18 de octubre de 2015

-”Taj Mahal”-

Un domingo de mediados de octubre me dirigí yo al restaurante "Tamarindo" después de constatar con horror que para los pollos asados había que esperar hasta las 15.00 horas. Pero ¡No!. El méjicano estaba cerrado. Así es que anduve de frente unos cinco metros y vi el restaurante indio “Taj Mahal”. Sin dudarlo entré y me acomodaron en una mesa del fondo desde la cual sólo podí ver parte del restaurante.
Pedí la carta y observé con dolor que los innumerables nombres indios me eran del todo extraños e incomprensibles. Pedí al camarero consejo y finalmente me decidí por “Pollo especiado en salsa de yogurt”, acompañado de arroz blanco y con “Nam” -pan indio-. De beber cerveza “Cobra”.
Me trajeron a la mesa el “Nam” y el “arroz, acompañado de una pequeña fuente con una velita debajo para mantenerse caliente. Yo pensé que era salsa para el arroz, pero pronto descubrí que se trataba del plato de pollo.
En ese momento entraron una pareja acaramelada y una joven dubitativa y hermosa.
Ocuparon la única mesa que estaba a mi vista. Por lo cual pude observarles detenidamente: Él era vulgar y merengoso. Y su novia era apetecible y risueña. Eva -así la bauticé- era sexual y simpática.
Entre bocado y bocado pude comprobar que Eva desplegaba una voracidad exenta de todo pudor por su amiga, quien no paraba de bromear con su novio.
Y cuando yo devoraba un trozo de “Nam” ocurrió: Con el pié cuyo zapato se había descalzado previamente acarició la entrepierna de su amiga, quien entre suspiros agradeció la iniciativa de compañera.
Separó las rodillas para facilitarle la tarea a su hembra pretendiente. E ignoró los comentarios que sobre fútbol realizaba su soso novio.
Me acompañas al baño Eva. “Claro”, refirió la interrogada.
Y Tardaron cinco o seis minutos en volver: Mostraban nerviosismo y deseo.
No pude ver lo que hacían en el baño, pero pronto pude ver que Eva tenía las bragas de Irene saliendo de su bolsillo del pantalón. Y ya sentados reanudaron los tocamientos.
Yo estaba realmente excitado. Y sin más me levanté de la mesa y me dirigí a la del trío. “Eva, cariño, yo también soy lesbiana”.
“¿Perdona?”, dijo Eva.
“Ya veo que se encuentra usted mal. Haga el favor de no molestar”.
Y es que realmente nada de esto había ocurrido. Yo salgo a comer sólo con una libreta y un boli, e imagino situaciones de lo más surrealistas. Claro que hay que ponerse límites. Llego a no diferenciar entre realidad y ficción.

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