Eva: La conocí en el COGAMI: Centro
gallego para minusválidos.
Pronto nos hacíamos uña y carne.
Ella padecía una paraplejia que la
mantenía en silla de ruedas.
Yo tan sólo dificultades en la marcha
debido a un TCE sufrido hace ya veinte años.
Yo, bastón. Ella silla de ruedas.
A Eva le gustaba el flamenco, que yo
adoro. Y la poesía, que es mi vida.
Ese día quedamos en que yo la iría a
buscar a su casa. Tenía el ascensor adaptado para su silla.
Para las escaleras del portal tuve que
desmontarla de su silla y luego volverla a subir.
Operación que repetimos al llegar a mi
casa. Un taxi adaptado nos llevó hasta allí.
Ya en casa cocinamos. Yo había hecho
previamente la compra: Una merluza maravillosa y zamburiñas.
Mi trabajo con los discapacitados -como
yo- había comenzado años antes; gracias a María, a quien conocí
trabajando de voluntario con la ONG “Aire” para un envío de ropa
a los campos de refugiados para Grecia.
Seguimos quedando Eva y yo. Hasta que
un día en mi casa ella me propuso mantener relaciones sexuales. Me
explicó: Te practicaré una felación sin problemas y luego me
tumbas en la cama y me penetras. Siento darte instrucciones, pero es
imprescindible.
Fue un éxito.
A partir de ese día numerosos fueron
los días en que yo iba a buscarla a COGAMI y de ahí nos
trasladábamos a mi casa.
Pero cuando realmente me enamoré de
ella fue cuando un médico me dijo que sin lugar a dudas ella no
sentía nada manteniendo relaciones sexuales conmigo.
Mi próxima meta es dejarla embarazada
y si ello no fuera posible adoptar un hijo para que consolide nuestro
amor.
Ella amaba a otro hombre: Miguel Poveda. Era su dios. Y el mío Camarón de la Isla.
Kiko Cabanillas.
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