8 de septiembre de 2015

Día, se repite.


Comenzaba la semana: Lunes: Fuí a mi ONG y después a la biblioteca. Comí lasagna cocinada por mi mujer. Y a la tarde tuve clases de Filosofía.
Un día pleno y cotidiano.
Llegó el martes. De nuevo se despertó Santi a las siete de la mañana, por lo cual le dí el desayuno. Me duché y fuí a Ecos do Sur. Compré leche antes de partir.
Al llegar Saray me volvió a decir: "Que hay jefe".
"No, si este comunicado ya lo he hecho ayer", le dije a Natalia.
"Te confundes", me contestó.
Y de nuevo me pidió Patxi ir al banco.
Las mismas bromas, las mismas tareas.
Bajé a tomar café y de nuevo me produjo acidez.
Compré antiácidos "Rennie" en la farmacia.
"¿Pero has perdido el que te vendí ayer?", preguntó extrañado el farmaceútico.
Y al día siguiente igual. Todo se repetía inexorablemente. "¿De nuevo lasagna?", dije. "Pero...¿Qué dices?".
Ya tenía en casa cinco paquetes de leche: Uno por cada fatídico día.
Aturdido y estresado incorporé un nuevo elemento a mi vida. Me compré una botella de aguardiente blanca y la bebí en su totalidad.
De repente desperté entre arcadas.
Me había quedado dormido en el sofá del salón.
Y aliviado y feliz lo comprendí todo: Había sido un sueño etílico.
Estaba fuera de mi neurosis cíclica y repititiva.

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