Caía
el agua con fuerza. Y con poca presión.
Ensimismado
me frotaba los ojos.
Me
extendí el gel. Y me di champú.
Me
quedé medio dormido mientras el agua recogía la espuma.
Y
decidí salir del baño para salir a comprar el periódico.
Pero...
Mi
baño estaba irreconocible: El toallero, el suelo, todo era distinto.
Me
sequé, abrí la puerta y...allí estaba Fredo con su cámara
colgando.
“Venga
Kiko. Ya era hora. Tenemos que ir al Parque Lazienki y a la Plaza
Mayor, antes de que se reanuden los bombardeos”.
“No
entiendo”, dije.
Finalmente
al cabo de un breve espacio de tiempo comprendí: Eramos
corresponsales de guerra.
En la
segunda guerra mundial. Y concretamente en Varsovia. Fredo era
fotógrafo y yo corresponsal.
“No
te preocupes por tu desorientación Kiko. He visto cosas más raras”,
me dijo el cámara.
Así
pues salimos a la calle. Y cuando llevabamos un rato andando, a la
altura del Palacio de la Cultura unos soldados alemanes nos dieron
el alto. “Journalist”, les grité.
Primero
cayó Fredo, por una ráfaga de la metralleta de uno de ellos.
Empujones
e insultos. Cogieron mi carnet de prensa y lo tiraron al suelo.
Me
iban a matar.
Me
colocaron contra una pared y...
Me
retiré todo el champú de los ojos. Cogí mi toalla. Y me dispuse a
salir del baño. Fuí a comprar el periódico y ahora estoy
escribiendo mi relato.
Kiko Cabanillas.
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