Cuando están puestos: Otro mundo.
Ausentes. En paz. “Voy bien quizá alucinando. No quisiera tener
que parar...”.
Dentro de los maravillosos reportajes
que hice de “free lance” tras el accidente que por poco me costó
la vida y que me dejó de recuerdo una minusvalía, redacté e hice
fotos para “El paisaje yonkie de Galicia”: Recorrí los picaderos
de Galicia e hice entrevistas con drogadictos y técnicos en
desintoxicación.
Era ya un problema que no me era ajeno;
Los hermanos de Carlos: Jacobo y Jose habían caído en Pontevedra,
donde también llevé un día a su casa a Rafa tumbado en unos bajos
con una jeringuilla “chuta” a su vera.
Asimismo, Luis “El patoso” (incapaz
de la mínima destreza deportiva) abrazó el caballo. Luego llegaría
el Sida. Y la decisión de tirarse por la ventana de su cuarto para
poner fin al infierno.
Y el último caso que conocí muy de
cerca es el del portugués Fernando, a quien traté desde la ONG Ecos
do Sur. Superaba los cincuenta. Y había dejado la heroína por el
alcohol. Tenía Sida y había estado preso.
Hagamos una reflexión sobre el
caballo: ¿Qué les da la heroína?. ¿Qué buscan tan
desesperadamente?:
El espíritu. El caballo es espíritu
por vía parenteral
Rápido y nítido ascenso al Nirvana.
Y si llevas una mierda de vida pues con
más motivo.
Colectivos sociales marginados. Presos.
Putas. Desequilibrados. Todos venid a mí: Yo, que tengo nombre de bestia
galopante, os daré trotre, os daré galope. Correréis como
centellas. Y sólo pensareis en el próximo pico.
Kiko Cabanillas.
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