Era viernes por la noche. Estaba sólo
en A Coruña -separado- en casa y me disponía a ir al cine.
Miré la cartelera y no vi nada que me
atrajese. ¡Oh, cómo echaba de menos los cineclubs de Madrid!.
En fín, decidí ir a “Marineda” y
ver si me animaba a alguna. Además podría cenar algo.
Cogí pues un taxi y me dirigí al
citado centro comercial.
Cuando fui a pagar observé con horror
que sólo tenía veinte euros. Pagué once con veinte.
Con algo de calderilla. Me decidí por
“El libro de la selva” que me aportaría el estado espiritual
idóneo para escribir al llegar de vuelta a casa.
Ya había acabado la película y
ahora...¿Cómo coño volvía a casa, con seis euros cincuenta?.
Miré en mi móvil cuando llegaba el
próximo bus: Cuarenta minutos.
Indignado con la compañía de buses me
metí en un taxi.
-Cuando lleguemos si es tan amable me
espera un momento que saco dinero en el cajero de al lado de casa. Es
que me acabo de dar cuenta de que no llevo suficiente.
-Eso se mira antes caballero. No se
preocupe, yo espero.
Así pues llegamos a Ronda de Outeiro
421...Y me bajé del coche. Fui al cajero y...: “-Sentimos
comunicarle que no le podemos atender. Acuda al más próximo·.
Dudé si explicárselo al taxista, pero
finalmente me metí en casa. Arriba habría dinero.
Pero no. No había.
Fui a la terraza para observar al
taxista.
Eran ya las doce y media. No podía
aguantar mucho.
La una y allí seguía impertérrito.
La verdad es que comenzó a darme pena.
Tendría familia y le haría mucha falta el dinero. Pero el coche
seguía en marcha. ¡Apágalo calamidad, que te arruinas!.
La una y media. Ӄsto es de locos.
Ya sé: saldré por la puerta del garaje e iré a otro cajero sin que
me vea el taxista. Luego le pagaré”.
Así pues salí de casa dispuesto a
poner fin al culebrón. Fui al cajero de Manuel Azaña y saqué
cincuenta euros, que pensaba darle en su totalidad al taxista.
Me dirigí al vehículo. El conductor
estaba recostado sobre el volante. Pobrecillo se ha dormido.
Le toqué un hombro y cayó al asiento
del copiloto.
No había duda: Estaba muerto.
Llamé con el móvil al 092, y vino
rápiadamente la policía municipal.
Les acompañé al cuatelillo para dar
parte.
En ningún caso les dije que me había
intentado escaquear de pagar. Igual era delito.
Kiko Cabanillas.
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