10 de agosto de 2015

El pescado vivo

Era viernes, del mes de Julio. Salía de clase de inglés con la intención de ir al mercado a comprar pescado. Así es que me dirigí a casa a dejar los libros. Esperé 12 minutos el bus 3, y me encaminé al coruñés mercado de la Plaza de Pontevedra. Como siempre había a la entrada puestos con rosquillas y demás  golosinas. Decidí comprarlas al salir. Pero, como siempre, acabé comprándolas en ese momento. Entonces me dirigí a los puestos de pescado. “¿Qué quieres filliño?”, me pregunto una paisana vendedora.
“Quería un peixe que sea bo para o forno”, exclamé.
“Mira éste como se move. Aínda está vivo..É unha boa pescada.”
¨”Ese será bo”, destaqué.
Así  es que tomé la compra y me dirigí a la entrada donde también tenía un magnífico Ribeiro. Y muy  bien de precio.
Al salir del mercado miré la bolsa por curiosidad. Y allí estaba el pez marciano moviéndose a coletazos.
Fui andando hasta Juan Florez. Allí esperé el 3.
“Pero bueno ¿Cuándo te piensas morir?”, le pregunté al ser marino.
Nada, coleteaba sin parar.
El 3 me dejó al lado de casa.
“Estaba sólo así es que decidí darme una comilona. Para ello compré pasteles en la tienda que está frente a mi casa.Y más vino. “Exagerado”.
Y como aún era temprano para comer me fui a tomar un vermú a un bar asturiano que hay cerca de la Plaza de Pontevedra.
Llegué a casa medio borracho después de  los cuatro vermús.
Y...
El ser seguía vivo.
“Pues tu sabrás pero te voy a meter en el horno 40 minutos. Éste será tu singular Holocausto.
Puse aceite en la base y coloqué patatas y ajos fritos por encima del que aún se negaba a ser cadáver.
Mi hartazgo de vermú rojo lo completé con Ribeiro joven.
Y entonces sucedió. Sé que es inverosímil....
Del interior del horno salió una voz cascada que decía: “Cabrón”.

Entonces presa  del pánico mire a la basura. Allí estaba la cabeza de la pescada.
Y esta me guiñó un ojo. Bueno la cuenca vacía de uno de sus ojos se abrió y se cerró  compulsivamente.

Ese día no pude comer.Eso sí bebí desaforadamente.

Y ahora cómo podía contar lo que me había pasado. Nadie me creería. E insistirían: ¡Kiko bebes como un animal!.




Kiko Vacanillas.

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