Felipe Benítez
Reyes me presentó ciertamente una estatua de una plaza que no
existe.
Era -como en “El
Club de los Diferentes”- una figura en la que animación y juventud
se daban la mano. Y los niños alegres se aproximaban a ella y la
achuchaban.
Todo era felicidad
en torno a esta figura. Las autoridades sanitarias sospecharon de
patologías en lo que a salud mental se refiere.
¿Es acaso todo
ficción?.
Si no existe la
plaza cómo diablos va a existir la estatua que la preside.
“Es Poesía”.
Bueno eso lo
explica todo.
Lirismo y fantasía
no exigen realidad. Son espíritu.
Y el espíritu
viaja en una carretilla de obra empujada por unos pillos.
Y la
plaza...¿Seguro que no existe?.
Sí existe porque
yo la cree para que en ella viviese la figura.
Es una plaza
redonda poblada de geranios. Con columpios. Y niños. Muchos niños.
Felipe Benitez
Reyes es inmenso. Y si el dice que existe será porque la ha visto.
Digo yo.
Y ni que decir
tiene que hay muchas formas de ver.
Y si la creó en
vez de verla.
Bueno, pues ya
está la creo y después la vio.
Pero todo ello es
intranscendente para los niños que con la estatua juegan.
Y yo iré a
colocarle un gorro de lana para que no pase frío en invierno. Felipe
me dirá el camino.
Kiko Cabanillas.
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