20 de julio de 2016

-Médico sin Fronteras-

Había acabado mi carrera de Medicina en Pamplona. El Mir. Y especialidad psiquiatría.
Me había casado y tenía dos hijos.
Pero mi matrimonio tocó a su fin. Y vivía separado en un modesto pìso de Vallecas.
En pleno estado de desconcierto psicológico decidí comenzar a colaborar con Médicos sin Fronteras. Mi primer destino sería Siria, donde las patologías psíquiátricas estaban a la orden del día. Así como traumas por la pérdida de seres queridos.
Finalmente. Y dado mi éxito en Siria decidieron enviarme a Sicilia, donde recibíamos a diario cientos de refugiados africanos provenientes de la costa Libia.
Depresiones, ansiedad, síndrome de Ulises, desamparo, desorientaciones...
Gran número de ellos habían cruzado el Mediterráneo provenientes de países con conflictos armados.
Huyendo de la guerra.
La mitad de ellos presentaban enfermedades psíquicas. Y nueve de cada diez empeoraron su situación en Italia.
Esto es, por muy mala que fuese su situación en origen, no lograban mejorarla en absoluto.
En Sicilia llevaba ya un año.
La atención psiquiátrica era imprescindible aquí.
Finalmente decidí tomarme unos días de vacaciones e ir a ver a mis hijos a Madrid.
Fui recibido con mucho afecto por mi ex.
Y, como siempre, a mi hijo Santi y a su maravilloso Síndrome de Down me los comí a besos.
Me dí cuenta de que ya tenía otra familia. Pues era entonces -lejos de Sicilia- cuando me sentía fuera de casa.
Después sería enviado a varios países africanos.
Y mi carrera como psiquiatra se intensificaba a ritmo vertiginoso.
Pero ya tenía sesenta años. Era viejo para ese tipo de vida.
Finalmente me reconcilié con mi ex y me fui a vivir con ellos a Madrid, donde trabajé en mi especialidad médica con inmigrantes en la ONG Ecos do Sur.
                              Kiko Cabanillas.

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