3 de junio de 2016

Gaivota.

Estaba sólo en casa.
Sentí la llamada del cielo.
Me dirigí al despacho abrí la puerta de la terraza y...
La inmensidad a mis pies.
Sólo quiero volar. Voy a volar.
Me agarré a la barandilla. Subí una pierna y luego la otra.
Soy una gaivota. Porque cada uno es lo que le da la gana.

“Era muy majo pero era un perfecto desequilibrado”.
Su familia se enfadó muchísimo con la viuda de Kiko porque le había abandonado para irse a vivir con su padre a Madrid.
Y nuestra gaviota se dedicó a leer y a escribir compulsivamente.
No miento “espiritualmente”, que se parece en el proceder pero no tiene nada que ver en el fondo.

El primo Enrique se disgustó tanto que engordó quince kilos. Y su padre quedó con ganas de haber ido a la Feria del Libro de Madrid con su hijo.

Fue una cuestión de búsqueda del equilibrio del alma.

Había alcanzado un estadio difícilmente asumible socialmente. Tenía que estar sólo y libre. Y por qué no explorar el vacío.
Sólo le faltó poder escribir esa experiencia. Por eso la escribió a priori.
La imaginación ayuda.
                              Kiko Cabanillas.

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