Tras mi descubrimiento
tenía que avanzar mucho en informática, pues mi vida dependería
de ello. Tenía en mente llevar siempre conmigo un portátil y rogar
a Dios por tener Internet allí donde fuere.
Bueno os cuento: Había
descubierto un sistema para trasladarme allí donde quisiera con tan
sólo ejecutar un programa de mi ordenador.
Para dominar el asunto
había contratado a mi profe de informática Amaya, que comenzaba hoy
a las 10.00 horas. Mi temor: Que se asustara ante mi descubrimiento y
que no quisiera cooperar.
Llegó Amaya y en media
hora le expliqué todo: Viajaríamos a Sudán del Sur y Ecuador. Dos
zonas en grave crisis humanitaria. Una por la más cruenta de las
guerras civiles y otra por el reciente terremoto.
“¿Tu escribes, no?,
pregunto Amaya, quien me pidió que dejase de fantasear y prestase
atención a sus explicaciones.
Vimos el World, Excell,
Skype y muchos otros programas, en las dos horas y media que duró la
clase.
Efectivamente de nuevo
había vuelto a confundir ficción literaria con realidad. Y
obviamente me era imposible viajar por Iternet.
De todos modos me gustó
mucho la actitud de Amaya, que paciente y afectuosa escuchó todos
mis derrapes. Y me dijo lo que estaba dispuesta a enseñarme.
Al poco tiempo viajaría
a Ecuador con la Cruz Roja, encontrándome una de las mayores crisis
humanitaria habidas. Y también con el tiempo aterrizaría en Sudán
del Sur, donde no hay ayuda internacional ni prensa extranjera
simplemente porque no interesa, aún habiendo petróleo.
Y es que es de todos
conocido que el oro negro llama a la ayuda humanitaria como no lo
hace la mayor de las catástrofes.
Sudán sería mi casa por
una buena temporada. Me acogerían cariñosamente. Y escribiría un
libro sobre ese desastroso país, envuelto en guerras tribales.
En fin, que lo que no
pude hacer vía Internet lo hice en la realidad.
Kiko Cabanillas.
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