Era viernes, del mes de Julio. Salía de clase de inglés con
la intención de ir al mercado a comprar pescado. Así es que me dirigí a casa a
dejar los libros. Esperé 12 minutos el bus 3, y me encaminé al coruñés mercado
de la Plaza de Pontevedra. Como siempre había a la entrada puestos con
rosquillas y demás golosinas. Decidí
comprarlas al salir. Pero, como siempre, acabé comprándolas en ese momento.
Entonces me dirigí a los puestos de pescado. “¿Qué quieres filliño?”, me
pregunto una paisana vendedora.
“Quería un peixe que sea bo para o forno”, exclamé.
“Mira éste como se move. Aínda está vivo..É unha boa
pescada.”
¨”Ese será bo”, destaqué.
Así es que tomé la
compra y me dirigí a la entrada donde también tenía un magnífico Ribeiro. Y
muy bien de precio.
Al salir del mercado miré la bolsa por curiosidad. Y allí
estaba el pez marciano moviéndose a coletazos.
Fui andando hasta Juan Florez. Allí esperé el 3.
“Pero bueno ¿Cuándo te piensas morir?”, le pregunté al ser
marino.
Nada, coleteaba sin parar.
El 3 me dejó al lado de casa.
“Estaba sólo así es que decidí darme una comilona. Para ello
compré pasteles en la tienda que está frente a mi casa.Y más vino. “Exagerado”.
Y como aún era temprano para comer me fui a tomar un vermú a
un bar asturiano que hay cerca de la Plaza de Pontevedra.
Llegué a casa medio borracho después de los cuatro vermús.
Y...
El ser seguía vivo.
“Pues tu sabrás pero te voy a meter en el horno 40 minutos.
Éste será tu singular Holocausto.
Puse aceite en la base y coloqué patatas y ajos fritos por
encima del que aún se negaba a ser cadáver.
Mi hartazgo de vermú rojo lo completé con Ribeiro joven.
Y entonces sucedió. Sé que es inverosímil....
Del interior del horno salió una voz cascada que decía:
“Cabrón”.
Entonces presa del
pánico mire a la basura. Allí estaba la cabeza de la pescada.
Y esta me guiñó un ojo. Bueno la cuenca vacía de uno de sus
ojos se abrió y se cerró
compulsivamente.
Ese día no pude comer.Eso sí bebí desaforadamente.
Y ahora cómo podía contar lo que me había pasado. Nadie me
creería. E insistirían: ¡Kiko bebes como un animal!.
Kiko Vacanillas.
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