Había una
extranjera al pie de mi máquina que se parecía mucho a mi querida
Claudia.
Claudia Ruge era
su nombre. Bailarina brasileira del londinense Coven Garden.
Trabajaba también
de doméstica en casa de los Glenny, donde fui yo acogido un verano
para estudiar inglés.
Con míster Glenny
tuve ocasión de acudir al Proms, concierto de música clásica de
fama mundial.
El caso es que
acabé liado con Claudia.
Había otros dos
brasileños en el londinense hogar Julio y Nilson. Y también hubo un
árabe una temporada. Cinco de las mañana era la hora para su primer
rezo.
Nilson era el
típico ejemplar de brasileiro: Alegre y sexual.
Julio era algo más
serio.
Ambos tenían poca
idea del inglés así es que hablaban portugués entre ellos y
conmigo en gallego.
Yo en aquel verano
salí con la murciana María, lo cual celó rabiosamente Claudia, ya
que manteníamos relaciones en una cama de casa.
Hasta tal punto
que cuando se fue María a España Claudia Rugué mantuvo contactos
sexuales conmigo.
Tocamientos y
besos, pues de ahí no pasaba.
Pero tan bien
congeniamos que quedamos para viajar juntos a Alemania a un
pueblecito a a sombra de los Alpes.
Allí sí
mantuvimos relaciones plenas.
Pero nada de
fogosas brasileiras. Y además comencé a sufrir la anorexia que
afligía a la buena de Claudia, como buena bailarina.
De Julio y Nilson
no volví a saber. Y de la buena de Claudia de libre con un
procedimiento muy cruel: Le dije que había comenzado a drogarme.
Mano de santo: No quiso volver a saber nada de mí.
Yo seguiría
viajando. Sólo. Me integraba perfectamente en los países a los que
iba.
Y cierto es que
estuve a punto de llamar a Julio y a Nilson para pasar unos
Carnavales con ellos.
Pero el miedo al
descontrol y la falta de dinero fueron motivos suficientes para
descartar tal idea.
Lo cierto es que
unas miserables “trepadiñas” con Claudia Rugué me habían
dejado las ganas de saborear la tan aclamada sexualidad brasileña.
Al poco tiempo de
mi vuelta a España comencé a salir con la que es ahora mi ex-mujer.
Pero continuaría
con mis viajes a lo largo del país, financiados por mi padre y
también por mi: Véase trabajo en la librería y colaboraciones en
el diario El Independiente.
En fin´,
Julio y Nilson
eran Brasil, y Claudia una estrecha internacional.
Kiko Cabanillas.
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