29 de octubre de 2015

“Santiago Suárez-Vence Pérez”

                                                              Tu tamaño. Lo que ocupas.
Olor a niño bueno.
Sabor a galleta.
Andas como Charlotte y ríes como Sarnoso.
Querido por tus amigos.
Y yo me seguiré declarando una y mil veces.
Porque me gustas todo: Tu pañal, tu nariz, tu boca, tu sentir, tus amores, tus perros, tus helados...
Pero lo que más. Lo que más: Santiago Suárez-Vence Pérez.
Un reto. Un amigo.
Formarás parte del “Club de los diferentes”.
Crecerás y me harás viejo y sabio.
Y cuanto más sabio más cuenta me daré de lo fundamental que es quererte.
Eres “Santi” famoso en el barrio entero por tu espontaneidad y simpatía.
En las tiendas cuando voy contigo me regalan constantemente productos.
Y tu, aún sin darte cuenta, les brindas una sonrisa.
Aumentas la temperatura ambiente allá donde fueres.
Te haces querer y obligas a todo el mundo a vivir con amor.
Triunfas en toda reunión familiar en la que fueres.
Tus temas son los fundamentales. Y comparados con ellos todo es futíl y prescindible.
Casi no hablas pero te haces entender. Gesticulas, imitas.
Y ya de mayor seguirás siendo maravilloso.
Te librarás del pañal. Hablarás mejor. Te harás querer más a cada día que pase.
Y sobre todo seguirás siendo mi hijo. El hijo de Kiko y Ana. Hermano de Julia.

28 de octubre de 2015

-”Mail” desde la muerte-

                           Cuando volvía al trabajo de periodista en La Voz de Galicia de Santa Eugenia de Ribeira desde Extremadura, vía Madrid, en el puerto de Piedrafita de León un camión pierde los frenos y me golpea frontolateralmente, causandome un traumatismo craneoencefálico. Mi mujer resultó ilesa milagrosamente.
Fui trasladado al hospital de León, donde me ingresaron en la UCI.
Llegó mi familia desde Santiago y Madrid, justo a tiempo para que el médico les comunicara mi fallecimiento.
A penas rebasaba los treinta años y dejaba toda una vida por delante.
Mi mujer regresó a Madrid, donde viviría con sus padres.

Y un buen día sus gritos y suspiros hicieron que Pepe -su padre- entrase repentinamente en su cuarto “¿Qué pasa princesa?”, le preguntó.
“Mira, lee en el ordenador”: “Soy Leopoldo y quiero que sepas que estoy bien. Seguiremos en contacto. No se lo enseñes a nadie o me bloquearán la comunicación”.
“Leopoldo es un sinónimo que utilizaba Kiko en sus escritos literarios”.

“Seguro que e una broma de mal gusto. Iremos a la policía”, destacó el pater familia

“Dime tu correo”, pidió Ana dándole a “Responder”.

“No te puedo dar mi correo porque no lo tengo. Comunicaté conmigo dándole siempre a “Responder”.
“Bueno te voy a contar: Aquí vivimos los que hemos muerto hace poco a la espera de ser juzgados por el “Todo”. Y según hallamos alcanzado un nivel determinado de desarrollo espiritual en la tierra aquí podremos darle continuidad”, firmado: Kiko.
“Añado: Por favor envíale mis “mail” a mi primo Enrique. Él lo entenderá.

Ana sin embargo le envió los “mail” a sus hermanas. Y Paloma, la segunda más mayor, no tardó un ápice en hacerselo llegar a la policía, quien le aseguró que sus técnicos en informática descubrirían al simpático en cuestión.

Pasaron dos meses, y la policía le comunicó a Ana que era imposible descubrir quien era el usuario que envió los mensajes pues su nombre estaba encriptado

Y tras otros sesenta días, Ana recibió el siguiente correo:
“Te pedí que no lo enseñases y no me hiciste caso. Fui castigado por ello. Y además hasta hoy no te he podido escribir.
Bueno, que sepas que voy a ir a la tierra esta semana. Me reconocerás porque lo haré en el cuerpo de un mendigo. Estaré sentado en la puerta de la iglesia que está al lado de tu casa. Pidiendo. El domingo”.
De nuevo Ana sufrió un ataque de nervios. Y decidió llamar a Enrique.

Quedaron en su casa. Y Ana le explicó todo.
“Iré contigo el domingo a la iglesia”, le dijo Enrique.

Llegó el domingo y Ana y Kikón se dirigieron a la iglesia.
Al llegar, efectivamente había un mendigo a la puerta. Kikón le preguntó: ¿Cuál es tu poeta favorito?, “Leopoldo María Panero”, contestó. “Es Kiko”, sentenció Enrique.

27 de octubre de 2015

-Amor tras el fin-

“Déjame sólo un rato con él”, dijo Ernesto a su mujer en el camposanto en el que acababan de enterrar a su hijo.
Los Síndrome de Down son un 40% de ellos cardiópatas. Y Bruno, tras una operación que parecía haber resuelto su deficiencia sufrió una galopante arritmia seguida de un infarto de miocardio que le costó la vida.
Lo enterraron en Madrid, pues allí vivía con su madre. Ernesto fue desde La Coruña.

Ernesto tras mucho reflexionar había tomado una decisión: Cortarse las venas al pie de la sepultura de su hijo. Y así acompañarle donde quiera que fuera. Nadie lo comprendería, pero Ernesto era profundamente espiritual. Nada acababa con la muerte terrenal. Y Bruno había cambiado de contexto.

Su olor, su sabor...

La mujer de Ernesto algo sospechó. Y es por eso que le pidió a Enrique que fuese a hablar con Ernesto.

Así lo hizo y cuando vio el charco de sangre, le dijo a Ernesto: Vamos al médico por favor.
“No contestó Ernesto. Dentro de quince minutos estaré con Bruno. Respétalo”.

Y, aunque lleno de dudas, Enrique lo comprendió y no le dijo nada a Ana, quien acabó acercándose a Ernesto cuando vio que este estaba tumbado en el suelo.

Todos subrayaron que Ernesto era una persona claramente desequilibrada y que no era de extrañar lo que había hecho. Tan sólo Enrique no sólo lo comprendió sino que le dio envidia. 
                                                           por kikovacanillas

26 de octubre de 2015

-Domingo negro-

Sobre la una me disponía a mandarle a Alfredo -actual presidente de Ecos do Sur- un correo en el que, con máxima corrección, le pedíamos a Amancio Ortega parte del dinero que le sobra.
Todo listo. Y ya iba a cocinar cuando “Introduzca la contraseña...”.
¡Pero bueno, qué contraseña!. Será “torveo”... “Contraseña no válida”.
Decidido a arreglar todo antes de cocinar-comer, entré en “smtp” pero una serie de preguntas técnicas absurdas me hizo desistir. Bueno ¡llamaré a Patxi!.
Y justo en ese momento al ir a mover la cortina nueva para evitar el sol en la pantalla se cae la referida al suelo, al tiempo que aprecio que la que cubre el techo se ha desencajado.
Desesperado miro en el móvil la hora. Y...se me ha retorcido el lateral de la funda. Decidido y cabreado arranco el susodicho plástico
Llamo a Patxi y le pido auxilio: Vendrá sobre las cinco.
Aunque al final no pudo venir hasta el lunes, ¡Cómo no!
 Entre tanto se desatornilla la cortina del techo. ¡Inaudito!.
Fui al trastero y cogí un destornillador, que no valía por ser demasiado gordo. A la segunda acerté pero sólo pude apretar un poco. Caerá sin duda y probablemente hoy.
Descolocado redacto este texto para pedir ayuda espiritual a mis compañeros escritores. Y sin más me voy a tomar un wisky, aunque seguro que me caigo en las escaleras...
Y cuando me iba a ir, le dí a “Guardar”...”¿Desea cambiar el nombre de archivo?”. “¿Qué, puteando?”.
Bueno a todo esto ya son las cuatro y todavía no he comido. Me haré unos huevos fritos con arroz. Es sencillo. Aparentemente.

Vuelvo de ingerir mi JB con hielo. Y recuerdo con horror que se me rompió la yema de un huevo; y la otra se me espachurró. Y os lo juro que soy buen cocinero. Pues no...¡fallo de aprendiz!. Gracias a dios que no me quemé con el aceite a lo bonzo. Pudiera ser peor...¡No he dicho nada!.

Ya el lunes por la tarde -desaparecido el “fatalismo”- vino el bueno de Patxi a casa y me configuró el correo además de enseñarme a pasar el antivirus Norton. Por suerte no había comido así que le obligué a degustar un plato de lentejas, una empanada de bacalao y un bizcocho casero.

24 de octubre de 2015

-Mi vida sin Santi-

Nació con una escandalosa polidactilia -seis dedos en cada mano-
Muy normal en Síndrome de Down
Paseos por el paseo marítimo, parando a comprar helados

Ama a los perros y los estruja...
Siente por mi un amor pornográfico: Me besa en la boca con lengua. Exactamente igual que aquella novia irlandesa que tuve.
Tiene todo por hacer.

Asiste a un colegio fabuloso en Madrid, donde vive con mi mujer.
Y yo mientras en A Coruña, recordando...
Crecerá con su discapacidad tan hermosa como él.

Integración es su meta. Ya tiene amigos inseparables.
Y hay una chica con Síndrome de Down que lo adora y lo achucha constantemente. Te comprendo hija. Es mayor, y Santi le saca una cabeza.

Y que será de ti cuando yo no esté, ni tu madre tampoco. Pues con la familia...Tu hermana.
Y hay centros donde te querrán mucho.
Pero sobretodo agárrate a mi Amor. Es eterno.

Todo me lo das. Todo me lo quitas. Santiago eres grande.
“Tendrá amigos, tendrás amores...”, decía aquel poema.
Y yo cuando te vayas a dormir, te recitaré las poesías más hermosas, aunque no me veas.

Eternamente niños...
Tan afectuosos. Aún sin ser conscientes...
Vuestra discapacidad es vuestra bandera. Y yo la sostengo en las mas duras batallas.

Te enamorarás. Y aunque en otra dimensión espiritual el Amor te trastornará como a todos.
Te sientes querido. Así será toda tu vida.
Porque eres dulce sin resultar empalagoso.
Te haces querer.

Y para que un día lo leas: SANTIAGO TE ADORO. Y te echo mucho de menos.

23 de octubre de 2015

-Diario de un separado-

El viernes despierta en mí a las siete de la mañana con el sonido estridente del despertador, que insiste hasta que yo me decido a apagarlo.
Tras el desayuno -café y galletas de fibra- leo la prensa por Internet: La Voz de Galicia, El País, La Opinión y el Mundo.
Publico un relato en “tustextos.com”.
Salgo a la calle sobre las nueve y media. Y me dirijo a Ecos do Sur en el 14.
En mi ONG redacto un comunicado sobre un proyecto educativo en el que se incluye nuestra empresa humanitaria.
A la vuelta recargo la tarjeta del bus y sacó dinero del cajero, donde compruebo que mis esfuerzos ahorrativos están dando espléndidos resultados.
Me dirijo a la tienda de ultramarinos del barrio: Carmen, y compro tomates, queso, membrillo y plátanos. Luego voy al Carrefour a comprar cerveza Alhambra y helados.
Llego a casa sobre la una y media. Me preparo un vermú y me dispongo a preparar un arroz con tomate. Cocinando los vermús se disparan, y los acompaño con un poco de queso. Manjar que también tomaré de postre con membrillo.
Como tortilla de patatas y arroz escuchando las noticias de la cuatro, que es la primera. Después oiré la cinco, la gallega y finalmente la uno.
Tras los telediarios reposo en un duermevela unos treinta minutos.
Tras la siesta leo un rato a Kundera “La insoportable levedad del ser” y escribo un “mail” a Kikón, que será finalmente el artículo “Diario de un separado”.
Leeré, leeré, quizás de un paseo hasta la biblioteca. Puede que vaya al cine, aunque no creo, ¡Es carísimo!. Y como en cada momento pensaré obsesivamente en mi hijo Santiago: Síndrome de Down.
Ya lo he decidido: No al cine y no al paseo hasta la biblioteca. Leeré, leeré, leeré...

21 de octubre de 2015

-Esquina mágica-

Ya me habían hablado del lugar. Pero yo obviamente no daba crédito a lo que consideraba una mera fantasía.
Aún así fui un día a comprobar la falacia: Me dirigí en autobús local a El Portiño.
Ya en el lugar, y siguiendo las instrucciones, llegué al fantástico sitio: Era una calle destartalada y la esquina la hacían una cochambrosa vivienda y un almacén. Me coloqué en el lugar indicado. Asimismo, siguiendo las instrucciones dije: “Satanás tómame”.
Y como por arte de magia desaparecí.
Yo lo que veía ahora a mi alrededor era una oficina, plagada de trabajadores.
Yo estaba trabajando frente a un ordenador.
Nadie extrañaba mi presencia: De ello deduje que yo tenía una doble vida.
Con preguntas, muy indirectas, traté de descubrir dónde estaba: En una oficina de la ONU.
El infierno al que había sido trasladado era nada más y nada menos que la Organización de Naciones Unidas
Pronto desvelé que muchos eran los tratados internacionales que tramitábamos. También había un ordenador dedicado a conflictos armados y otro a países en desarrollo.
Tanto en un tema como en otro buceé a fondo. Y no tardé en comprender que siempre se protegían los intereses de los miembros de la OTAN y la ONU.
Y ello se hacía hasta límites tecnológicamente cuestionables.
Sí ciertamente había sido trasladado al infierno.

20 de octubre de 2015

-Enseñando a Gitanos-

Hace aproximadamente quince años, fecha en la cual mi recuperación físico-psíquica, del acidente sufrido que casi me costó la vida, estaba en sus primeros estadios, decidí ofrecerme de voluntario en el Centro Social Labañou para dar clases a niños de apoyo escolar. Mi solicitud fue aceptada y empecé mi tarea con diez o doce menores.
Mis alumnos eran mayoritariamente gitanos, aunque no todos, como un hijo de un preso y otro hijo de una prostituta.
Para mi recuperación fue fantástico el trabajo, pues me mantenía activo intelectualmente y tenía en fin una actividad maravillosa.
Pronto no tardé en tener fama entre los profesores del centro de buen profesional.
Lo que siempre consideré fundamental fue la empatía y mantener el afecto vivo, con el fin de ofrecerles una alternativa al infierno que muchos de ellos vivían en sus propias casas.
“Enseñar es querer”, me decía constantemente.
Qué le voy a enseñar yo a un chaval que ve como la chatarra que venden sus padres gitanos no les llega para comer todos los días. Y que tiene un hermano que trafica con droga todos los días en el Portiño. O a un hijo de una prostituta, quien regresa a casa y se quita las medias entre suspiros de decepción por no haber conseguido clientes ese día.
Tampoco había ninguna enseñanza que transmitirle al hijo de un preso, quien iba con su madre y sus hermanos cada quince días a ver a su padre a prisión.
Pero hubo un día que ocurrió un percance fatal: Habían terminado las clases y yo me dispuse a salir, pero cuando me disponía a cerrar la puerta tras de mi, noté una violenta presión que me impedía tal acción. Miré y era mi alumno hijo de preso que se me oponía.
¡Deja esa puerta!, exclamé entre empujones.
Y nada, seguía el chaval empujando...
¡Me cago en Dios. He dicho que dejes la puta puerta!, exclamé. Había un profesor conmigo en la clase, con cual mi perdida de compostura quedó en evidencia.
Me marché, pero al llegar a casa -vivo cerca del centro- comprendí que debía disculparme. Regresé y le pedí perdón tanto al alumnos como al profesor.
Seguí el resto del curso, pero no tardaron en comunicarme que para el año sólo iban a coger de voluntarios a profesores con título. Por lo cual prescindían de mis servicios.
Fue entonces cuando comencé mis clases de español con inmigrantes -que ya había dado con anterioridad-. Y hoy llevo veinte años atendiendo a este colectivo.

19 de octubre de 2015

-Desaparecido-

Decidí con mi vecina Ana María que daríamos clases de gallego en casa. Y a tal fin contratamos a Eva, quien nos vendría a casa todos los jueves para introducirnos en la lengua de Rosalía de Castro.
Pero un día que Ana María no pudo venir, Eva -que así se llamaba la profesora- me dijo que me tenía que hacer un ofrecimiento que me iba a sorprender: Un viaje en el tiempo, gracias a la magia de una amiga suya que era “meiga”.
Entre risas le dije que sí, porque no tenía nada que perder. Y la verdad es que me resultaba divertido.
Así es que un buen día vino Eva a casa con su amiga “meiga”, Maruxiña, quien entre conjuros hizo una “queimada”. Y yo sin más desaparecí de la mesa. Y de mi casa. Y del presente.
Pasaron los días y ante la extrañeza de no verme Ana María denunció mi desaparición.

Esto es que yo me vi de repente en una palloza de O Piornedo, según descubrí tras interrogar a mis vecinos, quienes no se extrañaron en absoluto de mi presencia. Hablaba gallego como nunca y también me fue revelado que era agricultor.
Mis conocimientos del campo eran muchos y pronto comprendí que éramos comunistas.
Así es que al día siguiente teníamos una reunión de mi equipo en mi palloza.
Encuentro que se vio interrumpido por la aparición de la guardia civil, quien nos detuvo y nos llevó arrestados a la cárcel de Lugo.
Allí anunciaron que nos iban a fusilar.
Llegó el día de mi fatal destino.
Estoy en el paredón. Cierro los ojos y me concentro.
Siento un fuerte dolor en el pecho y...

Me despierto en la casa de A Coruña en el 2015, junto a Ana María y Eva. 

18 de octubre de 2015

-”Taj Mahal”-

Un domingo de mediados de octubre me dirigí yo al restaurante "Tamarindo" después de constatar con horror que para los pollos asados había que esperar hasta las 15.00 horas. Pero ¡No!. El méjicano estaba cerrado. Así es que anduve de frente unos cinco metros y vi el restaurante indio “Taj Mahal”. Sin dudarlo entré y me acomodaron en una mesa del fondo desde la cual sólo podí ver parte del restaurante.
Pedí la carta y observé con dolor que los innumerables nombres indios me eran del todo extraños e incomprensibles. Pedí al camarero consejo y finalmente me decidí por “Pollo especiado en salsa de yogurt”, acompañado de arroz blanco y con “Nam” -pan indio-. De beber cerveza “Cobra”.
Me trajeron a la mesa el “Nam” y el “arroz, acompañado de una pequeña fuente con una velita debajo para mantenerse caliente. Yo pensé que era salsa para el arroz, pero pronto descubrí que se trataba del plato de pollo.
En ese momento entraron una pareja acaramelada y una joven dubitativa y hermosa.
Ocuparon la única mesa que estaba a mi vista. Por lo cual pude observarles detenidamente: Él era vulgar y merengoso. Y su novia era apetecible y risueña. Eva -así la bauticé- era sexual y simpática.
Entre bocado y bocado pude comprobar que Eva desplegaba una voracidad exenta de todo pudor por su amiga, quien no paraba de bromear con su novio.
Y cuando yo devoraba un trozo de “Nam” ocurrió: Con el pié cuyo zapato se había descalzado previamente acarició la entrepierna de su amiga, quien entre suspiros agradeció la iniciativa de compañera.
Separó las rodillas para facilitarle la tarea a su hembra pretendiente. E ignoró los comentarios que sobre fútbol realizaba su soso novio.
Me acompañas al baño Eva. “Claro”, refirió la interrogada.
Y Tardaron cinco o seis minutos en volver: Mostraban nerviosismo y deseo.
No pude ver lo que hacían en el baño, pero pronto pude ver que Eva tenía las bragas de Irene saliendo de su bolsillo del pantalón. Y ya sentados reanudaron los tocamientos.
Yo estaba realmente excitado. Y sin más me levanté de la mesa y me dirigí a la del trío. “Eva, cariño, yo también soy lesbiana”.
“¿Perdona?”, dijo Eva.
“Ya veo que se encuentra usted mal. Haga el favor de no molestar”.
Y es que realmente nada de esto había ocurrido. Yo salgo a comer sólo con una libreta y un boli, e imagino situaciones de lo más surrealistas. Claro que hay que ponerse límites. Llego a no diferenciar entre realidad y ficción.

17 de octubre de 2015

-Ducha gimnasio-

Acababa determinar mi sesión de pesas en el gimnasio de la Casa del Agua en A Coruña.. Así es que me había dirigido a la ducha. Y ahora estaba bajo el chorro de agua caliente, relajándome y lavándome con Sanex.
Como siempre mi mente se concentró en el torrente de agua que caía sobre mí cuerpo.
Lo cual produjo el efecto inmediato de que mi mente se quedara en blanco.
Así es que me sequé. Me anudé la toalla a la cintura y salí de la ducha.
Pero como por arte de magia me vi inmerso en una multitud que hablaba alto. También había fotógrafos.
Pero ¡Dios mío!, ¡Dónde estaba el gimnasio!me dije.
“Kiko, ¿qué haces?”, me preguntó Alejandro, un periodista amigo.
Tras interrogarlo descubrí que estaba en la Casa Consistorial del Ayuntamiento de Santa Uxía de Ribeira. Y que iba a transcurrir un pleno en breves momentos.
¡Esto era una pesadilla!: Yo con mi toalla anudada entre concejales y periodistas.
Entonces, repentinamente, se me acercó Moncho y me dijo: “¡Tranquilo Kiko, vete a casa!”.
“Te recuerdo -prosiguió- que tuviste un accidente muy grave. Y que ahora padeces una neurosis postraumática”. “Vete a casa y relájate”.
Y cuando iba a encaminarme a casa -que no sabía bien donde estaba, además de no tener llaves- di un paso al frente..Y de nuevo estaba en el gimnasio.
Es increible las ensoñaciones que puede tener uno bajo el flujo del agua caliente. 

15 de octubre de 2015

-El abuelo de Carlos-

Esto sucedió cuando mi hija Eva comenzaba su carrera de Derecho en la Autónoma de Madrid.
Alquiló un piso en el barrio de Salamanca con un amiga, Sandra; y un amigo, Carlos.
Todo comenzó a torcerse cuando los padres de Carlos fueron a visitarles. Y, sin más, se quedaron con ellos más de un mes.
Pero una vez que se fueron los padres, un buen día llegó Federico, el abuelo de Carlos: Metro sesenta escaso, barba y vestido a la antigua usanza. Tenía ochenta y dos años.
“Buenos días, chicos, quiero una habitación al lado de la ventana que da a la calle, para ver lo pájaros.
“No hay ninguna habitación exterior libre”, afirmó Eva.
“¿Y esa?”, preguntó Federico.
“Esa es mi habitación”, señaló Eva.
“Bueno pero como tu eres buena chica me la cedes”, dijo Federico.
Todo fue de mal en peor. El abuelo comía en el sofá, manchándolo todo.
Oía la radio hasta las tantas de la noche. Era sucio y desordenado.
Hasta que llegó el día en que Sandra y Eva decidieron tomar una decisión fatal: Lo iban a asesinar.
Fue muy sencillo porque le pusieron una cápsula de cianuro -que había conseguido Sandra en el mercado negro- en el vino. Y se lo bebió de un trago.
El resto fue muy sencillo: A las cinco de la mañana, y ayudados por dos amigos, trasladaron el cuerpo hasta el Retiro. Allí lo dejaron sentado en un banco.
¡Por fin!!, exclamó Eva. ¡Cómo echaba de menos mi cuarto!

14 de octubre de 2015

-Celestino: El caudillo de Barcala-


Nacido en la casa grande de Cores, que estaba en el valle de Barcala. Casa patricial en la que sus ojos claros y su pelo blanco siempre cubierto de boina, así como su costumbre de dormir con cuatro “palleiros”, pronto conformaron el personaje, caracterizado por su boina y el pitillo siempre colgando de la comisura de sus labios.
El aguardiente blanca de Ribeiro y su burra eran sus dos amores.
Los excesos etílicos -que desembocaban en discursos que le valieron el sobrenombre de caudillo- raramente le impedían llevar la canada de leche a la tía de Ceilán. Así como ir a la finca de Maia de Brión, en Santa Minia, “o inferno”, a arrancar las hierbas, sobre todo de la entrada.
Sabor a tierra gallega y muy querido por los niños, que ya viejos recuerdan sus atenciones y enseñanzas y conservan el recuerdo de un personaje que se movió entre la realidad y la ficción, de un relato propio de “El bosque animado” de W. Fernández Florez.
En fin, un personaje con sabor a tierra gallega y en el que el conocimiento natural y buen trato con los lugareños eran la nota dominante. Y muy querido por los testigos de los años franquistas y previos, en los que desarrolló y alimentó sus múltiples dotes.
Los niños de aquellos años son ya personas de avanzada edad, quienes recuerdan al personaje con mucho amor.

13 de octubre de 2015

-Semáforo eterno-


Había cogido un taxi en la coruñesa calle Ángel Senra para acudir a mi clase de “Ciudadanos” de la Senior.
Tomé el vehículo, que se detuvo en el semáforo que hay antes de la incorporación a Ronda de Outeiro.
Iba con prisa por llegar a la universidad para mayores, con lo cual me desesperó la tardanza del semáforo en ponerse en verde.
“Pues si que tarda”, le dije al taxista.
Y al menos diez minutos pasaron. Así es que decidí bajarme del taxi y coger un bus. Pero tras pagar intente abrir...
La puerta no cedía. Y le dije al taxista: “Está estropeada y tengo que bajarme...Bueno probaré la otra. Igual: Tampoco abría.
“Esté usted tranquilo”, me espetó el taxista.
Justo en ese momento pasaba Patxi, compañero de la ONG, le llamé y le expliqué por la ventanilla cerrada -pues tampoco abría- lo absurdo de la situación. Y me exclamó: “Kiko y sus cosas”.
Ya habían pasado 40 minutos y el semáforo seguía en rojo.
Ya rozando la histeria le dije al conductor: “Caballero esta situación no tiene sentido. ¡Sáqueme de aquí!”
A lo que el taxista respondió: “Tenga calma señor, no ve lo tranquilo que estoy yo”.
Evalúe su vida -añadió el taxista- cuando ya se acercaba la hora de comer.
Momento en el cual rompí una ventanilla.
Me extrañaba enormemente que no hubiera más coches en la calle en nuestra misma situación.
Roto el vidrio traté de abrir desde fuera. Pero no sólo no abrió sino que me corté el antebrazo con los cristales.
Perdía mucha sangre y le dije al taxista: “Por dios lléveme a un hospital”.
A lo que el conductor respondió: “De algo hay que morir”.

8 de octubre de 2015

-Calzados López-


Manuel López había estudiado Derecho y residió en el mismo colegio mayor que yo (San Pablo) en Madrid.
Cuando acabamos la carrera dejamos de vernos. Pero esto es que un día que yo estaba en Orense por trabajo de mi ONG (Ecos do Sur) me lo encontré en un bar.
“Cómo estás Manuel. Cuánto tiempo”, le dije.
Le conté lo de mi accidente, del que ya había oído hablar. Mi minusvalía. Y mi presidencia en Ecos do Sur.
Peor según le iba hablando el parecía cada vez más como ausente.
Y cuando terminé mi relato un silencio agresivo reinó. Y al cabo de un rato dijo: “Yo vendo zapatos, zapatillas y botas. El negocio “Cazados López” va viento en popa. Pero yo no sé para qué coño estudié Derecho".
“Todo puede mejorar Manuel. ¿Tienes novia o mujer?”, pregunté.
“Tenía pareja, nos íbamos a casar por lo civil, pero se suicidó”, señaló Manuiel.
“Se ve que yo no era muy positivo. Tenía una depresión terrible”, añadió.
“Dónde vas Manuel. ¿Te acompaño y charlamos?", dije.
“Voy a la tienda...Pero si quieres tomamos antes unos vermús”, contestó.
Así es que después de tomar cuatro vermús cada uno, nos dirigimos a “Calzados López”.
Íbamos muy colocados cuando entramos a la tienda.
Entonces entre risas obscenas Manuel le dijo a una cliente: “No compres esos zapatos. Son una mierda”.
Acto seguido se metió en el espacio interior del escaparate y entre patadas se abrió paso hasta el maniquí, al cual dio un beso de tornillo.
“Manuel querido ¿No habías dejado de beber?”, dijo su enfadado padre.
“Si pero es que me encontrado a Kiko. Y juntos hemos recordado viejos tiempos. Hasta ahora, momento en el cual de nuevo nada tiene sentido”.

6 de octubre de 2015

Cuando el Retiro me transformó

Estaba pasando unos días en Madrid por lo que me decidí, a pesar de mi minusvalía,  a hacer          "footing" por el Retiro, para recordar viejos tiempos.
Así es que me desperté a las 6.00 horas en la casa de mi suegro, en el barrio de Salamanca, y me dirigí al citado parque.
"Llegas tarde Eduardo", me dijo un jóven (Luis) que estaba haciendo estiramientos en la puerta.
"Me temo que te confundes", respondí.
Al cabo de un rato llegaron dos jovencitas, a cual más bonita, Marta y Maite.
"Hola Edu", me dijo la peliroja Marta al tiempo que me daba un beso con lengua.
"Lo acordado es darle una vuelta entera al Retiro", recordó Maite.
"Edu tira primero, como siempre", dijo Luis.
Así pues le dimos una vuelta al Retiro en hora y media. Y yo misteriosamente no sentí las dificultades motoras propias de mi minusvalía.
Cuando acabamos, estiramiento y cada uno a su casa. Pero...¿Cuál sería la mía?
"¿Te duchas conmigo?, me preguntó Marta. "Claro", respondí.
Llegamos a su casa, que estaba al lado del Thissen y subimos al primer piso.
Allí, según subía, Marta se iba quitando la ropa. Unos pechos pequeños y turgentes despertaron mi sexualidad.
Cuando ya estábamos dentro de la bañera Marta -sonriendo- me dijo: "Así no vamos a caber los dos". Y entonces me dí cuenta de que tenía una fabulosa erección.
Hubo sexo. Mucho sexo.
Al acabar yo me disculpé porque tenía que hacer unos recados de trabajo.
"Pero si estás en el paro. ¿Qué trabajo?".
"Mi futuro trabajo", respondí. "Vuelvo en una hora".

Así es que me fuí a casa de mi suegro. Y cuando me vislumbraba en los escaparates veía a otra persona.
Al fín llegué. Llamé...

"Ana (mi mujer) querida no lo sabes lo que me ha pasado.."
"Perdón, ¿nos conocemos?", dijo.

5 de octubre de 2015

"Atrapado en coche-cama"


Era el primer viaje que hacía sólo desde hacía muchos años debido a mi minusvalía.
"Hotel Chanmartín", rezaba un luminoso."Ya debemos estar cerca de la estación", pensé en el taxi que me llevaba.
"Ferrol", "Pontevedra"...
"¿Cuál iría a A Coruña?", reflexioné.
Fuí a preguntar a la taquilla de "Salidas". Y el necio de Renfe me dijo que el de Ferrol iba también a A Coruña. Lo cual era falso, como pude percibir más tarde.
Me senté a esperar. Y de repente el de "Pontevedra" decía "Vigo", "A Coruña".
Y tras comprobar los innumerables números que tenía el billete vi uno que decía "853". Igual que el número de la pantalla del que iba a las tres citadas ciudades.
Así es que me senté frente al panel informativo. Y leí unas cincuenta veces el luminoso que decía "Pontevedra, Vigo, A Corula".
"Puerta trece", indicaba el cartel en la "vía de embarque".
Y bajando las escaleras le pregunté a otro pasajero: "¿Qué va antes a Pontevedra, Vigo o a A Coruña?". "Su divide, uno va a A Coruña y otro a Pontevedra, Vigo", señaló.
Ya instalado en mi coche-cama vi una tarjeta que estaba en la puerta colocada hacia afuera.
La saqué y la coloqué por dentro. Cerré la puerta y...¡Horror, no se podía abrir.
"Ayuda", grité. Pero nada.
Así dando voces estuve como hora y media.
Por fín renuncié a abrir la puerta y me acosté a dormir (Tras tomar mi medicación).
Al cabo de cinco o seis horas me desperté. Miré por la ventana y vi un luminoso que decía "Istambul".
Salí del coche-cama, ya sin problemas para abrir la puerta. Y en la acera todo eran turbantes y hermosas mujeres árabes.
Pronto comprendí que todo era un sueño.

1 de octubre de 2015

-Visita a Santi en Madrid-


Estamos a miércoles en A Coruña. Y este viernes salgo con destino a Madrid para iniciar mis viajes de padre “separado de hecho”, que va a ver a sus hijos. Gracias a la “Tarjeta dorada” de minusválido el billete de Renfe tuvo un 25% de rebaja.
Mis notas de lo que tengo que hacer rezan: Fibra, Biblioteca, Billete y Regalo.
Imagínense para qué es la fibra. Luego tengo que ir a la Biblioteca Municipal de Los Rosales a devolver libros de Alejandro Pedregosa, Pablo Neruda y Yokio Mishima. Me los devuelve Bruno, quien me orientará para coger prestados más.
Acto seguido iré a la Agencia de Viajes El Corte Inglés a comprar un billete coche cama a Madrid.
(Pero la Agencia de Viajes de El Corte Inglés cerró por lo cual fui a la estación).
Desde mi viaje con unos quintos fumadores compulsivos de porros ya no puedo ir en literas.
Y, acompañado de mi vecina-amiga Ana María, iré a comprar un vaso de Winnie de Poth en una tienda de Los Rosales Centro Comercial.
(Finalmente compré un peluche -que habla- en Carrefour).
El sábado por la mañana me iré con Santi y con su maravilloso Síndrome de Down al Retiro, a darle de comer a los peces gusanitos. Si bien Santi no siempre quiere compartir.
Tomaré mis vermús de barril antes de comer. Y tras la siesta es probable que vaya a alguna filmoteca. Ya que mi obligada visita a la FNAC ha quedado abortada desde que hay esta tienda en A Coruña.
Tengo también la intención de ir con mi hija Julia -estudiante de Derecho- a ver a mi primo-profe de la señalada carrera Enrique, quien la podrá orientaren sus estudios. Y además me servirá dos o tres wiskies.

Otro día contaré el “affaire” voltaico que tuve en mi viaje de vuelta en tren a A Coruña...Chico y que incómodo es el sexo en un compartimento coche-cama.