Hirsuto y embutido en un traje de lino de color canela. Poco empático y engreído.
Así era el señor López, quien se había presentado en el despacho de la empresa familiar: “Patrimonial Raíces”, para hablarnos de un asunto económico.
Reunido con él en la sala principal de la entidad inmobiliaria, tomó la palabra y dijo: “Seré directo y claro: Soy Belcebú -dijo al tiempo que se teñía de rojo-...Y estoy aquí para ofrecerle un negocio que no podrá rechazar: El “business” será un éxito absoluto. Y a cambio usted me vende su alma. Así de sencillo”.
“Estoy azorado y muy violento”, contesté.
“No sé si se trata de una broma, pero..”.
“Acompáñeme a la salida”, dije al tiempo que intentaba levantarme.
Pero no me fue posible.
“Usted se irá cuando yo lo estime”, señaló el señor López.
Y fue en ese momento en el que me di cuenta de que me faltaba una pierna.
“No se preocupe, le restituiré su apéndice motor”, declaró.
En un mar de dudas y lamentos de dije: “Bien...¿Desea algo más el señor López?.
“No”, me contestó.
Y desde ese día, alquilamos todos los locales y pisos, con un éxito absoluto.
Ni que decir tiene que jamás me atreví a contarles a mi padre y hermanos el porqué de que la empresa fuera tan bien.
Tan sólo señalar que mi piel adquirió por momentos una tonalidad bermeja.
Así era el señor López, quien se había presentado en el despacho de la empresa familiar: “Patrimonial Raíces”, para hablarnos de un asunto económico.
Reunido con él en la sala principal de la entidad inmobiliaria, tomó la palabra y dijo: “Seré directo y claro: Soy Belcebú -dijo al tiempo que se teñía de rojo-...Y estoy aquí para ofrecerle un negocio que no podrá rechazar: El “business” será un éxito absoluto. Y a cambio usted me vende su alma. Así de sencillo”.
“Estoy azorado y muy violento”, contesté.
“No sé si se trata de una broma, pero..”.
“Acompáñeme a la salida”, dije al tiempo que intentaba levantarme.
Pero no me fue posible.
“Usted se irá cuando yo lo estime”, señaló el señor López.
Y fue en ese momento en el que me di cuenta de que me faltaba una pierna.
“No se preocupe, le restituiré su apéndice motor”, declaró.
En un mar de dudas y lamentos de dije: “Bien...¿Desea algo más el señor López?.
“No”, me contestó.
Y desde ese día, alquilamos todos los locales y pisos, con un éxito absoluto.
Ni que decir tiene que jamás me atreví a contarles a mi padre y hermanos el porqué de que la empresa fuera tan bien.
Tan sólo señalar que mi piel adquirió por momentos una tonalidad bermeja.
por kikovacanillas
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