                           Cuando volvía al trabajo de periodista en La Voz de Galicia de Santa Eugenia de Ribeira desde Extremadura, vía Madrid, en el puerto de Piedrafita de León un camión pierde los frenos y me golpea frontolateralmente, causandome un traumatismo craneoencefálico. Mi mujer resultó ilesa milagrosamente.
Fui trasladado al hospital de León, donde me ingresaron en la UCI.
Llegó mi familia desde Santiago y Madrid, justo a tiempo para que el médico les comunicara mi fallecimiento.
A penas rebasaba los treinta años y dejaba toda una vida por delante.
Mi mujer regresó a Madrid, donde viviría con sus padres.

Y un buen día sus gritos y suspiros hicieron que Pepe -su padre- entrase repentinamente en su cuarto “¿Qué pasa princesa?”, le preguntó.
“Mira, lee en el ordenador”: “Soy Leopoldo y quiero que sepas que estoy bien. Seguiremos en contacto. No se lo enseñes a nadie o me bloquearán la comunicación”.
“Leopoldo es un sinónimo que utilizaba Kiko en sus escritos literarios”.

“Seguro que e una broma de mal gusto. Iremos a la policía”, destacó el pater familia

“Dime tu correo”, pidió Ana dándole a “Responder”.

“No te puedo dar mi correo porque no lo tengo. Comunicaté conmigo dándole siempre a “Responder”.
“Bueno te voy a contar: Aquí vivimos los que hemos muerto hace poco a la espera de ser juzgados por el “Todo”. Y según hallamos alcanzado un nivel determinado de desarrollo espiritual en la tierra aquí podremos darle continuidad”, firmado: Kiko.
“Añado: Por favor envíale mis “mail” a mi primo Enrique. Él lo entenderá.

Ana sin embargo le envió los “mail” a sus hermanas. Y Paloma, la segunda más mayor, no tardó un ápice en hacerselo llegar a la policía, quien le aseguró que sus técnicos en informática descubrirían al simpático en cuestión.

Pasaron dos meses, y la policía le comunicó a Ana que era imposible descubrir quien era el usuario que envió los mensajes pues su nombre estaba encriptado

Y tras otros sesenta días, Ana recibió el siguiente correo:
“Te pedí que no lo enseñases y no me hiciste caso. Fui castigado por ello. Y además hasta hoy no te he podido escribir.
Bueno, que sepas que voy a ir a la tierra esta semana. Me reconocerás porque lo haré en el cuerpo de un mendigo. Estaré sentado en la puerta de la iglesia que está al lado de tu casa. Pidiendo. El domingo”.
De nuevo Ana sufrió un ataque de nervios. Y decidió llamar a Enrique.

Quedaron en su casa. Y Ana le explicó todo.
“Iré contigo el domingo a la iglesia”, le dijo Enrique.

Llegó el domingo y Ana y Kikón se dirigieron a la iglesia.
Al llegar, efectivamente había un mendigo a la puerta. Kikón le preguntó: ¿Cuál es tu poeta favorito?, “Leopoldo María Panero”, contestó. “Es Kiko”, sentenció Enrique.

27 de octubre de 2015

-Amor tras el fin-

“Déjame sólo un rato con él”, dijo Ernesto a su mujer en el camposanto en el que acababan de enterrar a su hijo.
Los Síndrome de Down son un 40% de ellos cardiópatas. Y Bruno, tras una operación que parecía haber resuelto su deficiencia sufrió una galopante arritmia seguida de un infarto de miocardio que le costó la vida.
Lo enterraron en Madrid, pues allí vivía con su madre. Ernesto fue desde La Coruña.

Ernesto tras mucho reflexionar había tomado una decisión: Cortarse las venas al pie de la sepultura de su hijo. Y así acompañarle donde quiera que fuera. Nadie lo comprendería, pero Ernesto era profundamente espiritual. Nada acababa con la muerte terrenal. Y Bruno había cambiado de contexto.

Su olor, su sabor...

La mujer de Ernesto algo sospechó. Y es por eso que le pidió a Enrique que fuese a hablar con Ernesto.

Así lo hizo y cuando vio el charco de sangre, le dijo a Ernesto: Vamos al médico por favor.
“No contestó Ernesto. Dentro de quince minutos estaré con Bruno. Respétalo”.

Y, aunque lleno de dudas, Enrique lo comprendió y no le dijo nada a Ana, quien acabó acercándose a Ernesto cuando vio que este estaba tumbado en el suelo.

Todos subrayaron que Ernesto era una persona claramente desequilibrada y que no era de extrañar lo que había hecho. Tan sólo Enrique no sólo lo comprendió sino que le dio envidia. 
                                                           por kikovacanillas

26 de octubre de 2015

-Domingo negro-

Sobre la una me disponía a mandarle a Alfredo -actual presidente de Ecos do Sur- un correo en el que, con máxima corrección, le pedíamos a Amancio Ortega parte del dinero que le sobra.
Todo listo. Y ya iba a cocinar cuando “Introduzca la contraseña...”.
¡Pero bueno, qué contraseña!. Será “torveo”... “Contraseña no válida”.
Decidido a arreglar todo antes de cocinar-comer, entré en “smtp” pero una serie de preguntas técnicas absurdas me hizo desistir. Bueno ¡llamaré a Patxi!.
Y justo en ese momento al ir a mover la cortina nueva para evitar el sol en la pantalla se cae la referida al suelo, al tiempo que aprecio que la que cubre el techo se ha desencajado.
Desesperado miro en el móvil la hora. Y...se me ha retorcido el lateral de la funda. Decidido y cabreado arranco el susodicho plástico
Llamo a Patxi y le pido auxilio: Vendrá sobre las cinco.
Aunque al final no pudo venir hasta el lunes, ¡Cómo no!
 Entre tanto se desatornilla la cortina del techo. ¡Inaudito!.
Fui al trastero y cogí un destornillador, que no valía por ser demasiado gordo. A la segunda acerté pero sólo pude apretar un poco. Caerá sin duda y probablemente hoy.
Descolocado redacto este texto para pedir ayuda espiritual a mis compañeros escritores. Y sin más me voy a tomar un wisky, aunque seguro que me caigo en las escaleras...
Y cuando me iba a ir, le dí a “Guardar”...”¿Desea cambiar el nombre de archivo?”. “¿Qué, puteando?”.
Bueno a todo esto ya son las cuatro y todavía no he comido. Me haré unos huevos fritos con arroz. Es sencillo. Aparentemente.

Vuelvo de ingerir mi JB con hielo. Y recuerdo con horror que se me rompió la yema de un huevo; y la otra se me espachurró. Y os lo juro que soy buen cocinero. Pues no...¡fallo de aprendiz!. Gracias a dios que no me quemé con el aceite a lo bonzo. Pudiera ser peor...¡No he dicho nada!.

Ya el lunes por la tarde -desaparecido el “fatalismo”- vino el bueno de Patxi a casa y me configuró el correo además de enseñarme a pasar el antivirus Norton. Por suerte no había comido así que le obligué a degustar un plato de lentejas, una empanada de bacalao y un bizcocho casero.

24 de octubre de 2015

-Mi vida sin Santi-

Nació con una escandalosa polidactilia -seis dedos en cada mano-
Muy normal en Síndrome de Down
Paseos por el paseo marítimo, parando a comprar helados

Ama a los perros y los estruja...
Siente por mi un amor pornográfico: Me besa en la boca con lengua. Exactamente igual que aquella novia irlandesa que tuve.
Tiene todo por hacer.

Asiste a un colegio fabuloso en Madrid, donde vive con mi mujer.
Y yo mientras en A Coruña, recordando...
Crecerá con su discapacidad tan hermosa como él.

Integración es su meta. Ya tiene amigos inseparables.
Y hay una chica con Síndrome de Down que lo adora y lo achucha constantemente. Te comprendo hija. Es mayor, y Santi le saca una cabeza.

Y que será de ti cuando yo no esté, ni tu madre tampoco. Pues con la familia...Tu hermana.
Y hay centros donde te querrán mucho.
Pero sobretodo agárrate a mi Amor. Es eterno.

Todo me lo das. Todo me lo quitas. Santiago eres grande.
“Tendrá amigos, tendrás amores...”, decía aquel poema.
Y yo cuando te vayas a dormir, te recitaré las poesías más hermosas, aunque no me veas.

Eternamente niños...
Tan afectuosos. Aún sin ser conscientes...
Vuestra discapacidad es vuestra bandera. Y yo la sostengo en las mas duras batallas.

Te enamorarás. Y aunque en otra dimensión espiritual el Amor te trastornará como a todos.
Te sientes querido. Así será toda tu vida.
Porque eres dulce sin resultar empalagoso.
Te haces querer.

Y para que un día lo leas: SANTIAGO TE ADORO. Y te echo mucho de menos.

23 de octubre de 2015

-Diario de un separado-

El viernes despierta en mí a las siete de la mañana con el sonido estridente del despertador, que insiste hasta que yo me decido a apagarlo.
Tras el desayuno -café y galletas de fibra- leo la prensa por Internet: La Voz de Galicia, El País, La Opinión y el Mundo.
Publico un relato en “tustextos.com”.
Salgo a la calle sobre las nueve y media. Y me dirijo a Ecos do Sur en el 14.
En mi ONG redacto un comunicado sobre un proyecto educativo en el que se incluye nuestra empresa humanitaria.
A la vuelta recargo la tarjeta del bus y sacó dinero del cajero, donde compruebo que mis esfuerzos ahorrativos están dando espléndidos resultados.
Me dirijo a la tienda de ultramarinos del barrio: Carmen, y compro tomates, queso, membrillo y plátanos. Luego voy al Carrefour a comprar cerveza Alhambra y helados.
Llego a casa sobre la una y media. Me preparo un vermú y me dispongo a preparar un arroz con tomate. Cocinando los vermús se disparan, y los acompaño con un poco de queso. Manjar que también tomaré de postre con membrillo.
Como tortilla de patatas y arroz escuchando las noticias de la cuatro, que es la primera. Después oiré la cinco, la gallega y finalmente la uno.
Tras los telediarios reposo en un duermevela unos treinta minutos.
Tras la siesta leo un rato a Kundera “La insoportable levedad del ser” y escribo un “mail” a Kikón, que será finalmente el artículo “Diario de un separado”.
Leeré, leeré, quizás de un paseo hasta la biblioteca. Puede que vaya al cine, aunque no creo, ¡Es carísimo!. Y como en cada momento pensaré obsesivamente en mi hijo Santiago: Síndrome de Down.
Ya lo he decidido: No al cine y no al paseo hasta la biblioteca. Leeré, leeré, leeré...

21 de octubre de 2015

-Esquina mágica-

Ya me habían hablado del lugar. Pero yo obviamente no daba crédito a lo que consideraba una mera fantasía.
Aún así fui un día a comprobar la falacia: Me dirigí en autobús local a El Portiño.
Ya en el lugar, y siguiendo las instrucciones, llegué al fantástico sitio: Era una calle destartalada y la esquina la hacían una cochambrosa vivienda y un almacén. Me coloqué en el lugar indicado. Asimismo, siguiendo las instrucciones dije: “Satanás tómame”.
Y como por arte de magia desaparecí.
Yo lo que veía ahora a mi alrededor era una oficina, plagada de trabajadores.
Yo estaba trabajando frente a un ordenador.
Nadie extrañaba mi presencia: De ello deduje que yo tenía una doble vida.
Con preguntas, muy indirectas, traté de descubrir dónde estaba: En una oficina de la ONU.
El infierno al que había sido trasladado era nada más y nada menos que la Organización de Naciones Unidas
Pronto desvelé que muchos eran los tratados internacionales que tramitábamos. También había un ordenador dedicado a conflictos armados y otro a países en desarrollo.
Tanto en un tema como en otro buceé a fondo. Y no tardé en comprender que siempre se protegían los intereses de los miembros de la OTAN y la ONU.
Y ello se hacía hasta límites tecnológicamente cuestionables.
Sí ciertamente había sido trasladado al infierno.

20 de octubre de 2015

-Enseñando a Gitanos-

Hace aproximadamente quince años, fecha en la cual mi recuperación físico-psíquica, del acidente sufrido que casi me costó la vida, estaba en sus primeros estadios, decidí ofrecerme de voluntario en el Centro Social Labañou para dar clases a niños de apoyo escolar. Mi solicitud fue aceptada y empecé mi tarea con diez o doce menores.
Mis alumnos eran mayoritariamente gitanos, aunque no todos, como un hijo de un preso y otro hijo de una prostituta.
Para mi recuperación fue fantástico el trabajo, pues me mantenía activo intelectualmente y tenía en fin una actividad maravillosa.
Pronto no tardé en tener fama entre los profesores del centro de buen profesional.
Lo que siempre consideré fundamental fue la empatía y mantener el afecto vivo, con el fin de ofrecerles una alternativa al infierno que muchos de ellos vivían en sus propias casas.
“Enseñar es querer”, me decía constantemente.
Qué le voy a enseñar yo a un chaval que ve como la chatarra que venden sus padres gitanos no les llega para comer todos los días. Y que tiene un hermano que trafica con droga todos los días en el Portiño. O a un hijo de una prostituta, quien regresa a casa y se quita las medias entre suspiros de decepción por no haber conseguido clientes ese día.
Tampoco había ninguna enseñanza que transmitirle al hijo de un preso, quien iba con su madre y sus hermanos cada quince días a ver a su padre a prisión.
Pero hubo un día que ocurrió un percance fatal: Habían terminado las clases y yo me dispuse a salir, pero cuando me disponía a cerrar la puerta tras de mi, noté una violenta presión que me impedía tal acción. Miré y era mi alumno hijo de preso que se me oponía.
¡Deja esa puerta!, exclamé entre empujones.
Y nada, seguía el chaval empujando...
¡Me cago en Dios. He dicho que dejes la puta puerta!, exclamé. Había un profesor conmigo en la clase, con cual mi perdida de compostura quedó en evidencia.
Me marché, pero al llegar a casa -vivo cerca del centro- comprendí que debía disculparme. Regresé y le pedí perdón tanto al alumnos como al profesor.
Seguí el resto del curso, pero no tardaron en comunicarme que para el año sólo iban a coger de voluntarios a profesores con título. Por lo cual prescindían de mis servicios.
Fue entonces cuando comencé mis clases de español con inmigrantes -que ya había dado con anterioridad-. Y hoy llevo veinte años atendiendo a este colectivo.

19 de octubre de 2015

-Desaparecido-

Decidí con mi vecina Ana María que daríamos clases de gallego en casa. Y a tal fin contratamos a Eva, quien nos vendría a casa todos los jueves para introducirnos en la lengua de Rosalía de Castro.
Pero un día que Ana María no pudo venir, Eva -que así se llamaba la profesora- me dijo que me tenía que hacer un ofrecimiento que me iba a sorprender: Un viaje en el tiempo, gracias a la magia de una amiga suya que era “meiga”.
Entre risas le dije que sí, porque no tenía nada que perder. Y la verdad es que me resultaba divertido.
Así es que un buen día vino Eva a casa con su amiga “meiga”, Maruxiña, quien entre conjuros hizo una “queimada”. Y yo sin más desaparecí de la mesa. Y de mi casa. Y del presente.
Pasaron los días y ante la extrañeza de no verme Ana María denunció mi desaparición.

Esto es que yo me vi de repente en una palloza de O Piornedo, según descubrí tras interrogar a mis vecinos, quienes no se extrañaron en absoluto de mi presencia. Hablaba gallego como nunca y también me fue revelado que era agricultor.
Mis conocimientos del campo eran muchos y pronto comprendí que éramos comunistas.
Así es que al día siguiente teníamos una reunión de mi equipo en mi palloza.
Encuentro que se vio interrumpido por la aparición de la guardia civil, quien nos detuvo y nos llevó arrestados a la cárcel de Lugo.
Allí anunciaron que nos iban a fusilar.
Llegó el día de mi fatal destino.
Estoy en el paredón. Cierro los ojos y me concentro.
Siento un fuerte dolor en el pecho y...

Me despierto en la casa de A Coruña en el 2015, junto a Ana María y Eva. 

18 de octubre de 2015

-”Taj Mahal”-

Un domingo de mediados de octubre me dirigí yo al restaurante "Tamarindo" después de constatar con horror que para los pollos asados había que esperar hasta las 15.00 horas. Pero ¡No!. El méjicano estaba cerrado. Así es que anduve de frente unos cinco metros y vi el restaurante indio “Taj Mahal”. Sin dudarlo entré y me acomodaron en una mesa del fondo desde la cual sólo podí ver parte del restaurante.
Pedí la carta y observé con dolor que los innumerables nombres indios me eran del todo extraños e incomprensibles. Pedí al camarero consejo y finalmente me decidí por “Pollo especiado en salsa de yogurt”, acompañado de arroz blanco y con “Nam” -pan indio-. De beber cerveza “Cobra”.
Me trajeron a la mesa el “Nam” y el “arroz, acompañado de una pequeña fuente con una velita debajo para mantenerse caliente. Yo pensé que era salsa para el arroz, pero pronto descubrí que se trataba del plato de pollo.
En ese momento entraron una pareja acaramelada y una joven dubitativa y hermosa.
Ocuparon la única mesa que estaba a mi vista. Por lo cual pude observarles detenidamente: Él era vulgar y merengoso. Y su novia era apetecible y risueña. Eva -así la bauticé- era sexual y simpática.
Entre bocado y bocado pude comprobar que Eva desplegaba una voracidad exenta de todo pudor por su amiga, quien no paraba de bromear con su novio.
Y cuando yo devoraba un trozo de “Nam” ocurrió: Con el pié cuyo zapato se había descalzado previamente acarició la entrepierna de su amiga, quien entre suspiros agradeció la iniciativa de compañera.
Separó las rodillas para facilitarle la tarea a su hembra pretendiente. E ignoró los comentarios que sobre fútbol realizaba su soso novio.
Me acompañas al baño Eva. “Claro”, refirió la interrogada.
Y Tardaron cinco o seis minutos en volver: Mostraban nerviosismo y deseo.
No pude ver lo que hacían en el baño, pero pronto pude ver que Eva tenía las bragas de Irene saliendo de su bolsillo del pantalón. Y ya sentados reanudaron los tocamientos.
Yo estaba realmente excitado. Y sin más me levanté de la mesa y me dirigí a la del trío. “Eva, cariño, yo también soy lesbiana”.
“¿Perdona?”, dijo Eva.
“Ya veo que se encuentra usted mal. Haga el favor de no molestar”.
Y es que realmente nada de esto había ocurrido. Yo salgo a comer sólo con una libreta y un boli, e imagino situaciones de lo más surrealistas. Claro que hay que ponerse límites. Llego a no diferenciar entre realidad y ficción.

17 de octubre de 2015

-Ducha gimnasio-

Acababa determinar mi sesión de pesas en el gimnasio de la Casa del Agua en A Coruña.. Así es que me había dirigido a la ducha. Y ahora estaba bajo el chorro de agua caliente, relajándome y lavándome con Sanex.
Como siempre mi mente se concentró en el torrente de agua que caía sobre mí cuerpo.
Lo cual produjo el efecto inmediato de que mi mente se quedara en blanco.
Así es que me sequé. Me anudé la toalla a la cintura y salí de la ducha.
Pero como por arte de magia me vi inmerso en una multitud que hablaba alto. También había fotógrafos.
Pero ¡Dios mío!, ¡Dónde estaba el gimnasio!me dije.
“Kiko, ¿qué haces?”, me preguntó Alejandro, un periodista amigo.
Tras interrogarlo descubrí que estaba en la Casa Consistorial del Ayuntamiento de Santa Uxía de Ribeira. Y que iba a transcurrir un pleno en breves momentos.
¡Esto era una pesadilla!: Yo con mi toalla anudada entre concejales y periodistas.
Entonces, repentinamente, se me acercó Moncho y me dijo: “¡Tranquilo Kiko, vete a casa!”.
“Te recuerdo -prosiguió- que tuviste un accidente muy grave. Y que ahora padeces una neurosis postraumática”. “Vete a casa y relájate”.
Y cuando iba a encaminarme a casa -que no sabía bien donde estaba, además de no tener llaves- di un paso al frente..Y de nuevo estaba en el gimnasio.
Es increible las ensoñaciones que puede tener uno bajo el flujo del agua caliente. 

15 de octubre de 2015

-El abuelo de Carlos-

Esto sucedió cuando mi hija Eva comenzaba su carrera de Derecho en la Autónoma de Madrid.
Alquiló un piso en el barrio de Salamanca con un amiga, Sandra; y un amigo, Carlos.
Todo comenzó a torcerse cuando los padres de Carlos fueron a visitarles. Y, sin más, se quedaron con ellos más de un mes.
Pero una vez que se fueron los padres, un buen día llegó Federico, el abuelo de Carlos: Metro sesenta escaso, barba y vestido a la antigua usanza. Tenía ochenta y dos años.
“Buenos días, chicos, quiero una habitación al lado de la ventana que da a la calle, para ver lo pájaros.
“No hay ninguna habitación exterior libre”, afirmó Eva.
“¿Y esa?”, preguntó Federico.
“Esa es mi habitación”, señaló Eva.
“Bueno pero como tu eres buena chica me la cedes”, dijo Federico.
Todo fue de mal en peor. El abuelo comía en el sofá, manchándolo todo.
Oía la radio hasta las tantas de la noche. Era sucio y desordenado.
Hasta que llegó el día en que Sandra y Eva decidieron tomar una decisión fatal: Lo iban a asesinar.
Fue muy sencillo porque le pusieron una cápsula de cianuro -que había conseguido Sandra en el mercado negro- en el vino. Y se lo bebió de un trago.
El resto fue muy sencillo: A las cinco de la mañana, y ayudados por dos amigos, trasladaron el cuerpo hasta el Retiro. Allí lo dejaron sentado en un banco.
¡Por fin!!, exclamó Eva. ¡Cómo echaba de menos mi cuarto!

14 de octubre de 2015

-Celestino: El caudillo de Barcala-


Nacido en la casa grande de Cores, que estaba en el valle de Barcala. Casa patricial en la que sus ojos claros y su pelo blanco siempre cubierto de boina, así como su costumbre de dormir con cuatro “palleiros”, pronto conformaron el personaje, caracterizado por su boina y el pitillo siempre colgando de la comisura de sus labios.
El aguardiente blanca de Ribeiro y su burra eran sus dos amores.
Los excesos etílicos -que desembocaban en discursos que le valieron el sobrenombre de caudillo- raramente le impedían llevar la canada de leche a la tía de Ceilán. Así como ir a la finca de Maia de Brión, en Santa Minia, “o inferno”, a arrancar las hierbas, sobre todo de la entrada.
Sabor a tierra gallega y muy querido por los niños, que ya viejos recuerdan sus atenciones y enseñanzas y conservan el recuerdo de un personaje que se movió entre la realidad y la ficción, de un relato propio de “El bosque animado” de W. Fernández Florez.
En fin, un personaje con sabor a tierra gallega y en el que el conocimiento natural y buen trato con los lugareños eran la nota dominante. Y muy querido por los testigos de los años franquistas y previos, en los que desarrolló y alimentó sus múltiples dotes.
Los niños de aquellos años son ya personas de avanzada edad, quienes recuerdan al personaje con mucho amor.

13 de octubre de 2015

-Semáforo eterno-


Había cogido un taxi en la coruñesa calle Ángel Senra para acudir a mi clase de “Ciudadanos” de la Senior.
Tomé el vehículo, que se detuvo en el semáforo que hay antes de la incorporación a Ronda de Outeiro.
Iba con prisa por llegar a la universidad para mayores, con lo cual me desesperó la tardanza del semáforo en ponerse en verde.
“Pues si que tarda”, le dije al taxista.
Y al menos diez minutos pasaron. Así es que decidí bajarme del taxi y coger un bus. Pero tras pagar intente abrir...
La puerta no cedía. Y le dije al taxista: “Está estropeada y tengo que bajarme...Bueno probaré la otra. Igual: Tampoco abría.
“Esté usted tranquilo”, me espetó el taxista.
Justo en ese momento pasaba Patxi, compañero de la ONG, le llamé y le expliqué por la ventanilla cerrada -pues tampoco abría- lo absurdo de la situación. Y me exclamó: “Kiko y sus cosas”.
Ya habían pasado 40 minutos y el semáforo seguía en rojo.
Ya rozando la histeria le dije al conductor: “Caballero esta situación no tiene sentido. ¡Sáqueme de aquí!”
A lo que el taxista respondió: “Tenga calma señor, no ve lo tranquilo que estoy yo”.
Evalúe su vida -añadió el taxista- cuando ya se acercaba la hora de comer.
Momento en el cual rompí una ventanilla.
Me extrañaba enormemente que no hubiera más coches en la calle en nuestra misma situación.
Roto el vidrio traté de abrir desde fuera. Pero no sólo no abrió sino que me corté el antebrazo con los cristales.
Perdía mucha sangre y le dije al taxista: “Por dios lléveme a un hospital”.
A lo que el conductor respondió: “De algo hay que morir”.

8 de octubre de 2015

-Calzados López-


Manuel López había estudiado Derecho y residió en el mismo colegio mayor que yo (San Pablo) en Madrid.
Cuando acabamos la carrera dejamos de vernos. Pero esto es que un día que yo estaba en Orense por trabajo de mi ONG (Ecos do Sur) me lo encontré en un bar.
“Cómo estás Manuel. Cuánto tiempo”, le dije.
Le conté lo de mi accidente, del que ya había oído hablar. Mi minusvalía. Y mi presidencia en Ecos do Sur.
Peor según le iba hablando el parecía cada vez más como ausente.
Y cuando terminé mi relato un silencio agresivo reinó. Y al cabo de un rato dijo: “Yo vendo zapatos, zapatillas y botas. El negocio “Cazados López” va viento en popa. Pero yo no sé para qué coño estudié Derecho".
“Todo puede mejorar Manuel. ¿Tienes novia o mujer?”, pregunté.
“Tenía pareja, nos íbamos a casar por lo civil, pero se suicidó”, señaló Manuiel.
“Se ve que yo no era muy positivo. Tenía una depresión terrible”, añadió.
“Dónde vas Manuel. ¿Te acompaño y charlamos?", dije.
“Voy a la tienda...Pero si quieres tomamos antes unos vermús”, contestó.
Así es que después de tomar cuatro vermús cada uno, nos dirigimos a “Calzados López”.
Íbamos muy colocados cuando entramos a la tienda.
Entonces entre risas obscenas Manuel le dijo a una cliente: “No compres esos zapatos. Son una mierda”.
Acto seguido se metió en el espacio interior del escaparate y entre patadas se abrió paso hasta el maniquí, al cual dio un beso de tornillo.
“Manuel querido ¿No habías dejado de beber?”, dijo su enfadado padre.
“Si pero es que me encontrado a Kiko. Y juntos hemos recordado viejos tiempos. Hasta ahora, momento en el cual de nuevo nada tiene sentido”.

6 de octubre de 2015

Cuando el Retiro me transformó

Estaba pasando unos días en Madrid por lo que me decidí, a pesar de mi minusvalía,  a hacer          "footing" por el Retiro, para recordar viejos tiempos.
Así es que me desperté a las 6.00 horas en la casa de mi suegro, en el barrio de Salamanca, y me dirigí al citado parque.
"Llegas tarde Eduardo", me dijo un jóven (Luis) que estaba haciendo estiramientos en la puerta.
"Me temo que te confundes", respondí.
Al cabo de un rato llegaron dos jovencitas, a cual más bonita, Marta y Maite.
"Hola Edu", me dijo la peliroja Marta al tiempo que me daba un beso con lengua.
"Lo acordado es darle una vuelta entera al Retiro", recordó Maite.
"Edu tira primero, como siempre", dijo Luis.
Así pues le dimos una vuelta al Retiro en hora y media. Y yo misteriosamente no sentí las dificultades motoras propias de mi minusvalía.
Cuando acabamos, estiramiento y cada uno a su casa. Pero...¿Cuál sería la mía?
"¿Te duchas conmigo?, me preguntó Marta. "Claro", respondí.
Llegamos a su casa, que estaba al lado del Thissen y subimos al primer piso.
Allí, según subía, Marta se iba quitando la ropa. Unos pechos pequeños y turgentes despertaron mi sexualidad.
Cuando ya estábamos dentro de la bañera Marta -sonriendo- me dijo: "Así no vamos a caber los dos". Y entonces me dí cuenta de que tenía una fabulosa erección.
Hubo sexo. Mucho sexo.
Al acabar yo me disculpé porque tenía que hacer unos recados de trabajo.
"Pero si estás en el paro. ¿Qué trabajo?".
"Mi futuro trabajo", respondí. "Vuelvo en una hora".

Así es que me fuí a casa de mi suegro. Y cuando me vislumbraba en los escaparates veía a otra persona.
Al fín llegué. Llamé...

"Ana (mi mujer) querida no lo sabes lo que me ha pasado.."
"Perdón, ¿nos conocemos?", dijo.