Entré al cuarto
de baño de la parte superior de mi duplex a lavarme las manos.
Me sequé con la
toalla y ahí comenzaría mi tortura.
Pues cuando iba a
abrir la puerta para salir...
Me quedé con el
picaporte en la mano.
La puerta estaba
herméticamente cerrada y yo sin manubrio no podía abrirla.
Nervioso la golpeé
con fuerza. Intenté forzarla desde el hueco del citado elemento.
Pero nada...
Además no tenía
móvil para avisar.
Decidí gritar. Y
así me pasé no menos de veinte minutos.
Llegaría María,
la doméstica y me abriría.
Más no. Era
miércoles. Justo el único día que no viene.
Me tumbé en el
suelo y traté de dormir sin éxito.
Intenté
imaginarme un relato para escribir al salir.
Ya está:
“Pesadilla eterna”.
Finalmente llegó
María y abrió la puerta de mi baño como si nada.
Yo le quise contar
lo que me había sucedido, pero no me oía. Ni me veía, como pude
comprobar más tarde.
Le toqué un brazo
pero la atravesaba como por arte de magia.
Entonces lo
comprendí todo: Era un sueño. Una pesadilla,.
Atravesé a María
y me dispuse a salir del baño, pero una fuerza misteriosa me impedía
cruzar la puerta.
En fin, me
despertaría... Pero vería un amanecer tras otro Y nunca me
recuperaba de mi ensoñación.
El baño era mi
nuevo hogar. No necesitaba ni comer ni beber.
Estaba atrapado
por una fuerza espiritual. Y acabé acostumbrándome.
Me dieron por
desaparecido y yo sigo en el “toilete”.
Kiko Cabanillas.
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