28 de enero de 2016

-El día que vendí mi alma.

Tras un viaje de novios. Regresando a mi trabajo en La Voz de Galicia de Ribeira, un camión perdió los frenos y colisionó contra el coche en el que viajábamos mi mujer y yo, en el puerto de Piedrafita.
Traumatismo Cráneo Encefálico y Coma profundo. Mi mujer ilesa.
-”¡Quiero hablar con el diablo!”, dije ante la evidencia de que iba a morir.
-”A cambio de tu alma...”, dijo una voz con marcado acento maño.
-Bien sácame del Coma. Déjame vivir con mi mujer y a cambio yo te doy mi alma.
-”Acepto”, dijo.
Así fue como salía del Coma. Si bien con secuelas que me impedían reanudar mi trabajo de periodista.
Sin embargo, trabajé en una ONG y escribí relatos.

Taxativamente iba a ir al infierno. Debía aprovechar mi vida terrenal.
Me quedó: Una distraxia,. Marcha tórpida. Lapsus y desorientaciones.
Aún así nunca me arrepentí de mi trato con Belcebú. Tengo dos hijos maravillosos, un trabajo que me llena. Y una mujer, que se acaba de separar de mi pero que me hizo sumamente feliz.

No tardé en descubrir el modo de conectar con el diablo. Y le pedí que me dejase utilizar sus poderes en mi fungible vida terrenal. Así lo hizo. Y yo, del modo más contradictorio, utilicé sus poderes para mejorar la vida de los inmigrantes con los que trabajábamos en la ONG.
Pero me iba haciendo viejo y el temor a mi fatal destino seguro me acongojaba.

Pero yo no estimaba que Belcebú fuera simplemente malvado. Y jugué mi última carta: Le perdí que ignorase mi maldición y a cambio yo hablaría bien de él en el Más Allá.

Hace tiempo que fallecí. Y sólo vivo para redactar este y otros relatos. Es vuestro deber considerar si el diablo -buena gente en el fondo- aceptó o no mi oferta.
                                                               Kiko Cabanillas

No hay comentarios:

Publicar un comentario