Por fín comenzaba
mi nueva ocupación laboral en Santiago.
Debía ir a la
ciudad compostelana y hablar con Eva, quien me informaría sobre el
modo en el que debería seguir en Facebook toda noticia relacionada
con el Centro Comercial Área Central.
Así es que llegué
a Santiago aquella mañana lluviosa.
Estaba citado con
Eva en su oficina, situada en la zona antigua.
Llegué puntual y
me dijo: “Hola Kiko, así es que trabajaremos juntos”.
“Pues toma
asiento, que te voy a enseñar una cosa”.
Y sin más
agachándose sobre el fax y subiéndose su corta falda me mostró su
pubis rubio y poco peludo. Me abalancé sobre ella y tendiéndola
sobre el escritorio la penetré violentamente.
“Ciertamente me
alegro mucho de haberte conocido”, le dije según acabamos.
“Y yo también”,
susurró entre risas.
Acto seguido me
enseñó Eva en que consistiría mi trabajo.
Me lo explicó de
maravilla.
Y desde ese día
comprendí que mi relación con Eva iría mucho más lejos.
Así fue y ahora
mientras escribo se prepara el desayuno en la cocina.
Arte y cultura
eran sus fuertes. Y practicar sexo en sitios insospechados.
Pero nunca
olvidaré ese primer día en el que me enseñó el que sería el
objeto de mi deseo.
Y entonces hablé
con mi hermano Javier, vía Escape, y le dije que estaba muy
ilusionado con mi nuevo trabajo, pero -ante su incomprensión- le
añadí que solo o aceptaría si entre mis compañeras de trabajo
había alguna Eva.
“Sé que te
resultará extraño, Javier, pero es que para mi es fundamental
conocerla”, le añadí.
Kiko Cabanillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario