“Pues
sí señor. Mi respuesta es sí. Vendo mi alma, que arderá en el
infierno. Y a cambio usted me concede la vida y todo cuanto desee”.
Esto
sucedió estando yo en coma profundo en el Hospital de León. Y
Belcebú cumplió su palabra, por lo menos en cuanto a sobrevivir
atañe.
Antes
de salir del Hospital vino a verme transformado en un periodista
amigo.
Y yo
le dije: “Has cumplido tu palabra en cuanto a mi vida. Ahora te voy
a pedir dos deseos: Uno: Que mi recuperación sea rápida. Y dos:
Quiero estar dentro de todas y cada una de mis cuatro cuñadas. Ya me
entiendes...”.
“Concedido.
Yo te avisaré”.
Mi
recuperación fue fulminante a pesar de mi minusvalía inicial del
67%.
Y
estando mi mujer: Ana y yo en Madrid, mi suegra quiso hacernos una
Lasagna.
Cuando
volvía a comer de comprar el periódico, un mendigo me dijo: “Hoy
es el día prepárate. Penetrarás en tus cuñadas”.
Al
llegar a casa de mis suegros me dirigí a la cocina, donde se estaba
horneando la Lasagna.
Y
entonces mi suegra fue al baño, quedándome yo sólo en la cocina.
Y
sucedió...
Veía
la cocina a través de un cristal opaco. Mi cuerpo estaba pringoso.
No
tardé en comprender: Era un ingrediente: Concretamente bechamel.
Estaba en el horno.
Regresó
mi suegra y dijo: “¿Sabéis dónde se ha metido Kiko?. Estaba aquí
hace un momento”
“No
te preocupes mamá. Vamos comiendo. Ya vendrá. Ya sabes cómo es”,
dijo Ana.
“Bueno
seguro que ha ido a por una tarta Sacher”, dijo su madre.
Y mis
cuñadas comieron con mucho apetito. Pero mi suegro también.
Y yo
quise morirme pensando en el acto defecatorio.
Kiko
Cabanillas.
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