11 de julio de 2017

Mi ex-mujer, Ana.

Aquí en mi rincón escribiendo y no puedo evitar pensar en ella y escribir...
Ojos azul agrisados son su tarjeta de presentación.
Mediana estatura, buen tipo y unos pechos de los de verdad.

Natural de Madrid, donde la conocí. Estudiábamos periodismo y coincidimos en clase.
En primero por poco me pierde de vista porque no me presenté a ninguna hasta septiembre, convocatoria en la que aprobé todo menos economía, que no me presenté.

Le gustaba el cine: Almodovar era su dios. A mi también me gustaba, claro que menos. No para ver todos y cada uno de sus estrenos. Iba por tí princesa, que lo sepas.
Leía mucho y le gustaban los actos culturales y museos.

Estuvimos juntos en Extremadura y en Badajoz -por un amigo. Así como en Marruecos y México ya de casados. Alemania y Santo Domingo fueron también destinos maritales compartidos.

Tuvimos dos hijos: Juli -como la abuela- y Santi -con un maravillosos síndrome de Down.

Estamos en las actualidad en proceso de separación por iniciativa suya.
¿Qué paso?
Es difícil vivir con un discapacitado con una minusvalía del 67 %. Y también es complicado dividir tus fuerzas entre un hijo discapaz y un marido más de lo mismo.
Yo estaba bastante bien ya. Lo suficiente como para vivir sólo y Santi necesitaba un buen cole como los de Madrid.

Digo en mi favor que yo no considero que fuese una carga, pues nunca dejé de trabajar, además de tener una sustanciosa pensión. Y mi rehabilitación fue hecha con todo esmero. Practicaba mucho deporte (sin Ana) y leía para recuperar mi intelecto.

Llegué incluso a formarme como especialista en inmigración.


Ana y yo no teníamos nada en común, salvo las literatura. Y aún así, pues si bien coincidíamos bastante en Poesía mientras yo adoraba en narrativa a los clásicos a ella le gustaban las nuevas literaturas.

En cocina tampoco coincidíamos mucho. Si bien había aprendido de su madre, quien era una excelente cocinera. Estuve cocinando yo para toda la familia más de un año.

Las películas clásicas en el cine y Luis García Montero, teníamos en común.

Me caían mal sus amigas excepto Camino y a ella no le caían mal los míos porque no tengo.

Los hijos que me dio son mi bendición y los hecho muchísimo de menos.
Esos paseos en el paseo marítimo con Santi -Síndrome de Down- que remataban siempre comiendo unos maravillosos helados.
¿Qué pasó?. Tengo varias teorías, pero quizás tenga razón mi concuñado Julio, quien me dijo: “Son muchas cosas. Son procesos muy complejos”.

Lo que es cierto es que yo he recuperado a Kiko y estoy como dios con él.
                                                                                                 Kiko Cabanillas.




























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