17 de marzo de 2016

Morirse no es tan fácil.

Gracias a mi alumno Fernando había conseguido una pistola en el Portiño, por doscienteos cincuenta euros.
Mi alumno de español portugués se preocupó cuando se la pedí, con la completa seguridad de que me la conseguiría. Me dijo -¿A quién vas a matar?. Mira que te arruinas la vida. -No te preocupes Fernando es sólo para dar un susto.
Pero yo sabía que la primera bala de ese cargador estaba destinada a poner fin a mi vida.
Arrastraba una neurosis postraumática, mi mujer se acababa de separar de mi...
Me fuí a cenar a La Penela para despedirme de Kiko -yo- y bebí casi dos botellas de Ribera del Duero, además de dos copas de aguardiente blanca.
Sabía lo que me esperaba al llegar a casa, así que decidí ir al restaurante Tamarindo a tomarme un “pisco shower”, que fueron tres.
Cuando llegué a casa estaba claramente borracho.
Y encendí el ordenador y abrí el archivo que decía “Por qué”...
“Falta de amor de pareja”, “Neurosis postraumática”, “Sin trabajo”, “Minusvalía”...
Pues sí. Está claro.
Saqué la pistola del armario. Y sentado en el despacho coloqué un cojín sobre la mesa y sobre ella mi cabeza. Quité el seguro tal como me había dicho Fernando, apoyé el caño sobre mi sién y...

...“Kiko, ¿qué haces dormido en el despacho?, me dijo la doméstica María.
Pero...
“Te has vuelto a quedar frito escribiendo. Debes tener cuidado. Un día te caes y tendremos un problema”.
                                        
Encendí el ordenador y el titular del texto recién escrito decía: “Morirse no es tan fácil”.
                                 Kiko Cabanillas.

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