Tenía el deber doméstico familiar de ir a “Paco” a comprar
carne. Así es que antes de ir a trabajar me dirigí a la carnicería.
“¡Buenos días Paco!, dame cuatro buenos filetes”.
“Marchando”, contestó Paco.
Y tras afilar un cuchillo sacó una pieza de carne y la puso
sobre el mostrador.
“Horror, no puede ser. Serán figuraciones mías”, exclamé.
La pieza de carne respondía físicamente a un cuerpo humano. Y
allí en lo alto una cabeza sin ojos.
“Paco ¿que pieza de carne es esa?.
“Si ya lo sabes ¿para qué preguntas?”, señaló el carnicero.
“Pero... ¿eso se puede comer?.
“Y está delicioso”, respondió Paco. “Si no no te lo daría”,
añadió.
Y ya aturdido le dije: “Bueno, que sea en filetes finos, por
favor”.
Entonces llegaba una furgoneta para descargar material.
Y cuál fue mi sorpresa cuando en una bandeja pude observar
con total nitidez dos cabezas humanas, además de muchos miembros seccionados.
Paco cogió de la bandeja un cuerpo de varón gordo y lo colgó de un gancho del
mostrador.
“Pero dime Paco ¿No tienes ternera?.”, pregunté.
“Sí pero esta es mucho mejor”, contestó.
Acto seguido entró en la tienda una mujer histérica que dijo:
“Ese cuerpo es de mi Manolo”, “Sois unos asesinos, o cuando menos unos
desvergonzados”.
Manolo falleció ayer, querida. Y pagamos un alto precio por su cadáver. Tú debías cobrar y callar.
Yo no daba crédito a lo que oía.
Pero por fin comprendí: Me había dicho el psiquiatra que no
probase el alcohol bajo ningún concepto, si no quería confundir ficción con
realidad.
¡No le había hecho caso y me había comprado una botellas de
Martini en el Carrefour y otra de JB.
Pero es que...¡amaba tanto la creación!.
Kiko Vacanillas.
Kiko Vacanillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario