Estaba sólo en casa.
Sentí la llamada del cielo.
Me dirigí al despacho abrí la puerta
de la terraza y...
La inmensidad a mis pies.
Sólo quiero volar. Voy a volar.
Me agarré a la barandilla. Subí una
pierna y luego la otra.
Soy una gaivota. Porque cada uno es lo
que le da la gana.
“Era muy majo pero era un perfecto
desequilibrado”.
Su familia se enfadó muchísimo con la
viuda de Kiko porque le había abandonado para irse a vivir con su
padre a Madrid.
Y nuestra gaviota se dedicó a leer y a
escribir compulsivamente.
No miento “espiritualmente”, que se
parece en el proceder pero no tiene nada que ver en el fondo.
El primo Enrique se disgustó tanto que
engordó quince kilos. Y su padre quedó con ganas de haber ido a la
Feria del Libro de Madrid con su hijo.
Fue una cuestión de búsqueda del
equilibrio del alma.
Había alcanzado un estadio
difícilmente asumible socialmente. Tenía que estar sólo y libre. Y
por qué no explorar el vacío.
Sólo le faltó poder escribir esa
experiencia. Por eso la escribió a priori.
La imaginación ayuda.
Kiko Cabanillas.
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