6 de julio de 2017

-Yo también cocino.

Era la hora de comer. Y para ese día tenía preparados en casa unos espaguetis al pesto formidables. Así es que cerré la máquina y me dirigí al dúplex.
Por el camino iba recordando mi relación con el arte de cocinar.
Mi principal influencia había sido mi primo Enrique, quien nos preparaba a mi hermano Chemi y a mí unos platos de pasta los fines de semana que pasábamos en Madrid huyendo del internado Monfort de Loeches.

Luego, ya viviendo en Madrid comencé a cocinar.
Hacía el mercado, lo cual me fascinaba pues considero que es el lugar espiritualmente más vivo que existe en las grandes urbes.
Mi libro de cabecera: “Las mil recetas de Simone Ortega”.
En el que pronto empecé a añadir creaciones propias.

Siempre influenciado por Kikón y por mi madre, excelente cocinera.

Luego con el tiempo y ya trabajando comencé a vivir sólo
y fue entonces cuando profundicé en el arte culinario.
En casa siempre había sido tenido en cuenta mi criterio en cuanto a comida se refiere.

Y centrado en la comida casera y adquiriendo cada vez más conocimientos de cocina

Recuerdo sin ir más lejos el “As de Oros”, de Valencia, donde descubrí con mis padres la Fideguá.
Asimismo, mi padre me enseñó a hacer filloas.
Y mi madre el gazpacho, pues era Malagueña.

"Rotilio" en Sanxenxo era un restaurante tan maravilloso como caro.

Pero los que más comenzaron a gustarme a mí fueron esos restaurantes caseros y económicos que mi presupuesto podía permitirse.

En Santa Uxía de Ribeira, donde trabajé casi dos años de periodista, la "Dorna" acaparó todo mi interés. Y allí fue donde me aficioné al aguardiente blanca.

Asimismo, me encantaban las matanzas y demás fiestas gastronómicas.

Entre otras las de "A Barcia", aldea de mi amigo Fernándo, el Negro, donde asistí cautivado al proceso de selección de morcillas y chorizos.

Pero por motivos económicos cada vez cocinaba más en casa -la cuarta parte de presupuesto- y cada vez mejor.

De entre todas las fiestas gastronómicas me quedo con la de la "Lamprea de Arbo", donde preparaban una lamprea seca que rozaba perfección.

También me aficioné al albariño,
que a pesar de su acidez es un vino que marida muy bien
con la comida gallega.

Y de postre como no filloas, café de pota y aguardente.
                                                                         Kiko Cabanillas.



























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