19 de marzo de 2017

Desnudo en la playa.

Todo ocurrió aquel domingo en el que había finalizado mi libro de Poesía "El mercado de San Agustín". Tras concluir el libro leí un rato compulsivamente Poesía (Gil de Biedma y José Agustín Goytisolo), pero fue el libro de San Juan de la Cruz el que despertó mi espíritu. Bueno descabalgó, pues ya estaba despierto mientras escribía.
Entonces me asomé a la ventana del salón y vi la playa de Riazor en su amanecer.
Sin dudarlo y como teledirigido abrí la puerta de mi vivienda y en quince minutos estaba en la playa, vacía por aquél entonces.
Me desnudé, dejé la ropa desperdigada y comencé a correr.
Sentía la brisa marina. Y los primeros rayos de sol eran la antesala al nuevo día.
Iba recitando poesía -mis últimas lecturas-.
Entonces -y tras correr un rato por la orilla- me sumergí en el agua.
Salí y agradable frío se apoderó de mi.
El sonido del mar era la composición más hermosa.

Y entonces decidí irme a casa.
Pero...
Donde había dejado la ropa...

Fuí desnudo hasta el portal de mi casa. Y allí llamé por el telefonillo a una vecina-amiga.
No me oyó. Debía de estar dormida.
Tras cavilar un rato que hacer...

"¡Buenos días, soy el vecino del 16, estoy desnudo y sin llaves ¿Me podría abrir?. Verá usted, Es que estaba el mar tan hermoso. Y yo soy poeta!".

Ya en el edificio me dirigí a casa de Camino, quien esta vez si me abrió. Lo comprendió todo y tras dejarme la llave de mi casa -que tenía copia- me acompañó al arenal donde recuperamos mis pertenencias.
                                             Kiko Cabanillas.

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