Un claro
heroinómano se acercó...Y yo comencé as recordar...
Fue con “Reto a
la Esperanza” con quien empecé a trabajar de voluntario con el
colectivo drogadicto.
Al igual que otras
ONGs que conocía “Reto” les ofrecía una pseudoreligión como
sustituto al espíritu que les facilita la heroína.
Es claramente un
problema de espíritu.
La heroína se lo
ofrece. Y son gente que carece de todo previamente al consumo.
Entre sí forman
familia.
Muchas veces la
única familia de verdad que han tenido.
Motes, bromas,
cariños.
“Me he vuelto a
poner chico”, dice Ernesto. “Esto no hay quien lo pare”,
asevera.
La localización
de “Reto” es fantástica. Tienen una casa grande y hermosa en el
paseo marítimo, camino del Portiño.
Y es que Ernesto
me decía el otro día: “El caballo es todo lo que tengo. Lo único
es que e un amante muy puñetero”.
Otra cosa son los
pastilleros. Quienes logran variar el estado anímico mediante la
química.
Pero nada tiene
que ver con la heroína.
Ni siquiera la
cocaína tiene ese duende.
Chavales en
permanente estado de ensoñación cuando van puestos.
Desesperados con
el “mono”,
que no es sino el
recuerdo de lo que acabaron de ser gracias al caballo.
Kiko Cabanillas.
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