Este domingo
despejado de Mayo, estoy en mi coruñesa casa esperando a que lleguen
mi padre Pedro y mi hermano Juan a casa a recogerme.
Plan: Ir a
recoger a mi tío Eduardo, quien vive el insondable drama de tener a
su mujer ingresada en una residencia con un cuadro de Alzeimer
avanzado. Para colmo el tiene una incipiente demencia senil
Comeremos en "La
Penela".
Tendremos una
charla de pasar el rato. Y tras los cafés acompañaremos a mi tío a
su casa, donde es atendido por una doméstica rumana. Luego quizá vayamos a la residencia a vera mi tía.
Obsesionado me
tiene el bueno de mi tío con la futilidad existencial.
“¿Recuerdas
el cupé que tenias de joven?”. “Claro”, contestó.
Y mi padre, que es
mayor que él, sufre en mayor medida que nadie el deterioro de su
hermano.
Todo pasa...
Sólo la Poesía
permanece.
Y a tal fin llevo
ya este año tres libros de Poesía -el último en redacción.
Las sonrisas, los
besos, los abrazos...
Y poco más.
Kiko Cabanillas.
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