13 de noviembre de 2015

-Entro en el Nirvana-

                “Kiko no te preocupes eres perfectamente capaz de coger un avión. Es sencillísimo: Localizas el cartel que reza “Madrid” y lo sigues. Llévate una bolsa y así no tienes que facturar. Hace ya más de veinte años que tuviste el accidente. Y estás plenamente recuperado”, me dijo por teléfono mi hermano Javier.
“Sí pero también desde hace veinte años tengo una minusvalía cognitiva y de movilidad. La teoría es muy fácil: En fin, me atreveré”, respondí.
Así pues llegué en autobús al aeropuerto de A Coruña -pues desde mi accidente no conduzco, y mi religión me impide los taxis-...Estaba lloviendo.
Iba, según el consejo, con una bolsa por todo equipaje. Entré y me fijé en los carteles: A Coruña-Madrid, sale en veinte minutos.
No hubo ningún problema.
Me acomodé y estaba volando destino a la capital
Pasé un fin de semana maravilloso en casa de mi primo Enrique. Y pude asistir al congreso de ONGs, lo cual era el verdadero motivo de mi viaje.
Llegó el domingo y, aunque mi primo me quiso acompañar, fui sólo al aeropuerto.

Cómo cambiaba todo. De entrada había que dirigirse a “Salidas”, edificio que era idéntico al de “Llegadas”. Una vez dentro todo eran carteles luminosos e indicaciones digitales.
Cuando me dí cuenta estaba rehuyendo las indicaciones por puro pánico. Paseaba la vista por ellas sin intención alguna de leerlos.
Me comí las uñas: Los dedos también.

Y de repente vi un duende de gorrito rojo que me decía: Por aquí Kiko. Ven por aquí, abriendo una pequeña puerta que comunicaba con las pistas de aterrizaje.
Ese es tu avión. Y este cochecito te llevará hasta él.

“¿Sabes cómo se llama esta puerta?”, me preguntó el duende.

“Nirvana”, se respondió a sí mismo.

Como os podéis imaginar ni el duende, ni el Nirvana...Y el servicio de atención psicológica del aeropuerto fue muy eficaz. Ni que decir tiene que perdí mi vuelo...y temporalmente mi salud mental.

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