Tras un viaje de novios. Regresando a
mi trabajo en La Voz de Galicia de Ribeira, un camión perdió los
frenos y colisionó contra el coche en el que viajábamos mi mujer y
yo, en el puerto de Piedrafita.
Traumatismo Cráneo Encefálico y Coma
profundo. Mi mujer ilesa.
-”¡Quiero hablar con el diablo!”,
dije ante la evidencia de que iba a morir.
-”A cambio de tu alma...”, dijo una
voz con marcado acento maño.
-Bien sácame del Coma. Déjame vivir
con mi mujer y a cambio yo te doy mi alma.
-”Acepto”, dijo.
Así fue como salía del Coma. Si bien
con secuelas que me impedían reanudar mi trabajo de periodista.
Sin embargo, trabajé en una ONG y
escribí relatos.
Taxativamente iba a ir al infierno.
Debía aprovechar mi vida terrenal.
Me quedó: Una distraxia,. Marcha
tórpida. Lapsus y desorientaciones.
Aún así nunca me arrepentí de mi
trato con Belcebú. Tengo dos hijos maravillosos, un trabajo que me
llena. Y una mujer, que se acaba de separar de mi pero que me hizo
sumamente feliz.
No tardé en descubrir el modo de
conectar con el diablo. Y le pedí que me dejase utilizar sus poderes
en mi fungible vida terrenal. Así lo hizo. Y yo, del modo más
contradictorio, utilicé sus poderes para mejorar la vida de los
inmigrantes con los que trabajábamos en la ONG.
Pero me iba haciendo viejo y el temor a
mi fatal destino seguro me acongojaba.
Pero yo no estimaba que Belcebú fuera
simplemente malvado. Y jugué mi última carta: Le perdí que
ignorase mi maldición y a cambio yo hablaría bien de él en el Más
Allá.
Hace tiempo que fallecí. Y sólo vivo
para redactar este y otros relatos. Es vuestro deber considerar si el
diablo -buena gente en el fondo- aceptó o no mi oferta.
Kiko Cabanillas
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