4 de marzo de 2016

-Pederastia en la Iglesia.

“Sí, tu eres mi mejor monaguillo. Y quieres tenerme contento. Aquí nadie nos molestará”.
“Pero padre ¿que es lo que vamos a hacer?”.
“Es muy sencillo. Tu te vas a recostar aquí. Y yo me voy a meter dentro de tí, como el espíritu santo. Esto lo hago por ti, pero es muy importante que no se lo cuentes a nadie”.
“Así, así...”
“Padre me hace daño”.
“El dolor es parte de la felicidad. Es el camino”.
“Yo no sé si esto está bien”, señaló el joven Pedro.
“Sé lo que estamos haciendo. Y estaría mejor si usted o yo fuésemos mujer”.
“Bueno acabé. Limpiaté, que aún tienes que bendecirme con la lengua. Yo también me limpio para que no te de asco”.
Y el forzado jóven le practicó una felación al señor cura, quien entre jadeos le dijo que mañana domingo contaba con él en la eucaristía.


Y es que en los pueblos los curas son la autoridad mayor. Y con la bendición de los padres pueden conseguir todo de los jóvenes. Incluso sexo. Y si los padres no se enteran pues mejor.
La confianza será ciega.
Y los curas son animales sexuados. Y como tal tienen necesidades.
Recuerdo a la perfección el reportaje que hice para Interviú: “La hija del cura”, en un pueblo de Toledo. Los parámetros se repetían: Confianza ciega en el representante de la Iglesia.

El sexo, las perversiones y la pedofilia viven dentro del hombre, quien vive dentro de la Iglesia. Y en consecuencia los bajos instintos son acogidos por la santa madre Iglesia.

                                                    Kiko Cabanillas








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