Atado a mi
“Underwood”rememoraba mi reciente biografía.
Después de mi
terrible accidente vivimos un año en la calle San Pedro de Madrid y
otro en Santiago de Compostela. Pero finalmente decidimos comprarle a
mi hermano Javier un local en el Centro Comercial Los Rosales, donde
pusimos una tienda de prensa y librería, de la que vivimos
cómodamente diez años. En la misma manzana del centro comercial
compramos un duplex que se llevó toda mi indemnización. La hipoteca
la liquidaríamos años después con la herencia de mi madre.
El barrio de Los
Rosales es mayoritariamente de parejas jóvenes de clase social
media.
Está muy bien
comunicado por buses y tiene todo tipo de servicios: Centro de Salud,
Farmacia, Centro Comercial, Pescadería, Carnicería, Iglesia, Taxis.
Y todo lo que pudiera hacer falta.
La carnicería
Paco es mucho mejor que la del centro comercial. Asimismo, con el
pescado ocurre lo mismo. Aunque el del centro comercial no es nada
malo.
Realmente lo que
es difícil en Galicia es tener pescado malo.
Hay también una
frutería bastante buena.
Yo todos los
viernes hago una compra en el centro comercial que luego me llevan a
casa.
Todo tipo de
comestibles excepto las carne, que la compro en Paco.
En la citada
carnicería elaboran además una lasagna maravillosa. Y eso que yo no
compro platos precocinados, pues prefiero realizarlos yo.
En cuanto a
restaurantes en el barrio no está muy bien provisto. Pero yo voy
mucho al restaurante mexicano “Tamarindo” que no está lejos. Y
me emborracho sistemáticamente con pisco.
Lo que me gusta
mucho también es ir al mercado de San Agustín o al de la Plaza de
Pontevedra.
Allí tienen un
pescado de fábula. Y un bizcocho delicioso para completar mis
desayunos. Pero que cada vez me dura menos.
Una clave para
disfrutar realmente del mercado de San Agustín es hacer una parada
previa en el bar de mi amigo Modesto
y tomare a las
once de la mañana
un vermú con
ginebra y un pincho de tortilla.
Tortilla
comparable a la de mi primo Enrique.
Kikón y su mujer
Vicky me han prometido una visita
después del
verano
cuando estén ya
jubilados.
Les enseñaré en
profundidad el barrio.
Y los llevaré al
mexicano y al bar de bocadillos de panceta y de calamares, La
Bombilla,
pues yo sé que
les cautivan
ya que en mis
fines de semana madrileños
siempre
aconsejaban
bares
excepcionales y baratos.
Yo sigo en su
línea.
Kiko Cabanillas
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