7 de marzo de 2016

“Retiro da Costiña” me abrazo en la muerte.

                                                      Cáncer terminal. Cuatro meses de vida.
Debía aprovechar antes de que comenzasen los dolores y los efectos de la morfina para aplacarlos.
Me habían hablado de un restaurante: “Retiro da Costiña”, fascinante, según mi cualificado informante.
Así es que decidí acudir con mi hermano Javier. Y su hija Arantxa.
Entramos por la parte baja del restaurante, donde disfrutamos de un vino joven y un pincho de boquerones que nos introdujo en el fascinante mundo culinario del paraíso en el que estábamos.
El local del municipio de Santa Comba tenía el sabor y la presentación dignas del mejor restaurante de New York. Cocina de vanguardia.
Continuamos con el Ribera del Duero recomendado, para pasar por asesoría de Javier a un rioja con más cuerpo.
Fueron catorce bocados exquisitos de nueva cocina. Al principio de cada cual la camarera o el “sumiller” nos daban las pertinentes explicaciones sobre componentes y técnica de elaboración.
Los últimos tres platos eran dulces, con una melodía de sabores fascinante.
Y tras los postres pasamos a la sala de fumar, donde también bajo recomendación nos fumamos dos habanos y Arantxa tomó un gin tonic, con una ginebra muy especial. Yo, ¡como no!, pedí un trago de aguardiente que disfruté con un café elaborado con un soplete delante nuestro.
Fuí invitado por Javier, quien siempre gasta con su familia y amigos sin el menor complejo o contratiempo. Ahora bien le pedí que me dejase poner una generosa propina.
Me iba a morir, pero ese día permanecí en el cielo antes de tiempo.
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