15 de diciembre de 2016

-Lágrimas por Siria-

Ahmad es alumno mío de español en la ONG Ecos do Sur. Viene de Siria.
Dice que no se entera de lo que pasa por los medios de comunicación.
“Despliegue informativo por una bomba que cae en El Cairo y en mi país caen bombas todos los días, de los rusos, de los turcos y de los americanos...”.
“Yo soy de Raquam -el bastión del Isis- y no puedo sabe si veré a mi madre otra vez”.
Estos días Hamed me dijo que estaba enfermo y que no podía venir a clase. Pero en la clase que imparte los miércoles de árabe me enteré de que lo que está es muy deprimido con la situación bélica de su país.
Tiene una novia española: Leti, quien le ayuda a sobrellevar la tensión.
Le animé a que siga asistiendo a clase pero me dijo que los problemas seguirán en su cabeza allí donde esté.
Le insistí prometiéndole un beso de mi alumna austríaca Cristina.
Lleno de confusión y secándose las lágrimas que afloraron a su rodtro dijó: “I´ll see”.
Y es que no podemos ni imaginarnos que nuestros padres, hermanos y amigos estén en riesgo de morir bombardeados.
Y es que no logro discernir cómo es posible que en pleno siglo XXI hayamos podido dar paso a la más primitiva de las guerras.
Empresas armamentísticas, intereses políticos en la región, el cóctel molotov de religión y política.
Hay guerras que interesan a grupos influyentes como aquellos que luchan por el acceso al gas en Siria.

Y mientras mueren mujeres y niños. Y los occidentales nos lo explicamos todo por el fanatismo religioso. ¡Qué incompleto es el hombre!.
                             Kiko Cabanillas.

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