9 de enero de 2017

-Crucificado por el móvil.

Fue un día como cualquier otro: salía de casa temprano y me dirigía al Carrefour.
Pero justo al poner un pié en las escaleras mecánicas...
Resbalo y me caigo de bruces.
Un intenso dolor en el costado.

Palpo y siento el móvil clavado entre mis costillas.
Un cable larguísimo parte de la zona herida...
“No se mueva usted que enseguida llamo a una ambulancia”.

“Quite, quite, que no ha sido nada”, le digo.
“Haga el favor de callarse. No le conviene hacer esfuerzos”.

Llega la ambulancia. Y ya por aquél entonces los cables se habían multiplicado y rodeaban mi cuerpo.
“Procure estar quieto”, me dijo el enfermero.

Así fuí trasladado al CHUAC y en él a la UCI.
Éste fue mi final, pues en la UCI no lograron reducir el mar de cables de todos los colores que se habían apoderado de mi ser.

Y esta fue la pesadilla que despierto tuve cuando iba a arreglar mi teléfono móvil aquel día en el que recordaba la magia y la poesía que tenía buscar la monedas necesarias para llamar desde la cabina de teléfonos hace tan sólo un par de días. ¡Viejo!.
                                              Kiko Cabanillas.

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