21 de abril de 2016

Mi profe nueva: Amaya.

Tras mi descubrimiento tenía que avanzar mucho en informática, pues mi vida dependería de ello. Tenía en mente llevar siempre conmigo un portátil y rogar a Dios por tener Internet allí donde fuere.
Bueno os cuento: Había descubierto un sistema para trasladarme allí donde quisiera con tan sólo ejecutar un programa de mi ordenador.
Para dominar el asunto había contratado a mi profe de informática Amaya, que comenzaba hoy a las 10.00 horas. Mi temor: Que se asustara ante mi descubrimiento y que no quisiera cooperar.
Llegó Amaya y en media hora le expliqué todo: Viajaríamos a Sudán del Sur y Ecuador. Dos zonas en grave crisis humanitaria. Una por la más cruenta de las guerras civiles y otra por el reciente terremoto.
“¿Tu escribes, no?, pregunto Amaya, quien me pidió que dejase de fantasear y prestase atención a sus explicaciones.
Vimos el World, Excell, Skype y muchos otros programas, en las dos horas y media que duró la clase.
Efectivamente de nuevo había vuelto a confundir ficción literaria con realidad. Y obviamente me era imposible viajar por Iternet.
De todos modos me gustó mucho la actitud de Amaya, que paciente y afectuosa escuchó todos mis derrapes. Y me dijo lo que estaba dispuesta a enseñarme.
Al poco tiempo viajaría a Ecuador con la Cruz Roja, encontrándome una de las mayores crisis humanitaria habidas. Y también con el tiempo aterrizaría en Sudán del Sur, donde no hay ayuda internacional ni prensa extranjera simplemente porque no interesa, aún habiendo petróleo.
Y es que es de todos conocido que el oro negro llama a la ayuda humanitaria como no lo hace la mayor de las catástrofes.
Sudán sería mi casa por una buena temporada. Me acogerían cariñosamente. Y escribiría un libro sobre ese desastroso país, envuelto en guerras tribales.
En fin, que lo que no pude hacer vía Internet lo hice en la realidad.
                                                          Kiko Cabanillas.


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