Estaba yo muy animado escribiendo
mientras me fumaba un puro (Habano) y me tomaba un café con unas
gotas de aguardiente blanco...
Y al entrar en el capítulo de máxima
tensión mis pies quedaron en alto.
“¿Qué pasa aquí?”.
El teclado se elevaba de la mesa y yo
con él.
Acto seguido como por arte de magia se
abrió la puerta de la terraza y silla, Kiko, teclado y monitor
fuimos trasladados al exterior de la casa.
A todo esto yo no paraba de escribir.
Pero no ya el capítulo con el que estaba previamente sino poesía en
estado puro.
Desde lejos veía mi casa.
Y aunque estaba abstraído con la
escritura era consciente de mi extraordinaria situación.
Pasaron las suficientes horas como para
terminar mi libro de poesía.
Y una vez finalizado, con tan sólo
desearlo regresé a mi despacho. Y en breve quedó todo como estaba
de modo previo a mi viaje.
Había encontrado un filón de
creación: Imaginar que era trasladado al vacío y que desde allí
escribía. ¿Realidad?, ¿Ficción?...
POESÍA.
Kiko Cabanillas.
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