30 de julio de 2017

Y ella no me sentía....

Eva: La conocí en el COGAMI: Centro gallego para minusválidos.
Pronto nos hacíamos uña y carne.
Ella padecía una paraplejia que la mantenía en silla de ruedas.
Yo tan sólo dificultades en la marcha debido a un TCE sufrido hace ya veinte años.
Yo, bastón. Ella silla de ruedas.

A Eva le gustaba el flamenco, que yo adoro. Y la poesía, que es mi vida.
Ese día quedamos en que yo la iría a buscar a su casa. Tenía el ascensor adaptado para su silla.
Para las escaleras del portal tuve que desmontarla de su silla y luego volverla a subir.

Operación que repetimos al llegar a mi casa. Un taxi adaptado nos llevó hasta allí.

Ya en casa cocinamos. Yo había hecho previamente la compra: Una merluza maravillosa y zamburiñas.

Mi trabajo con los discapacitados -como yo- había comenzado años antes; gracias a María, a quien conocí trabajando de voluntario con la ONG “Aire” para un envío de ropa a los campos de refugiados para Grecia.

Seguimos quedando Eva y yo. Hasta que un día en mi casa ella me propuso mantener relaciones sexuales. Me explicó: Te practicaré una felación sin problemas y luego me tumbas en la cama y me penetras. Siento darte instrucciones, pero es imprescindible.

Fue un éxito.
A partir de ese día numerosos fueron los días en que yo iba a buscarla a COGAMI y de ahí nos trasladábamos a mi casa.

Pero cuando realmente me enamoré de ella fue cuando un médico me dijo que sin lugar a dudas ella no sentía nada manteniendo relaciones sexuales conmigo.

Mi próxima meta es dejarla embarazada y si ello no fuera posible adoptar un hijo para que consolide nuestro amor.

Ella amaba a otro hombre: Miguel  Poveda. Era su dios. Y el mío Camarón de la Isla.

                        Kiko Cabanillas.

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