Una buena mañana de mediados de enero
del 2016 me desperté y me dispuse a abrir la persiana de mi cuarto.
Miré hacia el exterior y, aunque no
había amanecido del todo, el cotidiano paisaje había variado
totalmente: Donde antes había una carretera ahora había un campo
pelado de árboles y gente corriendo en él.
“Debo estar dormido aún”, me dije.
Pero un silbato desde el exterior me reconduzco a mi actual
situación.
Unos nudillos sonaron en la puerta: Y
apareció el: Fernándo.
Había convivido conmigo en Pontevedra
de adolescente. Y aunque muy envejecido: Debía rondar los
cincuenta...Sus ojos azules y su sonrisa seguían intactos.
Verás Kiko soy el encargado de
contarte que en realidad has fallecido. Te caíste por las escaleras
de tu duplex y te rompiste el cuello. Como vivías sólo nadie pudo
socorrerte y la muerte te vino por asfixia. Ahora estamos en una
residencia, donde permaneceremos hasta ser juzgados. Para tu
tranquilidad te diré que más de un 70% de nosotros vamos a pasar a
lo que vulgarmente se conoce como cielo, que no es tal. Pero sí es
el estadío espiritual superior.
Es decir lo que yo había creído ver
por mi ventana no era A Coruña, sino el Más Allá en el que ahora
vivía. Sin dudarlo un momento llamé a Fernando, quien no tardó en
venir: Y le dije: Quiero ver a tres personas: Mi primo Carlos, mi
madre y David. Seguro que los tres están en el estadío superior.
Y así fue como retomé durante días y
días mi conversación con mis muertos: Málaga y su Feria, el
gazpacho y el alpinismo.
Para mi grata sorpresa me dijo Fernando
que no necesitaba chillar porque con sólo desearlo mis sueños se
harían realidad y al instante se presentaría la persona deseada.
¡Ah! Y ya me olvidaba: Los tres
pasamos al estadío superior: El cielo.
Kiko Vacanillas.
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