2 de noviembre de 2016

-Mister Millman: Un caballero inglés.

Tenía yo diecisiete años aquél verano. Fuí a hacer un curso de inglés a Londres. Mi hermano Javier estaba en la city haciendo unas prácticas de su carrera: Empresariales.
Fue un verano muy tórrido: Tuve dos novias: La murciana María: Y la brasileña Claudia: Bailarina.
Llegó el momento de marcharme pero mi amor de Sao Paulo tiraba de mí.
Así es que me busqué trabajo: Lo encontré de camarero en Richmond Park.
Animé a mi hermano Javier para que trabajase conmigo y así lo hizo.
Todavía recuerdo el ataque de risa que le dio cuando me descubrió en el retrete comiéndome un sandwich de pollo.
El más veterano de los camareros era Mister Millman: caballero londinense, correcto y afectuoso.
El me enseñó el oficio.
Trataba con suma educación a los clientes e iba inmaculado en su uniforme.
Era el espíritu del lugar.
Utilizaba un lenguaje casi académico con variadas acepciones londinenses.
No sólo me enseñó a ser “waitter” sino que con él logré unos avances en el dominio del inglés que ni en broma pueden conseguirse en la mejor de las academias.
“Dos rodajas de tomate y dos de pepino”, me ordenaba mi jefe de cocina. “Is enough”.
Molesto porque yo diseñaba unos sandwiches cargadísimos como si fueran para mí.
La que sería mi novia brasileña también trabajo en el local por mediación mía.

A mi lío con María no le dí continuidad pero con Claudia viajaría en plan parejita a Alemania en Navidades.
                                     Kiko Cabanillas.

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