19 de enero de 2016

-Pino en el tren-

Aquella mañana del viernes estaba yo sentado en el tren que me llevaría desde A Coruña a Madrid. Llegaría a la hora de comer: Con mi ex-mujer y mis hijos.
Mi vagón estaba impoluto, sin recordar ni por asomo aquellos trenes que cogía yo en mi juventud . Ahora seis horas, escasas. Antes toda una noche en literas, con quintos fumando porros.
En esto llegó Fredy, elegante con un maletín.
Sólo llegar se dirigió a uno de los extremos del vagón. Y apoyando su maletín en un asiento se bajó los pantalones y empezó a emitir gruñidos.
¡Sería posible, estaba cagando!.
En esto el tren ya había salido.

Yo recordé en ese momento la costumbre india de defecar en comandita, alineados en la calle.
Quizá sea todo una cuestión cultural.

En esto comenzaron las críticas en alta voz: -“¡Cerdo!”, -”Parece mentira, a su edad”.
Hasta que finalmente una mujer vestida con un traje horroroso se acercó al depositante y le dijo: “No le da vergüenza. Está usted dando un escándalo”.

A lo que Fredy respondió: Señora me hace usted perder la concentración. Y así tardaré más.

“Pero por dios si hay cuartos de baño”, señaló la señora.

“Yo prefiero aquí. No tiene usted que molestarse. Es algo bien natural. Cuando acabe lo limpiaré todo”, contestó el interpelado.

La señora, roja como un tomate, volvió a su asiento.

Era tal lo bien que me había caído Fredy que, cuando supuse que había acabado, me acerqué a él y le ofrecí un paquete de clinex.
A lo que él, en tono complaciente, respondió: “Muchas gracias caballero”.
                                            Kiko Cabanillas.

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