21 de septiembre de 2015

-Mi vida en el Tercer Mundo-

Mi primera experiencia entre los más pobres sería en Turquía. Fue el verano de primero de carrera (Periodismo).
Yo por aquél entonces aún fumaba porros. Y fue en este país en el que encontré el mejor “hachís” que jamás había probado.
Pero sería en un desplazamiento en autobús en el que experimentaría la crudeza del Tercer Mundo: Un cólera asolaba la Capadocia. Y por lo tanto el autobús no pararía.
Sus gentes, su pobreza, su espiritualidad. Turquía fue el primer eslabón de una larga escalera.
Y dos años después fui en verano, con un hermano y varios amigos, a la India y al Nepal.
Olor, sabor. India te mordía el alma.
Le dimos la vuelta en tren al país (inter-rail) y acabamos en Calcuta, donde trabajamos de voluntarios de la Madre Teresa.. Fui barbero de enfermos de cólera, peste y tifus. Enfermé por haber bebido agua en mal estado. Y tardaría un año y cuarenta kilos en deshacerme de la infección.
Finalmente fuimos a Nepal, donde hicimos un “treking” por el Himalaya.
Mi siguiente país tercermundista sería Marruecos, donde fui con mi actual mujer Ana.
Convivimos en una cabaña del desierto del Sahara con unos bereber en el que fue si duda el más bello de mis romances.
La luz, la arena, los tés...
Y finalmente también viví en una zona en desarrollo en Méjico: La Selva Lacandona, donde tenían enfermedades propias de los países atrasados, como el cólera.
De Méjico aparte del carácter de sus gentes (uno de los más violentos del mundo) recuerdo con verdadera pasión sus platos y sus margaritas. Y hoy ya viejo y gordo asisto todo lo que puedo a restaurantes marroquíes, indios y mejicanos.

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