No me lo podía creer.
Efectivamente nadie me veía.
Lo que me había contado ese marinero
muradano era verdad.
Y con tan sólo tomar ese “wasavi”
a la puerta de San Agustín.
Lo primero que hice fue dar una vuelta
por el mercado para localizarlas mejores piezas.
Una lubina y una centolla fueron las
elegidas.
Proseguí mi vagabundeo
Entre marujas y vendedoras.
Me decidí a aprovisionarme.
Pero...¿Dónde llevaría la
mercancía?.
Tomé una bolsa.
En ella metí el crustáceo y el
pecado. Me dispuse a salir.
Pero no me daba cuenta de que la bolsa
no era invisible.
Volaba para sorpresa de todos/as.
Entonces el encargado de los pollos la
agarró al vuelo.
Yo tiré con fuerza pero no lo
suficiente.
Así fue como los productos fueron
restituidos a su lugar de origen.
Y yo sin más opté por pagar todo
aquello que comprara.
El fin de semana siguiente volví con
mi concuñado Julio
Experto cocinero.
Presume de comprar el mejor marisco de
España
en el mercado de San Agustín
Luego lo cocina en casa
Y todo regado con un buen albariño.
Y pasteles de postre.
Nunca me deja pagar.
Estuve con el en Nueva York,
y se conoce los mejores restaurantes de
la ciudad.
Pero desconoce los poderes del “wasavi”
que me dio el marinero de Muros.
Kiko Cabanillas.
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