“¡Cómo me
gustaría esta mañana darme un paseo por ese lugar cargado de magia
y de poesía!”.
Los años que viví
en la calle San Pedro, en el piso que le alquilé a los que luego
serian mis suegros fui feliz. Estaba relativamente cerca de la
Cuesta del Moyano, donde se pueden comprar libros a saldo. Cerca del
Retiro.
Era habitual en mi
hacer footing por el Retiro, darme unas ducha en casa. Y acudir a la
cuesta del Moyano, en cuyas inmediaciones me tomaba un vermú de
barril -o varios.
Los libros estaban
apilados en grandes mesas,
pero buscando
encontrabas auténticas joyas a módico precio.
También había
poesía.
Ahí fue donde
entré en contacto con Lerpoldo María Panero,
a quien le dije:
“Te seguiré
hasta después de muerto”.
Y cumplí.
En la Cuesta del
Moyano también había siempre jóvenes creadores. Y se improvisaban
interesantísimas tertulias.
Muchos días
rematábamos las mismas en casa de San Pedro.
Y eso que yo era
partidario de mantener distanciadas mi ida privada y la literaria.
En la citada
vivienda casi no escribía. Si bien relatos cortos y poesía siempre
vivieron conmigo.
El citado inmueble
estaba también cerca del mercado,
donde yo siempre
compraba verdura y pescado.
La casa de San
Pedro no tenía ascensor y era un cuarto piso. Por lo que sería
allí donde comencé mi rehabilitación. Además de pasear e
incluso correr por el Retiro.
Hago un stop aquí
para manifestar mi horror ante la posibilidad de que se me borre todo
lo que escrito. Si bien para disminuir riesgos copio todos mis
relatos en un blog.
Con lo cual a no
ser que mi blog desaparezca también estoy salvado.
Otro temor que
tengo es el de necesitar beber para escribir.
Y como escribo por
la mañana se trata de vermús con ginebra.
También escribo
a media tarde e incluso de noche por lo que es el wisky mi
infatigable compañero.
Con grandes
esfuerzos renuncié al Hachís,
y eso que ya tenía
apalabrado un globo
con Tati, amigo de
mi hermano Javier,
quien conduce a
velocidades vertiginosas cuando va colocado.
Pero ciertamente
los porros no compatibilizan muy bien con
mis alteraciones
neurológicas.
Kiko Cabanillas.
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