13 de diciembre de 2016

-Vida infinita.

Todo comenzó cuando yo -muy deprimido por mi separación- decidí volver a la India, donde tan féliz había sido.
De nuevo me hice voluntario de la Madre Teresa de Calcuta. Y de nuevo fui feliz.
Tenía mucho miedo a que nada sería como a los veinte años, ya que tenía cumplidos los cincuenta.
Como antaño leprosos y sidosos me ocupaban todo el día. De nuevo los afeitaba.
Pero...
Me contagié de la lepra.
“Sí no hay duda, tienes que ir a un hospital”, me dijo una estudiante de Medicina que también trabajaba de voluntaria.
Y así fue como me dirigí al hospital central de Calcuta.
Allí me trataron muy bien por el mero hecho de ser extranjero. Pero las medidas higiénicas eran espantosas. A mi vera había un tirador de ricksaw..
“No te preocupes, la vida es eterna”, dijo.
“¿Y eso...?”, pregunté.

“Pues sí, morimos eternas veces reencarnándonos en personas diferentes, en las que volvemos a nacer y morir. Pero la vida fluye y no para nunca. A excepción de que hagas malas obras, en cuyo caso desapareces para siempre. Esto es lo que los católicos llaman infierno.
El ciclo se interrumpe al final, cuando nuestra perfección esta casi lograda. Cuando llegamos al Nirvana, donde vivimos con los dioses”, dijo mi compañero.

Entonces fue cuando vino al hospital mi hermano Javi, quien me sacó de allí. Y en un avión me encaminó a Londres, al mejor hospital de Medicina Tropical y Lepra.
En seis meses estaba curado, aunque perdí un brazo.

Y yo se que de nuevo volveré a la India, a morir.



Kiko Cabanillas.

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