El fundamentalismo
islámico es una verdadera enfermedad del mundo actual. Pero mucho
peor es la actitud de EEUU al respecto. Por una parte luchan contra
el ISIS justificándose con la acusación de que usan gas mostaza y
por otros lado no quieren acabar con ellos porque les interesa un
elemento perturbador en el mundo islámico. ¿Acaso no podrían
acabar con los radicales bombardeando sus bases?. Pero no les conviene
un final rápido.
La guerra de EEUU
contra el Estado islámico es una gran farsa. La “guerra
preventiva” contra los “terroristas islámicos" se utiliza para
justificar la agenda militar, es una creación de la inteligencia de
EEUU, la OTAN e Israel.
La referida
acusación se basa en que “el Estado Islámico" ha disparado
proyectiles con gas mostaza contra tropas iraquíes, kurdas y
estadounidenses. Además, -alegan-, el verano pasado el Estado
Islámico usó agentes químicos (gas mostaza) en unos ataques contra
kurdos en el norte de Siria y en Makmur, al norte de Irak.
Asimismo, “la
CIA promovió la creacción del Estado Islámico como herramienta
para debilitar y destruir Al Quaeda. Pues existe un plan muy prolijo
para destruir la República Islámica”, tal como señala Javier
Martín en “Estado Islámico. Geopololítica del caos”.
No son nuevas
este tipo de acusaciones de EEUU, pues véase el empleo de armas
químicas por parte de Irak, que jamás pudieron probarse.
El gas mostaza
(agente mostaza, mostaza sulfurada o cruz amarilla) se trata de un
arma química, quizás la más conocida debido a la fama que ganó en
la Primera Guerra Mundial.
La primera
síntesis de gas mostaza fue en 1822 aunque no fue hasta 1860 cuando
se describieron sus efectos perjudiciales.
Los
Neofundamentalismos, muchos de los cuales no acaparan el ansía
protectora de EEUU, más conocidos en occidente son los Talibán,
Al-Qaeda, FIS argelino, Estado Islámico y Boko Haram.
Kiko Cabanillas.
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