Como sabéis David fue un amigo mío de
Salamanca que viajó conmigo a la India un verano en el que ambos
éramos veinteañeros. Moriría al año siguiente practicando
alpinismo en los Alpes franceses.
Y en esto que, cuando acababa de
cumplir los sesenta años, un buen día llegó a mi casa de A Cruña
su hijo, también David, quien guardaba un enorme parecido físico
con su padre.
A pesar de vivir en Francia con su
madre hablaba correctamente el español, si bien con marcado acento
gabacho.
Venía a hablar y conocer al autor del
libro “David y Kiko en la India”.
Pasa David, y cuéntame.... Háblame
de ti: Formación, trabajo, novias, todo lo que quieras.
“Sólo quiero decirte antes de nada
que tu libro demuestra un amplio conocimiento de mi padre. Y eso que
según me han dicho no erais amigos muy próximos”, me dijo..
“Te diré: Teníamos aficiones
comunes: Yo también practicaba la escalada deportiva y los dos
éramos amantes del Arte y la Cultura", contesté..
A continuación el joven David me contó
su vida, que guardaba grandes semejanzas con la de su padre: Andando
siempre con marginales, con la Sociología en su mano. Culto y
deportista. El joven David era una fotocopia del padre.
Para la charla había comprado una
botella de Martini, que ya nos habíamos bajado.
“David ¿te gusta la comida
mejicana?.
Me dijo que si y lo llevé al
restaurante “Tamarindo”.
Y después...
David lo que vamos a hacer ahora no
quiero que se lo cuentes a nadie jamás.
Fuimos al paseo de los gatos.
Llegamos en coche. Aparcamos.
Y tras iniciar el paseo, unos cincuenta
metros le dije: “David ¿No conoces a esa persona?”.
“Dios mío si es...”. “Papá”.
Los dejé solos casi una hora. Al cabo
de la cual le expliqué al joven invitado que esto jamás volvería
a suceder pues David debía marcharse...
Y ¿cómo sucedió?. No sé la
respuesta. Simplemente sentí una fuerza que me arrastró al lugar.
Supongo que sería obra de David, quien también me indicó que no
abría mas apariciones.
Kiko Cabanillas.
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