21 de junio de 2016

-Amanecí joven-

Os recuerdo que rondo los cincuenta años. Estoy casado pero vivo separado de mi familia, que vive en Madrid y yo en A Coruña. Trabajo como voluntario en una ONG y en el Centro Comercial Área Central.
Pues bien toda mi vida cambiaría esa mañana.
Me desperté de un salto y fui a desayunar. Sabía donde debía ir, pero no era la cocina ni el piso de siempre. Pronto me dí cuenta, estaba en mi piso madrileño, en el que habíamos vivido de jóvenes.
Me senté a la mesa. Mi padre había rejuvenecido diez o quince años, y como siempre tomó su café de pié. Llegaron mis hermanos: Niños. Y yo me dejé llevar por la inercia de lo se suponía que debía hacer. Acabé el desayuno y fui al baño a lavarme los dientes, entonces descubrí a Xeito, nuestro Cocker Spaniel cachorro.
El espejo me reveló que yo también me había convertido en el niño que fui.
Era sábado, así es que fuimos con mi padre al Museo del Prado y luego al Club de Campo a jugar al tenis. Mi hermano Javier era el mejor.
Mi hermano Chemi me preguntó por qué estaba tan callado.
¡Ay, si tu supieras!.
Ya a la tarde regresamos a casa en el 850 que conducía mi padre.
Y por acuerdo unánime fuimos al kiosco de prensa a comprar Mortadelos y Joyas Juveniles Ilustradas.
Cierto es que mi padre nos aficionó, sobre todo a mi, a la buena literatura, pero los citados tebeos eran pilares espirituales en nuestra formación.
Llegué a casa agotado, cene filloas cocinadas por mi ascendente y me dispuse a dormir.
Con el sueño llegó el amanecer: Estaba en mi casa de A Coruña escribiendo sobre mi juventud y tal y como me sucede en innumerables ocasiones caí en un estado de ensoñación en el que confundía ficción con realidad. De nuevo tenía cincuenta años.
                                           Kiko Cabanillas.

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