2 de noviembre de 2015

-El cuarto mágico-

                   Lamas (Santiago de Compostela). Puente de Octubre de todos los Santos.
Llamo a mi padre y me autoinvito a pasar unos días en el cuarto de invitados de la planta baja de su hermosísima casona gallega. El primer día que llego -en tren desde La Coruña- me instalan con total comodidad y paso el día leyendo con mi pater familia en la sala de lectura ubicada en un cuarto adyacente al comedor. Hay dos sillones para leer: Uno con un flexo maravilloso -el de mi padre- y otros con una lámpara rústica y suficiente.
Casi dos horas de lectura, visionado de la televisión. Y a dormir a las 23.00 horas.
Me despierto y en un duermevela trato de encontrar el despertador. Fracaso.
No sé donde estoy ni que hora es. Al tocar la cama continua a la mía descubro que no estoy en casa de La Coruña.
Según me voy despertando, caigo: Estoy en Lamas.
Toco la pared en busca del interruptor...Nada.
Me levanto y recorro con la mano la pared granulosa en busca de la luz.
Así palpo más de diez metros. Pero...No salí de la habitación. ¿O sí?.
Sospecho que estoy en el pasillo pues siento al tacto los cuadros que éste alberga.
En esto, encuentro un manubrio y se abre una puerta. Paso dentro.
Muebles. Sospecho que estoy en el “Cuarto mágico”; donde, según María -la doméstica-, ocurren episodios fantásticos promovidos por las meigas.
Dejo atrás el mobiliario y entro en un espacio vacío.
Hay una cama. Toco un cuerpo.
Una luz velada se enciende...”¿Quién es usted?”, me pregunta un hombre de grandes bigotes
“Soy el hijo del propietario de esta casa”, contesto.
“Yo soy el propietario y no tengo hijos”, replica.
“Vuelva usted por donde ha venido o llamo a la policía”, me amenaza.
“Y así fué”. "Regresé".


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