4 de agosto de 2016

Viví los sueños Santi.

Como todos los días me desperté a las siete y bajé a desayunar. Al acabar me dirigí al despacho a escribir. No tenía tema.
Santi y mi mujer dormían profundamente. Así es que le pedí a Satanás que me dejase vivir en los sueños de Santi.
Accedió, pues en días anteriores yo ya le había vendido mi alma.
Así fue como me introduje en el alma del pequeño.
Iba corriendo por el paseo marítimo junto a Bob Esponja. Ambos nos parábamos a comprar un helado de chocolate.
Después nos dirigíamos al puerto, donde nos esperaba mi barco pirata.
Partíamos hacia el Caribe sin perder tiempo.
Y de camino asaltábamos un barco inglés. Matábamos a toda la tripulación y torturábamos a las mujeres -a las que también hacíamos cosas feas-.
Llegábamos a las islas británicas y éramos recibidos por la reina, a quien llevábamos de regalo unas perlas, que le hicieron mucha ilusión.

Un ruido en el cuarto de mi mujer y Santi me interrumpió el sueño.
Santi se había despertado.
Fin del capítulo uno.

Entonces fue cuando caí en la cuenta de que mi alma estaba condenada sin remisión.
Sin embargo, nada me importaba. Viviría con mi gente: Putas, yonquís y colgaos, poetas y trastornaos. Y entre tanto viviría los sueños de Santi y tendría muchas otras licencias.
                                      Kiko Cabanillas.

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