Fue amor a primera vista.
Ella atendía a los inmigrantes que
llegaban a la ONG de A Coruña. Les hacía la ficha de acogida.
Y los usuarios se quedaban embobados.
Femeninas y tímida.
Y sobre todo con unos ojos azules (y
grises) que quitaban el aliento.
De pensamiento rápido.
Inteligente.
Socialmente comprometida.
Ya había tenido trabajos con otros
colectivos marginales, pero con los inmigrantes se desvivía.
La trasladaron a Madrid. Y a mí se me
rompió el alma.
Pero cuando fui a la capital accedió a
cenar conmigo en un restaurante mejicano.
En mi último libro salía un capítulo
dedicado a su persona..
Yo fui con ella poco menos que un
plomazo, pero es que me había enamorado hasta las trancas.
Si lo sé: estoy casado y tengo dos
hijos, pero es que fue inevitable.
Me tiene a su disposición. Y ella lo
sabe.
Un día mi mujer me preguntó quién es
Enma. Y yo le dije: Una compañera de la ONG que acaba de tener un
hijo.
Y debería haber dicho: Y de quien
estoy enamorado.
Nuestra relación es imposible, o
cuando menos muy difícil.
Yo si me llama cuando venga a A Coruña,
ya me doy por satisfecho. Y si puedo cenar y tomar unas copas ya
alcanzaría el Nirvana.
Yo tan sólo le diría una cosa: Nunca
nadie te querrá como yo te quiero.
Con tal intensidad.
Con tal deleite.
De un modo tan brutal.
Me gusta tu trabajo, lo que eres, lo
que dices...
Y sobre todo esos ojos celestes
agrisados.
Ella solita lleva la delegación de la
ONG en Madrid.
Es rápida, inteligente y sensible.
Yo en más de una ocasión tuve que
disculparme por no poder contener mi pasión.
Y declararme si temor.
Y en un futuro podré volver a trabajar
con ellas.
Y cenaremos.
Iremos al cine.
Al Rastro quizás.
Y haremos todo aquello que por pudor no
me atrevo a nombrar.
Hay quien dice que Enma no es su
nombre.
Bueno, pues no. Pero todo el mundo sabe
cual es su verdadero nombre.
Para mí es mucho más que un nombre.
Es un color, un sabor una fantasía.
Es irreal.
Magia.
Kiko Cabanillas.