Un inmigrante de Bombay se acercó
donde yo estaba con mi “Underwood” en A Coruña y sin más le conté el
siguiente relato (verídico):
Hace unos veinticinco años, pasaba el
verano en La India con mi hermano Chemi y cuatro amigos de Salamanca.
Cuando al llegar a Bombay fuimos a
conocer un hotel de lujo de las ciudad. Sólo por visitarlo, pues no
teníamos dinero para tal lujo.
Y cuando estábamos en el interior nos
abordó un gurú, quien se ofreció -en perfecto inglés- a leernos
el futuro en nuestras manos.
Le preguntamos el precio y nos contestó
que le pagásemos lo que considerásemos oportuno.
Yo fui el primero que se prestó a tal
servicio. Extendí mi mano ante él y me dijo:...
“Veo en tu línea de vida que tendrás
un accidente grave -en inglés- que por poco te cuesta la vida,
pero...entonces...
A los cincuenta años “you will shine
like the sunshine” (“brillarás como el sol al amanecer”).
El caso -le dije al sorprendido
inmigrante indio- es que efectivamente tuve un accidente de automovil
debido a que en el puerto de Piedrafita un camión perdió los frenos
e impactó frontolateralmente contra mi Autobianchi. Cuarenta días
en coma y una minusvalía de recuerdo para el resto de mi vida.
Y el resto de la historia ya la
conocéis: Vivo de lo que escribo en la calle y ocasionalmente -como
hoy- también cuento historias.
Hay quien diría que cómo viviendo de
la mendicidad puedo decir que “brillo como el sol al amanecer”.
Pues así es.
Yo soy escritor.
Y me debo a mis lectores.
Escribo cuanto deseo y no estoy sujeto
a la dictadura de las editoriales.
Y tan sólo espero que mi edad y mi
minusvalía no me impide volver otra veza la India, donde además de
leerme el futuro me dieron algo que me duraría años: El espíritu.
Nada hay comparable en el mundo
capitalista.
No se puede comprar.
Y no todo el mundo es merecedor del
mismo.
Pero cuando se tiene por nada del mundo
se permite perder.
No hay dinero que lo valga.
Y yo, en mi nuevo trabajo de escritor
callejero, vuelvo de nuevo a se digno de él.
Mi oyente indio quedó completamente
fascinado ante mi relato.
Me dio las gracias.
Y tras preguntarme si estaba todos los
días aquí, me pidió que le permitiese traer a unos compatriotas.
Quería que les volviese a contar la historia del gurú del hotel.
No tardaron en aparecer sus amigos. Y
yo conté de nuevo la historia que también había escrito en inglés
para que pudieran llevársela.
Kiko Cabanillas.
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