Como casi todos los domingos, que ponen
algo interesante, me dispuse a ir al cine en el Centro Comercial los
Rosales, ubicado a diez minutos de mi casa.
Vivo sólo desde hace unos meses, por
lo cual lectura y cine se han hecho algo fundamental para mi.
De todos todos modos hecho mucho en
falta los cine clubs de Madrid, Fimotecas y pelis en versión
original.
Aún así, miré en Internet que
ponían...
Harrison Ford. Reponen “En busca del
arca perdida”. Versión “Tú mismo”.
La verdad es que a mi Harrison Ford
siempre me había resultado simpático. Así es que decidí ir.
Perdone que es la versión “Tú
mismo”.
Ya lo verá. Es una sorpresa. Para
socios habituales como usted.
Bueno deme una entrada, fila cuarta
centrada.
Entonces tiene que tomar esta pastilla,
y me dio una cápsula amarilla y un vaso de agua. Hasta que la tome
no le puedo dar la entrada.
Ingerí la susodicha y me dirigí a la
sala dos.
Había una cola a la entrada y me puse
en la misma.
Iban pasando uno a uno, con una
diferencia de cinco minutos. Me faltaban tres usuarios para que
llegase mi turno. Fue entonces cuando comencé a sentir los efectos
de lo que sin duda era una droga.
Una sensación de irrealidad se
apoderaba de mi.
Miré mis pies. Y cual fue mi sorpresa
cuando observé que estaba calzado con unas andragosas botas
y llevaba pantalones sucios y camisa
desabrochada.
En la mano derecha portaba un látigo.
Entonces llegó mi turbo: La señorita
me hizo pasar y me dijo: “Sin perdón Indi”.
Ya en el interior de la sala pronto
comprendí que estaba en una selva. Había muchos indigenas -creo que
eran- y allí en el fondo...
Varios de esos individuos me miraban
con odio. Entonces ella gritó: “Indi”.
Para mi fue como un revulsivo
espiritual.
Había una liana frente a mí. Y sin
pensarlo dos veces la así con fuerza...No comprendo como lo hice, yo
siempre había sido un pato en deporte.
El caso e que estaba volando sobre mis
enemigos, que habían comenzado a dispararme flechas. Y me dirigía
hacia mi amada defendiéndome con el látigo. También llevaba un
revolver, pero no hice uso de él.
Llegué hasta ella, la cogí y la
coloqué sobre mis hombros. De nuevo viaje en liana y al caer en el
suelo de las selva ni un cartel que decía EXIT. Comprendí que debía
dirigirme allí.
Dejé a mi amada y tras atravesar esa
puerta puse fin a mi aventura.
“¿Qué le ha parecido la “Versión
tu mismo”?”, preguntó la azafata.
Kiko Cabanillas.
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