16 de mayo de 2016

Cabeza cuadrada.

Fui nombrado ”Editor” del Facebook de Área Central, me subieron una contraseña pues no me acordaba de la antigua, y me dijeron que “Me gusta esta página”, “Compartir” y “Área Central”. “Publicar”. “Programar publicaciones”. Todo parecía sencillo, pues no pasé de “Me gusta...”.
Tere me explicaba todo con mucha paciencia y calma. Todo parecía haber sido entendido. Pero al llegar a casa se complicaba.
Tras dos horas intentando entrar en Facebook fue cuando lo noté: Mis ojos se habían trasladado adelante y mi frente se alineaba con los mismos. Me achataba.
Al principio pensé que no era más que una sensación del estrés acumulado. Pero entré al cuarto de baño y...
Efectivamente tenía una caja por cabeza, perfectamente cuadrada.
Al salir del baño choqué con el marco de la puerta.
Era una respuesta psicosomática al estrés informático sufrido.
Me volví a sentar al ordenador y mi cabeza se convirtió en un perfecto cuadrado que crecía por momentos. Tenía un serio problema.
No sé por qué me vino la idea a la cabeza de que leyendo poesía contra restaría el mal influjo de Facebook. Y así fue.
Aparté el teclado y cogí “La promoción poética de los cincuenta”.
Según iba pasando poetas mi cabeza parecía retornar a su medida habitual.
Al cabo de varios días, desechada ya la compulsión informática y entregado a la lírica, le comenté lo sucedido a mi médico de cabecera -y escritor- Pablo Vaamonde. Quien se rió mucho y me dijo: Ya sabes, no vuelvas a traicionar a la Poesía, no admite amantes múltiples.
Como siempre el maldito espíritu, que no admite desamores ni traiciones.
Lo de la cabeza cuadrada no es sino un ejemplo de lo que hace cuando se siente traicionado.
“Yo siempre estaré contigo
Poesía mía...”.
                                 Kiko Cabanillas.

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