2 de julio de 2017

-Yo soy un lápiz.

Me cogió ese mico e introdujo mi cabeza en el sacapuntas.
Lo hizo girar y todo mi ser fue mutilado, especialmente mi cabeza.
Cuando ya creía haber muerto mi espíritu alimentó una nueva cabeza,
y volví a la vida.
De nuevo dibujos. Otra vez subrayados...

Era depositado en aquel cajón lleno de colores, estuches y reglas.
Pero yo era el único que estaba vivo.
Con lo cual no tenía con quien hablar.

Y de nuevo jornada de trabajo. Más mutilaciones.

Pero el fatal día llego.
Un lápiz joven y completo apareció en el cajón.

Y cuando llegó la hora de trabajo asumió mis obligaciones.

Al día siguiente yo también fui asido. Pero para tirarme a la basura.

Del cubo al contenedor.

Y del contenedor al centro de recogida de basuras.
Mi vida social se había acabado.

Tuertos, cojos, mutilados, apestosos eran mis nuevos compañeros.

Pasé a una planta de reciclado y de ahí a un nuevo lápiz, más barato.

“Se repetiría esta operación eternamente o hasta que yo no fuese un despojo incapaz de más recicles.

Entre tanto yo seguiría trabajando como todo buen lápiz.

Y pronto alumbré la idea de crear una asociación de lápices, para luchar por nuestra dignidad.

Soy tu lápiz.

Cuídame, que vivo para tí.
Pinta, subraya, sombrea.
Mutilame si deseas mi punta.
Pero por favor...

No te olvides de que tengo mi alma.
No estoy vivo, pero siento.

Y si acaso algún día te cansas de mi regálame a un niño pobre, quien sin duda alguna sabrá darme más vida.

Si me afilas hasta mi desaparición tomaré otro cuerpo con mi alma.

                            Kiko Cabanillas.














































































No hay comentarios:

Publicar un comentario